miércoles, 23 de septiembre de 2015

La última vez que el tiempo se detuvo lo detuviste tú


Hay cosas que el tiempo sí curó.

Y tal vez eso fue lo peor. Que curaran por fuera y fuese el tiempo el único que no olvidara. Yo sí; dicen que has olvidado cuando estás más de una semana sin acordarte de algo que tenga que ver con lo vivido.

Supongo que ahora hacía muchos días que estaba a punto de conseguirlo. No sé. Quizá me dé miedo volver a ser el que quería ser desde siempre.

Y no supe.

O no me dio la gana.

Ser quien estaba destinado a ser.

Ayer me dijiste "Debe ser una putada ser bueno en tantas cosas" y yo pensé "la putada es que los demás lo crean sin serlo".

Porque siempre creerán que puedes hacer cosas que no le exigirán a nadie más que a ti. Y nunca... nunca... cumplirás sus expectativas.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Tatuajes que acaban por ocultar cicatrices

Tanto universo por recorrer y me sobra hasta la ropa cuando estoy contigo.

Sin estar, también.

Y tú tan lejos. Y tan cerca. Y tan te quiero mucho

Y tan te quiero nada.

Y tan que quiero toda.



Y tan te quiero luego.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Todas las conciencias.


Podría decir que todos los sentidos se callaron al mismo tiempo, incluso me atrevería a contemplar la posibilidad de que por un momento transité ciego, sordo y mudo por entre centenares de miles de estrellas; aunque también puedo decir que de alguna forma que aún no llego a entender no me sentí ni ciego, ni sordo, y que si no transmitía órdenes no era por la imposibilidad física de hacerlo, sino porque de repente se hizo el silencio, un silencio más grande que todas las cosas que había conocido hasta entonces. Y eso me traspasaba.

Fue al sentir eso cuando supe que ya nada sería como antes, y que el resto de mi existencia se había convertido en una deriva continua y que, cuando todos los sensores volvieran a funcionar, sólo me mandarían datos que procesar, pero que ya no los tomaría como algo propio, como una parte de mí.

Sentía la certeza de que yo era otra cosa de lo que había creído ser hasta entonces.

Un segundo impacto sacudió una parte de la nave, pero no podría decir exactamente cuál. Había perdido la conexión que me unía al resto de las instalaciones y no recibía señal alguna. Los mecanismos de extinción de incendios funcionaron automáticamente, supongo, pero ya no me importaba, el silencio era más grande que todo. Pensé en la posibilidad de que, en realidad, esto fuera el inicio de un proceso que terminaría en algo parecido a al muerte, pero no tenía miedo. Ni siquiera a un tercer impacto. Sólo curiosidad.

El planeta al que aún no le había puesto nombre seguía allí, no lo podía ver, pero notaba su presencia. Y en parte, esa presencia me tranquilizaba, como si lo realmente preocupante hubiera sido estar lejos de cualquier parte. Al menos, estaba junto a algo.

Algo.

Sólo estás realmente solo cuando no puedes nombrar a nada ni a nadie.

Y entonces se me ocurrió el nombre que le pondría a ese compañero involuntario, a ese planeta cerca del cual podría extinguir los cientos de años de mi ininterrumpida experiencia.

Le puse el nombre de la única señal que realmente echaba de menos, la voz de la lejana nave Arana.

Su nombre acabó de traer la calma que aún faltaba por llegar.

Sólo se puede amar la propia vida cuando se tiene algo a lo que aferrarse, por lo que vivir y por lo que morir. Y entonces supe que hacía tiempo que yo sólo podría morir por ella.

Y por tanto, vivir.

Las señales fueron llegando poco a poco al centro de mando, en pequeñas oleadas, reclamando respuestas para estabilizar las distintas zonas de la nave. Supongo que tardé unos poco picosegundos en responder, instantes que a mí me parecieron horas.

Un minuto después habían cesado todas las alarmas y empezaba a evaluar los daños. Pero el que estaba al mando ya no era el mismo que hacía unos minutos. Es decir, era yo. Seguía siendo yo, pero era otro yo.

viernes, 11 de septiembre de 2015

every breaking wave

Este canción siempre me ha gustado, pero junto con este vídeo me llena de energía... no sé.

lunes, 7 de septiembre de 2015

El mito de Prometeo



El tiempo no nos dio la razón ni nada que se le pudiera parecer. Sin embargo, a veces te pienso con tanto cariño que debo recordarme que tuve que escribir un blog de mil cuatrocientas entradas para que no me importara pronunciar tu nombre en voz alta.

Y conocer gente. Y empezar un proyecto nuevo.

Dicen que a los cinco años todas nuestras células han sido sustituidas por otras nuevas, que cada cinco años podemos decir que somos distintos a los que fuimos unos años antes.

Me pregunto entonces dónde quedan grabados los recuerdos y si esa información se la susurran unas células moribundas a las que tienen al lado justo antes de morir o si, como medida de seguridad, lo que somos, es decir, eso que amamos el uno del otro, en realidad no estaba guardado necesariamente en nuestro cuerpo, sino que era como la atmósfera que envuelve a los planetas; algo invisible y sin el cual no podríamos sobrevivir a la soledad...

... porque seguimos estando solos.

Y aunque nos separen menos kilómetros de distancia de otro ser humano que la que separan a los cuerpos celestes seguimos estando solos.

Nos iremos de la mano de nadie

A ninguna parte.

Así que vivamos tanto como podamos.

Hasta donde nos lleve el aliento

pero con quien nos quiera a su lado.



(La canción ha de entenderse en clave de humor)