martes, 3 de agosto de 2021

Una semana

 



Ya han pasado nueve días. No sé si queda espacio para la esperanza. En realidad no sabemos nada... y en ese caso se aplica aquello de que todo lo que no sean malas noticias son buenas noticias. El caso es que mi hermana murió y resucitó hace nueve días. 

Se le paró el corazón, pero habían llegado los equipos de emergencia cuando pasó y pudieron reanimarla. No sabemos cuánto tiempo duró. El tiempo es el parámetro que mide su recuperación. A mayor tiempo en parada, más secuelas neurológicas. Escribo esto desde el optimismo, pero no puedo dejar de pensar que la vi como se había ido volando hacia el otro lado de las nubes, y que en el último momento regresó.

No sé si era su intención. Las personas tenemos una forma muy eficiente de destruir nuestras vidas. Supongo que romperlas poco a poco es menos siniestro que estrellarlas contra el suelo, pero en el fondo es lo mismo. 

Seguimos esperando. Desde el hospital llaman entre 1 y 3 de la tarde para darnos información y que estemos al corriente de cómo evoluciona. No nos dejan entrar por el protocolo COVID-19. Nada presencial. Todo ahora es a distancia. 

Me pregunto qué responsabilidad tenemos cada uno en las vidas que se destruyen a nuestro alrededor sin que podamos, aparentemente, hacer nada.