domingo, 29 de junio de 2008

El día de la fiesta

María cayó en un profundo sueño. Se fue apagando poco a poco susurrando palabras que fueron volviéndose incomprensibles y entró en un delirio semi-inconsciente que se remansó en un silencio de frases no dichas. Cuando estuve seguro que dormía profundamente, me levanté sin hacer ruido y salí de la habitación. El bicho, aburrido, miraba por la ventana y buscaba algo que le excitase sin conseguirlo. Quizá acabaría dominándolo. "No te fies" me decía la voz de la esfinge "el bicho es listo, el bicho siempre tiene fuerzas, el bicho sabe cómo y cuando".
Esta vez, Carmen esperó a que Sansón aparcara el coche y subieron juntos, probablemente porque no le atraía la idea de quedarse conmigo a solas. Sus caras de póker me ponían nervioso, no sabía si me ocultaban que sabían que les había mentido y no sabía nada de qué iba todo aquello del viejo Garr o si, por el contrario, no querían darme ventaja admitiendo que estaban perdidos con respecto a quién era yo y qué es lo que realmente quería. Fue en el instante en que los ví entrar por la puerta y mirarles a los ojos cuando decidí que no pasaría una sola noche más en esa casa y que, en cuanto acabara la fiesta daría esquinazo a Sansón y buscaría un rincón desde donde negociar con ellos el asunto del dinero. Era mucho menos peligroso en caso de que hubieran atrevido a preguntar al viejo Garr y me facilitaba la posibilidad de desaparecer rápidamente y sin hacer ruido.
Sansón salió de una habitación con la funda de un traje. "Pónte esto" me dijo "nos vamos de fiesta". Era un smoking, y se notaba que era de los caros. Probablemente era suyo, me lo entregó con el orgullo del que da a otro la ropa vieja que ya no le sirve. Imaginé que él tendría otro más nuevo. Y no me equivoqué.
Salimos del local de Carmen vestidos como dos dandies. Sansón llevaba una bolsa de deporte que me despertaba esa curiosidad que se tiene por todas las maletas cerradas y que no van acorde con el resto de la vestimenta de quien la lleva. Le pregunté y sonrió "Ya lo verás".

miércoles, 25 de junio de 2008

nuevo estilo?


Un coche camino del alba. Sus luces encendidas hieren las pupilas de los que viven en la oscuridad y el olvido mientras alumbran el asfalto de carreteras que hace años dejaron de ser secundarias para acabar siendo meros atajos entre vías importantes. Dos rumores se acompasan dejando un solo sonido en la noche: el de un motor de seis cilindros y el del cerebro del que conduce el coche; ambos a las mismas revoluciones. "Quizá si me hubiera quedado callado nada hubiera sucedido. Quizá..." El coche acelera y deja chirriar las ruedas en curvas poco menos que imposibles. Un poco de gravilla suelta y todo se habrá acabado. Se acallarán los cilindros, se detendrá el pensamiento. "He de encontrarla" se dice "Antes de que amanezca".

lunes, 23 de junio de 2008

La sima

María tenía los ojos hundidos y aquella última frase pareció transportarla al fondo del pozo al que se tiran los recuerdos que uno no quiere que formen parte de su vida. Suspiró y después de hacerlo envejeció diez años de golpe, sus ojos perdieron la poca luz que les quedaba y creí que lo mejor sería irme y dejarla descansar. Sin embargo, a ella no le parecía que había acabado de contarme todo lo que quería y trató de incorporarse un poco más sobre la almohada. "Será mejor que descanses" le susurré. Pense que en el mundo en el que las pesadillas no tienen tregua no se pueden desperdiciar los momentos en los que puedes recuperar fuerzas. "Tengo que decirte una cosa" dijo, y al decirlo se encendió otra vez el brillo en el fondo de su alma rota. "L.B. me ha dicho que quieres averiguar cosas. No lo hagas, por favor. No harás más que complicarlo todo más. No puedes hacer nada por mí y, aunque lo supieras todo, seguirías sin poder hacer nada. Pronto se acabará esto. Me quedan sólo unos meses y seré del todo libre". Quise decirle que nadie es nunca libre del todo, hacerle entender que Garr nunca dejaría que se marchase sin haberla exprimido al máximo, que tendría que dar muchos motivos a aquel hombre para para convencerle de que la dejara ir, muchos más que el cumplimiento de una simple promesa. Pero no pude, aquella esperanza era lo único que tenía. Aquella era la única razón de que aún tuviera fuerzas para levantarse todas las mañanas y poner en marcha la máquina de su pequeña vida, la única razón para no morir dentro de aquella jaula. Le acaricié el pelo húmedo y aquello me recordó a otra cama y a otro tiempo, cuando Cris había pasado algún tiempo enfermo. Vi a María mucho más frágil que cuando entré en la habitación y por primera vez en mucho tiempo, sentí una profunda compasión por alguien. Tenía razón. Yo no podía más que empeorar las cosas si trataba de ayudarla. Garr era demasiado poderoso y demasiado cruel como para permitir que se le escapara alguien como ella. "¿Qué harás cuando todo esto termine?" pregunté. "Salir volando" dijo mostrando una sonrisa franca y limpia. "Salir volando" repitió con la vista puesta en la ventana.

Se me ha ido de las manos

Esta historia, sí, se me va de las manos. Creo que me detengo en cosas en las que no debería, que he ido descuidando el lenguaje... y en ese viaje yo también me he ido de mí mismo. He descuidado el lenguaje, ciertas buenas costumbres...
Me he ido. Va siendo hora de que regrese a los orígenes.

domingo, 22 de junio de 2008

la habitación y la penumbra

L.B. entró en la habitación de María y estuvo un rato dentro. Yo me quedé en la sala de espera tratando de imaginar a Garr y María juntos, pero no podía. Si dejas a un lobo con un cordero sólo hay una cosa que pueda ocurrir. Garr era un auténtico sádico. Yo lo sabía reconocer y él era de los que no trataban de ocultarlo. Quizá la chica era su esclava. Sí, sólo podía ser eso. A cada minuto que pasaba me inquietaba más el hecho de tener que ir a la fiesta. Empezaba a sospechar que iba a ser algo desagradable y que la insistencia de Garr en que fuera era un mal augurio.
L.B. salió de la habitación casi media hora después. Ese tiempo, para mí, transcurrió mucho más lento. La casa estaba en silencio y el silencio y la espera era el espacio donde habitaba el bicho, allí se encontraba a sus anchas, era su momento perfecto, el lugar y el instante preciso para empezar a gritar y dar vueltas por la habitación. Tuve ganas de salir corriendo, de bajar a la calle, subirme al coche y largarme muy lejos. El bicho se agitaba y me decía que María no importaba, que sólo importaba el dinero. Me levanté y salí al pasillo con intención de salir de allí y no volver a pisar aquel antro nunca más, cuando L.B. abrió la puerta y salió de la habitación donde estaba María. "Dice que quiere hablar contigo" me dijo. Y añadió "Por mucho que lo intento no me imagino en qué puedes ayudarla. La gente como tú trae problemas hasta cuando tratan de solucionar cualquier cosa. Te quedas con ella. Yo me tengo que ir. Si te pregunta Carmen si hace mucho que me fui dile que me acabo de ir justo antes de entrar ella. Aún tardarán un par de horas, creo" Y mirándome a los ojos con firmeza me dijo "Como le pase algo a María por tu culpa te juro que te mataré". "Tendrás que ponerte a la cola" dije. Dos amenazas de muerte en menos de dos horas. Si seguía así, no llegaría a la mañana siguiente.

Entré en la habitación. El aire cálido y espeso flotaba como una nube invisible y pensé que sería bueno abrir la ventana para ventilar aquel aire viciado. María me leyó el pensamiento. "No abras la ventana, por favor, tengo frío". Me acerqué a la cama y me senté a su lado. María me miró y sonrió forzadamente. "Has vuelto" me dijo. Quise decirle que no era por ella, por lo que había vuelto. Que en realidad, había regresado para que Sansón me diera una dirección, que en cuanto la tuviera me iría y si podía me llevaría un millón conmigo. Esto último era opcional. Si veía que mi vida corría peligro, desaparecería sin dejar rastro. De nada me serviría el dinero con un par de balas en la cabeza. "Sí, he vuelto" le dije.
"Si te he de ser sincera, creí que te irías y no volvería a verte" susurró. "Quería saber cómo estabas" le mentí. "Carmen y Sansón han salido. Eso facilita las cosas. No sé qué relación tienes con ellos pero sé que yo no soy de su agrado y cuanto menos esté con ellos, mejor". "Son muy desconfiados, es normal. Tienen mucho que perder, y ya se sabe qué pasa en esos casos, pero Carmen no es tan mala como aparenta". "¿Y Sansón?" pregunté. "Sansón es otra cosa. Hay algo en él que permenece oculto. Hay algo tenebroso en su mirada. Conmigo siempre ha sido correcto pero nunca hemos tenido lo que se dice confianza". "¿Cómo se hizo el corte de la cara?" pregunté "No sé, una vez se lo pregunté y me dijo que ya ni se acordaba, que siempre había tenido esa cicatriz ahí. Supuse que no quiso hablar del tema. Aquí es mejor no preguntar. Aquí las preguntas duelen casi tanto como las respuestas".

La charla

Me invitó a que entrara en la habitación. Era una sala de espera como las que hay en algunas consultas de médicos caros. Había cinco sillas con el tapizado de cuero y varilla de acero cromado, una mesita a juego en la que descansaban varias resvistas de negocios y un periódico. L.B. encendió una lámpara de pie dorado que proyectaba su luz hacia el techo y se sentó en una de las sillas cruzando sus largas piernas y recostando todo el peso en el respaldo. "Si hablamos en el pasillo María podría oírnos" dijo. Me senté en una de las sillas que quedaban justo en frente de ella. "Entonces has estado hablando con ella" le dije una vez me senté. "Sí" me respondió mirándome fijamente. "Ahorrame los detalles ¿te ha contado qué paso?" le pregunté. "Sí, me lo ha contado" dijo "y te ahorraré los detalles" continuó diciendo. "El hijo de J... tuvo lo que quería y eso que María le advirtió que cuando Garr se enterase se lo iba a hacer pagar. Por lo visto no la creyó". Maldije el momento en el que le dije que me esperase en el coche. Si no hubiese venido a acompañarme quizá no le habría pasado nada. En todo caso, ella sabía mejor que yo a lo que se exponía viniendo conmigo y sin embargo, lo había hecho. L.B. siguió hablando "Luego, los hombres de J... se divirtieron con ella. Son de lo peor, gente sin escrúpulos ni dignidad". Sacó una cajetilla de tabaco y extrajo un cigarrillo. "Alguien les dio un adelanto de lo que les va a pasar cuando salgan del hospital. Están muertos. No lo saben aún pero todos están muertos; peor que muertos". Después de aquellas palabras se quedó en silencio. Se llevó el cigarrillo a los labios y lo encendió. Pensé que había algo que se me escapaba. Esa mañana, había estado hablando con Garr y si había algo que me había quedado claro es que no era precisamente alguien que se dejara llevar por sus sentimientos, y dudaba que sí lo fuera a hacer con María. La crueldad que todo el mundo esperaba de Garr para vengarla me parecía fuera de medida teniendo en cuenta lo que había visto de él. Por mucho que tratara de hacerlo no podía imaginar a María y a Garr juntos. Era imposible. No me imaginaba a María siendo cariñosa con aquel animal de sangre fría ni a Garr teniendo la más mínima atención hacia otro ser humano que no fuera él mismo. Eran una pareja imposible, dos seres de planetas completamente distintos. También me parecía exagerado que Garr, uno de los hombres más poderosos del país, tuviera que demostrar a alguien como J... quien mandaba. J... ya lo sabía y nunca se hubiera atrevido a tan altas cotas. A él ya le bastaba la ciudad y no creo que tuviera ambiciones que tuvieran que ser abortadas. No, había algo más, algo que yo no sabía. "Esta mañana estuve hablando con Garr". L.B. me miró tratando de ocultar su sorpresa ante lo que había dicho, una momentánea quietud de la mano que sujetaba el cigarrillo la delató. Seguí. "Esta noche da una fiesta ¿lo sabías?" le dije sonriendo. Ella me miró en silencio tratando de averiguar quien era yo realmente, de calibrar qué podía yo llegar a saber. "Eres amiga de María ¿verdad?" le pregunté. Ella siguió sin decir nada. "Quiero decir que María está sola en medio de estos lobos y tú también lo estás ¿no es así? La quieres, si no, no estarías aquí. Te debe tener confianza y no creo que la confianza sea moneda corriente por aquí. Hay algo que tú sabes que yo intuyo pero no sé. ¿Qué es María para Garr?" L.B. suspiró. Apagó el cigarrillo, aún por la mitad, en un cenicero que había encima de la mesita. Lo hizo lentamente, para poder ganar unos segundos mientras decidía si hablaría o si no diría una sola palabra. "Fuiste tú quien le dió la paliza a los hombres de J... ¿verdad?" me preguntó. "Así es" le dije. "María me ha hablado de tí; confía en tí, aunque eso no quiere decir nada. Bueno, sí, que tal vez esté desesperada. Supongo que te habrá contado cómo llegó a esta casa, a manos de Carmen". "Más o menos". "No debería estar aquí". dijo mientras se levantaba. "Nadie debería estar aquí" le dije. "Veo que te falta mucho por saber. Si no sabes qué supone María para Garr es que no sabes casi nada. O debería decir que no tienes ni idea de qué va todo esto. Creí que María te lo habría contado pero no ha sido así. Supongo que es normal. Se juega mucho. Quizá sería mejor para los dos, María y tú, que no estuvieras enterado de nada. Pero al fin y al cabo vas a ir a una de sus fiestas. Será mejor que te enteres allí de lo que Garr se trae entre manos. Sólo un consejo: No acudas a la fiesta con prejuicios morales". "No los tengo" le dije. "Eso es lo que crees".

sábado, 21 de junio de 2008

Nunca pretendas ser quien no eres

Me miraba de arriba a abajo con descaro para que me quedara claro que si había algún sentimiento que yo pudiera despertarle éste no sería otro que desprecio. Para rematar la inspección ocular sonrió de medio lado. Sabía que ese gesto era algo aprendido, que era una forma de poner una distancia rápida e insalvable: Despreciar al otro para no darle la oportunidad de que ese otro lo haga antes. Supe que aquello era el residuo de un miedo a no caer bien, era algo que que sólo se aprende en la adolescencia cuando eres demasiado diferente al resto. Y también supe que ese gesto, casi obsceno, de recorrer con la mirada a otro, era lo único que le daba la seguridad necesaria, que en ese ritual la tranquilizaba y le servía para creer que llevaba algo de ventaja con respecto al desconocido de turno. Tras esa fachada podría ocultarse cualquier cosa, hasta la más frágil de las almas. Reconozco que me sentí molesto y eso quería decir que aquella mujer ejecutaba aquel ritual con la precisión que le daba la práctica constante de muchos años. Me repuse y le sonreí mirándole a los ojos. Naturalmente, aquello la desconcertó porque no esperaba una respuesta así. Y ese instante de duda, ese milisegundo en el que su falsa seguridad trataba de reorganizarse, fue el que aproveché para tomar la iniciativa. Algo que, si era listo, ya no abandonaría.
"Tú debes de ser L.B." dije sin dejar de mirarle a los ojos. No dijo nada, trató de mantener algo de aquella representación con el que trataba de inspirarme la idea de que estaba ante alguien acostumbrado a no tener fisuras. "¿Y bien? ¿Se te ha comido la lengua el gato?" le dije para dejar claro quien mandaba. "El gato me ha comido el... " me dijo en un tono chulesco y sin acaba la frase. En seguida se dio cuenta de que había caído en la provocación, que yo conocía el juego igual que ella y que no tenía sentido seguir con él. "¿Por qué no empezamos de nuevo? le dije en un tono más conciliador. "Está bien, pero ahora no entres en la habitación de María, esta mañana he estado hablando un rato con ella y ahora duerme. Será mejor que la dejemos descansar".

martes, 17 de junio de 2008

La noche es nuestra

Ella me mira. Ha salido a fumarse un cigarrillo a la terraza. "He salido a la terraza a fumarme un cigarrillo" dice. Yo no digo nada, le miro a los ojos y hago ese gesto con la mano con el que nunca sé exactamente qué quiero dar a entender y al que nadie se atreve a responder de ninguna forma porque seguro que tampoco saben qué es lo que quiero decir. Pero ella se ríe divertida. Se ríe de mí, de lo estúpido que debo parecerle. "¿Qué significa... eso?" e imita mi torpeza. "No sé" le digo. Le sonrío. Se acerca. Me molesta el humo de cigarrillo pero no se lo hago entender, en realidad quería estar solo pero ella ha despertado mi curiosidad. Generalmente las personas detectan en seguida que soy un ser poco sociable. Ella no. O sí pero le da igual. Valoro las dos opciones mientras viene hacia mí. Deber ser lo primero. "Te he visto ahí adentro" le digo mientras señalo la puerta de la terraza. Dentro, sigue el ruído de la fiesta y el rumor de la música de la que apenas sobresalen algunos agudos entre el retumbe de los tambores. "Y ahora aquí afuera" me dice ella "veo que veías Barrio Sésamo de pequeño. Una infancia difícil, ya veo". Empiezo a notar que se arrepiente de haber empezado a darme conversación. Ya no sonríe tanto. Ha dejado de acercarse. La distancia a la que estamos es algo más que prudencial. Es la distancia en la que el radio de su esfera de defensa toca con la mía. No hay invasión. Por una parte me tranquiliza, por otra me siento algo decepcionado, la creía más atrevida. Creí que se pondría a mi lado, apoyándose en la barandilla mirando en la misma dirección que yo. Diría algo así como "qué noche más... " y yo le diría que sí, pero no ocurre eso porque ella se ha quedado a un millón de kilómetros de los dos apoyados, hablando de cosas... sí, cosas. Pero ahora me acuerdo que no sé hablar de casi nada. "Qué noche más... bonita" le digo. Por dios, tuviste que decir "bonita", no había otra palabra, no hubo una conexión neuronal extraordinaria, hubo la interconexión de las dos más cercanas entre sí y éstas acordaron no dar muchas explicaciones. "Bonita", la noche es bonita, la lluvia en Sevilla es una maravilla. my taylor is rich. Dios, no se puede ser más imbécil. Sí, se puede pero no lo voy a decir. Ella parece relajarse. "Sí, hace una noche para salir a la terraza y mirar estrellas". Se relaja. Se relaja y tras un instante de duda, vuelve a acercarse a mí. Se apoya en la barandilla a mi lado. Miramos en la misma dirección, por encima de los tejados de Barcelona. "Me gusta mirar Barcelona desde aquí" me dice "No sé. Estos tejados tienen algo así como vida, desprenden un calor... no sé, un calor casi humano. Me gustaría pasearme descalza por ellos". A punto estoy de decirle que los tejados absorven el calor del sol durante el día y lo desprenden durante la noche pero no digo nada. Siento su piel al lado de la mía, lleva una de esas blusas sin mangas. Quisiera decirle que su piel despierta en mí lo que, probablemente a ella, el calor de los tejados. Me gustaría pasear mis palmas descalzas por el relieve de su cuerpo. Refresca. Una bocanada de aire nos pilla de sorpresa. Se le eriza la piel. Lo noto. La puerta de la terraza se abre. Aperece Fritz. Fritz es alto, Fritz es rubio y tiene los ojos como el mar. Tiene dos carreras, sabe seis idiomas. Fritz es, además buena gente, el yerno que toda madre querría. Fritz apenas sabe español para decir: "Estabas aquí". Viene hacia nosotros. Se apoya en la barandilla, al otro lado de ella. "Es una noche bonita" dice Fritz. "Sí, es una de esas noches en las que uno desea que no acaben" dice ella. "My taylor is rich" pienso yo, pero me callo.
Es de obligado cumplimiento aquello de que si tres son multitud, uno de los tres debe disolverse. Me da rabia, yo estaba antes, los tejados son míos, la noche es mía, incluso la palabra "bonita" era mía. "Bueno, yo voy abajo" digo. Ella me mira, yo la miro. Quiero creer que ve algo detrás de mis ojos, que puede sentir que yo podía recorrer su cuerpo bajo mis manos desnudas. Ella me sonríe y yo me voy. Bajo las escaleras. Al pasar por delante de la puerta del piso de Fritz me detengo. No quiero volver a la fiesta. Sigo bajando las escaleras y salgo a la calle. Empiezo a caminar en dirección a las Ramblas mientras me pregunto si alguien reparará, desde lo alto de alguna terraza, en las calles que serpentean bajo los tejados. Y si en una de esas calles, ella reparará en mí, en mi edad casi de piedra, o si, por el contrario, seguirá mirando sin ver las azoteas, esperando que Fritz se decida a darle un primer beso.

martes, 10 de junio de 2008

L.B.


Volví al piso de Carmen. Llamé al timbre y Sansón miró a través de la mirilla de la puerta. Tardó en abrir por lo que supuse que no estaba muy seguro de si debía dejarme entrar. Oí una voz femenina detrás de él que supuse sería la de Carmen. Supuse bien. Abrió la puerta y mientras Sansón me daba a entender que mi presencia allí seguía siendo una molestia, Carmen, vestida con un traje de chaqueta gris y zapatos negros de tacón alto, entraba en su despacho con prisa, cogía un bolso plano, negro y con aspecto de ser caro y volvía a salir al pasillo haciendo un ruido seco al caminar, un repiqueteo de pájaro carpintero probablemente a causa de lo estrecho de la falda y de las prisas por salir de allí. Sansón me miraba con desconfianza mientras su ama iba y venía, entraba y salía de las habitaciones, nerviosa, buscando algo que al final, estaba dentro del bolso. Si Carmen iba a salir, él la acompañaría en el coche. Eso quería decir que dejaban a María sola o que alguien había accedido a quedarse en la casa por si necesitara algo. "Salimos" dijo Carmen. "L.B. se queda con María. Te agredecería que no las molestaras. María y L.B. son amigas; está en buenas manos. María ha querido que la llamáramos". "Volveremos pronto" me advirtió Sansón.
No me fiaba de los movimientos de aquellos dos. Por un momento pensé que sería oportuno seguirles pero supuse que eso era precisamente lo que Sansón esperaba que hiciera. Es difícil ir detrás de alguien que sabe que le vas a seguir y extrema las precauciones. Así que desistí. "Me quedaré aquí" le dije sin saber si relamente lo haría y esperaría a que volvieran, quien sabe si con alguna sorpresa desagradable o por el contrario, me iría de allí y negociaría con ellos lo del dinero desde la distancia. Se fueron escaleras abajo. Antes de cerrar la puerta, Sansón me lanzó una última mirada amenazadora. Le sonreí. Se detuvo al cerrar la puerta ante mi provocación. "No me creo nada de lo que dices. Te pillaré y entonces no podrás esconderte, te cazaré como a un conejo". "Y si tan seguro estás ¿por qué no lo haces?" No dijo nada. Estaba claro que quien mandaba era Carmen y Carmen tenía demasiado que perder en todo ese asunto como para arrisegarse a que Sansón se estuviera equivocando. "¿Cuándo me darás la maldita dirección?" le pregunté. "Te interesa mucho esa dirección ¿por qué?" preguntó. "Eso no es de tu incumbecia" le dije volviéndole a sonreir. "Después de la fiesta lo sabrás" dijo en un tono burlón y misterioso, sonriéndome él esta vez. No me gustó aquel tono ni que hiciera mención de la fiesta. Hacía quince minutos de mi entrevista con Garr y Sansón ya estaba al corriente. Me sentía como una ratón de laboratorio participando de un experimento del que sospechaba iba a tener un final cruel y doloroso. Pero los ratones no piensan en qué pasará, buscan un premio, buscan comida. Yo buscaba un millón, buscaba saber de la madre de Cris y cumplir lo que le había prometido al muchacho.
Cuando Sansón cerró la puerta, me vino a la cabeza el hecho de que no estaba solo en el piso, que había otra persona allí. "L.B. Eso no es un nombre" me dije. ¿Dónde estaría? Avancé por el pasillo en dirección a la habitación de María. Al pasar por delante de una de las habitaciones a oscuras y que, casualmente estaba abierta, alguien. cuya silueta se confundía con el sillón donde estaba sentada, me dijo: "María está descansando"dijo. Y añadió: "Tú debes de ser el que le sacó de encima al hijo de J... el otro día en el bar. ¿Siempre vas por ahí creando problemas a los demás?" "Más o menos" le dije. Se levantó de la silla y se acercó a la luz del pasillo. Era una mujer muy alta, probablemente por encima del metro y noventa centímetros y de complexión musculosa. Cuando se quedó en el umbral de la puerta de la habitación pude verla mejor. Morena, con el pelo largo, los ojos oscuros, entre tristes y fieros, los pómulos y la barbilla ligermente pronunciados, la boca pequeña y de gruesos labios, la piel morena y pecosa, de haber invertido mucho tiempo en tomar el sol y haberlo hecho a conciencia. Vestía completamente de negro y tenía ese aire desgarbado de los delgados en exceso huesudos. Debía rondar los treinta y pocos y, sin embargo, parecía, a simple vista, que estaba de vuelta de casi todo, y entre ese "casi todo" estaban incluídos los tipos como yo.

domingo, 1 de junio de 2008

Madera

Me gusta el tacto de la madera desnuda. Me gusta pasar la mano por el lomo de una puerta recién se le ha pasado el cepillo. Al animal que llevo dentro debe de recordarle el árbol de donde bajó un día.
Me gusta el tacto de tu cuerpo desnudo. Me gusta acariciar los valles y los surcos, el suave desierto y el astillado bosque de tu mundo. Al animal que llevo dentro debe de recordarle el paraíso primigenio, el cual echa de menos todos los días de su vida.