lunes, 24 de septiembre de 2018

La versión sin revisar de la vida con la que soñé soñar.



Daría (Hubiese dado) cualquier cosa por haber sabido escribir de verdad. No digo haberme dedicado a eso; sino haber podido comprender el secreto que une a las palabras para contar historias. Haber empezado algo que fuera como la primera frase de Cien años de Soledad, la primera página de Lolita, los cientos de páginas que no dicen nada en concreto pero que lo dicen todo de cualquier novela de Paul Auster.

Pero decidí perder la vida. Romperla. Destriparla sin sentido. Es imporante saber qué quieres ser y qué quieres hacer cuanto antes.

A veces me pregunto si saldré de en dónde me he metido. Si alguna vez dejaré de soñar con dejar de soñar.

Si diré que valió la pena.

Que al fin y a cabo, elegí la mejor peor opción.

Que no tuve alternativa.

Qué salvé un millón de vidas

O ninguna, pero que mereció la pena intentarlo.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Arbre que mira farola



Siempre pensaba que un llegaría el día en el que todo se arreglaría.

Pero no.

Nunca llega.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Re-septiembre



Septiembre siempre fue mi mes más triste. No me gustaba el colegio. No me gustaba tener que volver a la cárcel después de un permiso de tres meses. Vivía aquello como un castigo. Recuerdo que, entonces, los colegios eran mucho más severos de lo que lo son ahora. En el mío aún se pegaba por cosas insignificantes. Supongo que uno se acostumbra a todo; a la disciplina y al azar. No importa lo que hagas. Lo importante es que no te pillen y, a veces, eso no depende de uno mismo; depende de factores incontrolables.

Podría contar lo que he pensado y he sentido estos días difíciles de agosto, pero creo que no merece la pena. No he llegado a conclusiones que me dejen en buen lugar, ni he encontrado soluciones que me ayuden a corto plazo.

Como siempre, vuelve la tristeza. Una tristeza infinita que no sé de dónde viene y que me arrastra. Elegí mal momento para que entrara de nuevo en mi vida. Nunca sé elegir.

Imagino que nadie elige del todo bien. Somos un poco lo que sobra de los periodos que empiezan con esas malas decisiones, hasta que ya no queda nada.

Y de mí cada vez queda menos.

Me he perdido y he llegado a un lugar del que no sé salir.

Ahora ya no.

Me niego a buscar la salida que todo el mundo me indica. A pesar de todo, sigo creyendo más en mí que en todo lo que hay fuera.

Ya he dejado de confiar y he dejado de querer.

Este verano ha sido devastado en eso.

Este último año ha sido uno de mis peores años.

Aún así no importa.

Creo que el niño que fui seguiría confiando en el hombre que soy. Y eso me da fuerzas. Es lo único que me da fuerzas.