domingo, 3 de abril de 2022

El color de su voz

Me dice que el amor es un lenguaje y que las diferentes formas de querer son como los acentos, me dice que no se acostumbra a esa manera mía de quererla, que hablamos idiomas distintos y que un día uno tendrá que aprender el vocabulario del otro, y si yo seré capaz de acostumbrarme a sus costumbres, a susurrarle con mis manos las palabras precisas que su cuerpo necesita escuchar. 

Conocerla a ella, a mi edad, ha sido algo así como un regalo inesperado que ya no esperaba encontrar. Sé que es la oportunidad que se presenta cuando se ha terminado el blíster de las oportunidades, la razón por la que el corazón aún seguía latiendo contra todo pronóstico, eso de que si existe algo o alguien que mueve los hilos, aún se acuerda de mí.

Cuando ya no quedaban motivos y sólo rutinas, cuando las mañanas se hacían trampolines desde los que saltar a una piscina de agua helada, cuando ya no pensaba que podía volver a querer y sentirme querido, y ese idioma del que ella habla había perdido la capacidad de incorporar nuevas y hermosas palabras, apareció ella para transformar toda la prosa en algo que se parece tanto a la poesía que a veces puedo sentirme vivo. Con miedo a que todo vuelva a ser como antes, pero vivo.

Tengo la intuición de que ahora, por fin sí, tendré la fuerza para ser quien siempre he sido y cambié por ese cúmulo de rutinas que me mantenían en una inercia que me ayudaba a malvivir. Me pregunto por qué hacemos esas cosas, por qué nos convertimos en un personaje al que interpretar y dejamos a un lado a quien realmente somos.