miércoles, 16 de diciembre de 2020

El lugar al que queremos llegar

Diría que el sentido de la vida es tratar de vivirla con todos los sentidos.

martes, 8 de diciembre de 2020

Es por ti


 

No sé si sabré escribir en tercera persona. Tengo la sensación de que si no he escrito nunca nada largo es porque sé que no sé escribir como si fuera otro el que lo cuenta. Me pregunto si alguna duda similara a esa me ha confundido algún otro aspecto de mi vida y si eso es lo que me ha llevado a vivir esta vida a medias que vivo, haciendo demasiadas cosas al mismo tiempo y sin acabar de apostarlo todo por alguna en detrimento de las otras.

Creo que algunas veces lo intenté y no pude. Aunque aparentara que lo daba todo por un proyecto siempre tenía en la cabeza otro tan ambicioso o más; cuando he acabado de presentar una patente ya tengo otra que la supera. Y no soy malo en ello. He ganado premios de innovación y he viajado por medio mundo invitado por organizaciones y universidades importantes: Silicon Valley, Zurich... reuniones con UCLA, MIT, proyectos con universidades y grandes empresas europeas... Mi agente de patentes dice que las mías son muy buenas, algunas alcanzaron la máxima valoración por parte de los evaluadores de agencia europea de patentes, e incluso una la catalogaron de estratégica para los intereses de la Unión Europea; pero sigo sintiendo esa voz que me dice que no soy lo suficientemente bueno en nada. 

Me gustaría saber escribir esa historia en la que le doy forma a todo eso que llevo años imaginando. No sé si tendré tiempo, si debí empezar a escribirla hace años, el caso es que sólo hace unos meses que la tengo clara y que necesita salir de mí, de que ésta es la historia de mi vida, el porqué estoy aquí, la razón por la que sobreviví al accidente de coche de hace veinticinco años, la histora que debe ser contada a través de mí.

Y claro, tengo miedo a no saber hacerlo. Como en tantas cosas antes, el fracaso es la opción con más opciones y no me siento preparado. 

Hace un año me propuse leer las novelas con más éxito en los últimos años para aprender cómo se abren y cierran subtramas, qué personajes van a estar y dónde va a transcurrir la historia y me di cuenta que ese no era el problema, que mi problema es otro... que apenas sé escribir de forma literaria. Antes pensaba que eso era algo bueno, porque podía expresar las cosas de forma sencilla y directa; pero luego me he ido dando cuenta de que el placer de leer tiene que ver tanto con el lenguaje como con la historia que cuenta.

Que una novela es un cuento que hay que saber contar, una guía de viajes y no un mapa, un diario íntimo y no un currículum. Y creo que todo eso se me ha ido olvidando mientras la historia crecía en mí, la otra parte que soy (o que era) fue perdiendo el contacto con los contadores de historias... y queriendo ser las dos cosas, ahora tengo la sensación de que no soy ninguna de ellas.

Supongo que sólo lo podré saber en cuanto empiece a escribir.

También tengo la sensación de que tengo que escribirla pronto o alguien se me adelantará.




miércoles, 2 de diciembre de 2020

Siempre habrá un lugar en el que sentarse con los pies colgando y mirar la puesta de sol.




No creo que te hubiera gustado que el personaje de mi novela se pareciese a ti. Desde que la historia se enraizó en mí, los personajes y sus conflictos empezaron a tomar vida propia y con ella todos los secretos que les pertenecen. Imagino que esto sucede porque nada ni nadie creado artificialmente es realmente de quien les da vida, que los que inventamos historias apenas somos un vehículo por el que circulan circunstancias y patrones de algo que es más grande que la misma trama, y que ésta no es otra cosa que un lugar en el que vivimos como un pez dentro del agua. O como tú y yo en esta maraña de líneas invisibles que van desde mi teclado a tu pantalla; un lugar sin ubicación ni tiempo estable de vida, y que dura lo que dura el centelleante palpitar de los leds en la caja de un servidor en un oscuro centro de datos, este sí físicamente real, en algún lugar recóndito del planeta.

Pero tengo que decirte que si hubiera podido elegir,  me hubiera gustado que el protagonista de mi novela se pareciese a ti. No sé si por que me gusta quien intuyo que eres, si no porque hubiese sido la manera de perpetuarte de una forma tangible, de que no te fueras nunca del todo cuando el tiempo nos devuelva al instante previo a conocernos. Pensar que los días que pasen nos devuelvan cada vez con menos frecuencia la sensación de que les falta algo, que nos dejen sin la posibilidad de pensar en el uno en el otro, hasta que ocupemos nuestro día con otra persona que haga arder todo lo que fuimos, o lo que quisimos ser.

Que no sea nadie en esta historia.

Que sepa estar.

Que ocupe nuestro lugar.

Me hubiera gustado escribir mejor para poder contar algo que mereciera la pena, ya lo sabes; algo a lo que poder darle la vida que merece ser leída.

A veces, cuando más cerca creo que estoy, más lejos siento que me encuentro.

No sé si es demasiado tarde.



 

martes, 24 de noviembre de 2020

La historia de cómo te encontré después de más de cien vidas buscándote.




Algunas noches me despierto porque me llama una información desde alguna parte del universo. Hace unos meses fue Spinoza, anoche fue Tesla. 

Todo conforma una idea que hace tiempo que vengo desarrollando, no sé si alguien más en este planeta lo habrá pensado antes y si es así, si habrá puesto el empeño en llegar a ello. Lo cierto es que lentamente va cuajando en forma de texto y cada vez con más frecuencia tengo la sensación de que ese texto era mi misión para esta vida, que a través de esto todo lo que he hecho hasta ahora cobra sentido: este amor infiel por la literatura de aventuras; Stevenson, Verne, García Márquez (sí, el realismo mágico es otra forma de viajar a mundos improbables), los ingratos años de ingeniería, la escuela de narrativa que hay al lado del cementerio de los libros olvidados, los años de investigar con biosensores, las largas noches de inventos portátiles, mi vida (y la usencia de ésta) social, la extraña (que se convirtió en natural) costumbre de escribirte casi todos los días, dar más importancia a lo simbólico que a lo real, los viajes a los confines del mundo y a las personas que conocí en ellos...

Me pregunto qué más tiene que pasar y si llegaré a tiempo de transmitir esto de lo que, probablemente, no tengo nada mío.

Ahora lo sé.

Somos algo que transmite señales a través nuestro.

Electrolitos de una inteligencia superior que nos envuelve como el agua a los peces.

Meros ladrillos de una construcción infinita.

Habitantes de algo llamado Tierra compuesto prácticamente en su totalidad por Agua.

Balbuceando los primeros sonidos articulados de un lenguaje cósmico, cuántico, infinito... con tantas combinaciones como estrellas hay en todas las galaxias de todos los universos.

Esta noche ha sido otra noche de despertar. Habrá otras. Ahora ya sé para qué estaba preparándome, aunque ya lo intuía, desde hoy lo sé.

Gracias por acompañarme en este camino.


 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Demasiado tiempo



Creo que todos estos años no he tenido un post abierto sin escribir una sola línea. Debo de llevar un día y medio sin atreverme ni a cerrar el ordenador.

No creo que pueda salir nada que tenga que ver con lo que pienso o siento. Estoy, literalmente, seco. Si me hubieran preguntado cuando era niño cómo me gustaría que fuese mi vida a la puerta de los cincuenta, primero no me imaginaría lo que significan los cincuenta en la vida. Creo que, en realidad, un niño no es capaz de imaginar algo así, pero si hiciéramos esa suposición, creo que habría una mezcla de "esta bien así" y un "pero se puede saber qué has hecho con nuestra vida". Al menos hoy, miércoles dieciocho de noviembre del año la pandemia, creo que pensaría que qué bien ser ingeniero, inventor y medio científico, pero qué raro es estar solo y qué mierda tener todo eso de la responsabilidad.

Me imagino que repasaríamos las oportunidades perdidas y las oportunidades bien desaprovechadas. Supongo que nos sentaríamos encima de un muro, con los pies colgado y comeríamos pipas y golosinas, y hablaríamos como dos adultos-niños, porque yo aún sigo sin comprender el mundo de los mayores a pesar de que me camuflo muy bien y no se nota.

Tal vez tomáramos alguna decisión para de aquí en adelante, para cuando acabe la pandemia o para cuando todo se acabe convirtiendo en algo normal. 


 

lunes, 16 de noviembre de 2020

El plan establecido

 


Sabíamos que el tiempo iba a abrir heridas al tiempo que cerraba otras. Es lo que tiene vivir y querer hacer cosas: que sales herido a poco que lo intentes; que hieres a otros, que disparas y te disparan, y que siempre es mejor disparar antes de que lo haga el otro.

Porque si perdonas tu oportunidad, el otro puede que no deje pasar la suya. Y casi nunca ocurre eso.

Puede que el amor no sea eso, pero las relaciones humanas sí.

Nadie va pensar desde donde tú estás.

Ni desde tus motivaciones.

Todos van a querer lo tuyo y salvaguardar lo que consideran suyo.

Que no le importas a nadie más de lo que se importa a sí mismo.

Que somos animales de morder y arañar, o salir corriendo

Y que quedarse es admitir que puede que no haya un mañana.

Ni un tiempo en el que retroceder y cambiar esa decisión.

Y el azar. Que lo desmonta todo cuando más falta te hace que las cosas sigan el plan establecido.





domingo, 8 de noviembre de 2020

The Rider




No sé cuántas veces he escrito este post y lo he acabado borrando. Así que esta vez lo voy a dejar tal y como salga. Hace tiempo que me voy dando cuenta de que ya no soy ni la mitad de lo que era (o de lo que creía ser). Si las células del cerpo humano se regeneran todas en siete años más o menos, probablemente sea verdad y tú y yo somos dos seres distintos, con átomos dispersos por todo el universo, me pregunto cuántos, y sin nada que ver con las personas que se encontraron. 

Puede que para las células que ya no viven en nosotros, nuestra vida es algo así como una eternidad incomprensible, algo que existía antes y que seguirá existiendo después a ellas; una inteligencia superior que las ignoraba al mismo tiempo que no podía vivir sin una sola de ellas.

A veces pienso que la humanidad es lo mismo, aunque más que pensarlo, lo "siento". Si cierro los ojos puedo sentirme parte de ese todo al mismo tiempo que me siento infinitamente solo, sólo apenas consciente de que tarde o temprano desapareceré para dejar paso a otra célula con la que esa comunidad humana seguirá adelante sin mí.

Ya sé que no es nada original. Creo que madurar es saber que ya nunca serás original del todo; que al final todas las historias se parecen, que todos los textos escritos desde la primera pintura rupestre de la historia hablan, en realidad, de lo mismo, de traspasar algo que no comprendemos, como una célula transmite su información genética a la siguiente, pero que nos es imposible no hacerlo visible al resto y que, al comunicarlo nos volvemos un poco más conscientes de quién somos, de que no fue tan en vano haber vivido. Si destilaramos la esencia de todo lenguaje (desde las miradas al de las supercomputadoras, de las manos del alfarero a la inteligencia artificial) todo sería lo mismo: un océano hecho del mismo agua, inabarcable, con sus corrientes y temperaturas, con sus profunidades, con sus hielos, o como fondo en las fotos de tus pies con las que inugurabas el vereno.

Estos días me cuesta controlar lo que pienso. Me gustaría poder podar todos los automatismos aprendidos de generación en generación de células que nacieron y murieron en mi. Me gustaría creer que si aún escribo es porque aún cabe la esperanza de que un puñado de ellas tome el mando y cree un hombre completamente nuevo capaz de iniciar todo de nuevo, sin los prejuicios y miedos con los que mi yo ha ido anquilosando mi ser a esta realidad a la que, en lugar de servirme, rindo pleitesía cada día que al levantarme pongo los pies en el suelo.

Puede que, al final, este acto de escribir y decidir que no tocaré nada de lo escrito, no sea otra cosa más que seguir transmitiendo como esas balizas que señalan el punto exacto donde se ha producido un naufragio, pero también puede que sea una declaración de intenciones de ese grupúsculo de células que han decidido tomar el mando en pos de algo infinitamente nuevo. 

Porque todos los días son el primero del resto de nuestras vidas. Aunque nos quedaran diez días, o solo dos, o mil, merecen ser vividos como si algo dentro de nosotros se sublevara y se atreviese a vivirlos  como nos merecemos.

Sin excepción.

Como si no hubiera una segunda oportunidad.

Como si no pudieras reescribir una sola línea del texto que dejas ir.

Sin arrepentirte de no haberte arrepentido otra vez.

Sabiendo que es otro día más.


 

martes, 6 de octubre de 2020

Inercias

 


Suena como el chasquido que hace una rama al romperse cuando la pisas en el bosque. Y como esa rama, tampoco va a volver al estado anterior a que se encontrara con la suela de tu bota. 

No sé cuántas veces llevo ni por cuántos sitios se ha roto la mía.

Con los años he aprendido que nunca aprendo, que aún no sé el porqué de esa pequeña llama que dentro de mí sigue ardiendo por mucho que la quiera apagar. 

No debería ilusionarme por nada, me digo. No debería creer que algo, alguna vez, saldrá bien.

A veces pienso que soy como esos edificios que sólo se sostienen porque lo soportan los que están a los lados. 

Siempre fue así, es decir, yo ya era así de niño.

Creo que me he involucrado demasiado en eso de seguir vivo y hacer cosas y ya no hay marcha atrás. 

Cada vez es más difícil no poner un evento límite.

Y aunque sé que puedo más, no quiero poder más.

Pero cuando menos te lo esperas, surge algo que te da un empujoncito más con la que proseguir la inercia.

Y olvidas y todo vuelve a empezar sin que te des cuenta. Y vives un día tras otro haciendo planes y sin que la llama se apague.

Hasta que otro día vuelves a sentir un chasquido.

Y todo vuelve a empezar, y todo termina y tú sigues ahí, preguntándote lo mismo que te has preguntado siempre, volviendo a fingir que la pena merece la pena. 

Si tienes suerte, algo te distrae (de nuevo) hasta llegar al siguiente lugar del bosque donde te está esperando otra rama muerta para decirte que todo esto no es más que la consecuencia de querer andar por el bosque.

Como si hubiera un porqué.

Pero no lo hay.

Sólo alguien que te mira y, mientras piensas que vivirías para siempre en esa mirada, te dice que ya no más.

y chas!

Gracias por el regalo


viernes, 25 de septiembre de 2020

Tierra



Nunca hubiera imaginado que acabaría aquí ni que todo lo por lo que había estado peleando iba a convertirse en realidad. Cuando empecé en esto de las tecnologías limpias no había muchas empresas como la que pretendía crear. Ahora todos se apuntan a la nueva era. Y me alegro tanto...

Estábamos dañándonos a nosotros mismos casi sin darnos cuenta. Tengo la amarga sensación de haber empezado demasiado pronto y haberme jugado demasiadas cosas y por tanto, haberme perdido la vida y habérsela hecho perder a las personas a las que tenía cerca.

Imagino que es el precio de llegar a esta parte de la madurez con algo así como una misión cumplida y, aunque el mundo cada día sea más difícil de cambiar, haberlo cambiado aunque sea sólo un poco. 

Y poder contarlo como si fuera una historia.

Porque al final se trata de eso: dejar un bonito relato aunque esté escrito a medianoche y a miles de kilómetros de donde has nacido y ha transcurrido todo.

El equivalente a contar historias alrededor de una fogata hace miles de años. Cuando todo estaba por hacer y nadie imaginaba lo que podríamos construir (y destruir).

Imagino que las cosas empiezan así.

Y se terminan también así.



jueves, 24 de septiembre de 2020

Nada


 

Tengo que escribir dos informes que pueden cambiarme la vida en pocos días, pero no soy capaz de hacerlo. Algo impide que pueda saber por dónde empezar. No será porque no me pongo horas delante del ordenador, pero siguen en blanco.

No imaginaba que la muerte de Ulises me afectara así. Pensé que me pondría triste y que lo echaría de menos, pero creo que es algo así como la gota que colma el vaso, que lo llena hasta mucho más allá de desbordarlo. 

Penélope sigue buscándolo por la casa. Husmea es suelo persiguiendo un rastro... Debe de haber miles de huellas que Ulises que llevan a otras miles de partes de la casa. No sé cuánto tiempo va a poder aguantar sola. Si yo estoy así, con todo el mundo a mi alcance, ¿qué no sentirá ella, que era todo su universo, su guía, su amante? No quiero ni pensarlo.

Come bien, se pasa las horas sentada en una silla, pero en cuanto llego y le pongo la comida, la devora en minutos. Luego viene hacia mí y ronronea. Se deja acariciar. Estuve siete años hasta que pude acariciarla y diez hasta que se sintiera a gusto con mi mano en contacto con su lomo, pero ahora que no está Ulises soy lo único que tiene y me paso el día trabajando. Me gustaría poder jugar con ella más, pero cuando estoy un rato en casa, vuelve a la silla. Y entonces pienso que la vida es una mierda, que estas cosas no deberían pasar nunca, que nadie merece estar tan solo, y que tarde o temprano morirá sola, como imagino que algún día yo también moriré solo, que a pesar que el destino es una incógnita, si hay algo cierto, es que nadie nos acompañará en nuestro último viaje.

Estoy convencido de que cuando morimos vamos a otra parte y nos volvemos de otra forma mucho menos egoísta, que el problema es vivir como si no fuéramos a morir nunca. Si supiera que voy a morir en unos días no escribiría esos informes, no sé lo que haría, pero eso no. Supongo que es lo que me pasa: que sé que no voy a morir mañana, pero sé que existe una posibilidad en que lo haga.

Me dolería morir sin haber escrito una novela, pero imagino que me pasa como con esos informes, que no soy capaz de hacerlo poco a poco, que hace tiempo que debería haberme roto y no lo he hecho, con la esperanza de que un día algo me recomponga y pueda continuar hacia adelante.

Como uno de esos personajes de Auster, el de El Palacio de la Luna, pero no es lo mismo. Mis frases favoritas empiezan por "algún día.." o "me hubiera gustado que..." 

Este 2020 se está llevando todo lo que quería. 

No de la forma trágica que lo hace con otras personas.

Hoy he vuelto a pensar en ti casi todo el día. Hacía tiempo que no lo hacía. Estuve a punto de enviarte un whatsapp, pero pensé que tu vida iba por otro camino y que no quería ser una molestia, o lo que es peor, darme cuenta de que lo soy sin que tú me lo digas.

Al fin y al cabo, ¿quién soy yo para interrumpir la vida reconstruida de nadie? 

¿Quién soy yo para creerme más importante que lo que has decidido hacer y has hecho?


A veces me pregunto si Carmen Laforet escucharía este tipo de canciones y si volvería a escribir Nada al hacerlo. Y si a mi edad esto esta bien. Si debería escuchar canciones de más calidad

lunes, 21 de septiembre de 2020

Penny López



Iba a llamarse Lola, pero como llegó un año después que Ulises, acabó por llamarse Penélope, aunque a mi madre le diera por llamarla PeneLópez, y por tanto fuera la primera gata que sin quererlo tuvo un apellido, aunque no le correspondiera.

Vivió toda su vida junto a Ulises para desmentir a Homero, aunque cuando éste decidía darse una vuelta por los tejados, ella, que era más menudita y no podía saltar tan alto, se tuviera que quedar esperando a que volviera.

Ulises era su vida, no podía estar ni diez minutos sin saber dónde estaba. A veces se tumbaba cerca de él (pero fuera de su alcance) y se pasaba horas mirándolo. Hasta que se levantaba y ella lo hacía también para seguirlo.

A Ulises, que era un gato callejero y propenso a las peleas con otros animales del barrio, Penélope no le hacía demasiada gracia. Dormían juntos en invierno, pero cuando llegaba la primavera siempre se iban cada uno a un lado de la casa... hasta que a Penélope le daba por jugar e iba a buscarlo para pelearse, aunque siempre perdiera y fuera el otro el que diera el juego por terminado con soplido o un capón.

Nunca se mordieron o se hicieron un arañazo. Todo se acababa por rendición. Creo que si los animales pueden admirarse el uno al otro, ella, la López admiraba al Odiseo. 

Lo vió enfermarse e ir perdiendo facultades. Imagino que a veces estuvo a punto de salir a buscar ayuda, pero como no sabía lo que le pasaba, desechó la idea por no saber qué decirle al veterinario. Lo dejó en mis manos, lo que no sé si acabó creyendo que fue una mala idea.

 Nunca creí que el que Ulises se fuera al cielo de los gatos afectara tanto a su compañera de toda la vida. Se quedó sentada en una silla todo el día. No se atrevía a pasar a la parte de la casa donde había muerto su alma gemela. 

A veces la sorprendí en la terraza, llamándolo como cuando se iba por los tejados en busca de aventuras. 

No sé qué hacer con ella. Es una gata anciana atada a una soledad que no tiene la posibilidad de transformarse en otra cosa. Cuando llegue el invierno buscará un calor que no podrá tener y dormirá soñando con que Ulises vuelve un día de éstos y todo será como antes.

A veces me pregunto si al ponerles esos nombres no les di también un destino. O si por el contrario, ellos ya se llamaban así antes de yo conocerlos y no influyó que unos meses antes leyera la Odisea.

En cualquier caso, dados los acontecimientos de estos últimos meses, sospecho que va a ser un invierno duro para todos.

 


Me pregunto si piensa en él, y si le habla como si estuviera. O si reza por las noches, o si sólo espera que esté allí cuando ella se vaya al cielo de los gatos.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Más allá del cielo de los gatos.

 


Estoy seguro que cuando abrí la puerta de casa Ulises vino a recibirme corriendo con el rabo erguido para decirme "mira, me he curado del todo. Ya puedo saltar y correr como antes", y supongo que se extrañó de que yo no lo dejara todo en el suelo y me agachara a acariciarlo, que siguiera como si él no estuviera allí.

E imagino también que me siguió intentando rozarme las piernas, con cuidado de que no le pisara, hasta la habitación donde tenía su minúscula guarida y vio cómo me agachaba, mientras pensaba "¿qué hace éste? ¿No ve que no estoy ahí, que estoy aquí?"

Y escuchó que le llamaba "Ulises", y que le acariciaba la cabeza a ese fantasma inerte que sí estaba allí. 

No soy capaz de imaginar qué pensó Ulises al verme recoger su cuerpo y depositarlo en la cama, ni si sabía que significaba aquello; ni si se puso triste o sintió que aquello era el inicio de otro algo que no podía comprender aún.

Lo que sí sé es que cuando me vio llorar se acercó y se frotó contra mí con todas sus fuerzas y quizá sintió haberse muerto. "No puede hacer nada para quedarme a tu lado. Sucedió sin darme cuenta y no lo supe hasta ahora". 

Y si pudo leer lo que yo pensaba, en que no creí hacer lo suficiente, entonces entendió que le estuviese llevando al veterinario tantas veces durante las últimas semanas, o que le obligara a comer y a beber con aquella odiosa jeringuilla, y que me despidiera de él como si fuera la última cada vez que salía de casa.

No sé si pudo entenderlo todo; que todos estos años, cuando pude hacer algo y no lo hice: vender la casa, irme a vivir a otro lugar con otras personas, irme al extranjero, fue siempre para quedarme junto a él. Y que me compensó lo que recibí a cambio. 

A pesar de este último año.

No sé si tuvo tiempo de entender eso antes de emprender el viaje hacia el cielo de los gatos. Me gustaría creer que sí. Y que al pasar por la puerta del cielo de los hombres reconoció a mi padre y fue corriendo hacia él como cuando venía a mi casa. Y que jugaron. Y que decidieron adoptarse el uno al otro y quedarse juntos para siempre.




Porque si he sentido amor, si me he sentido querido de verdad, si al encarnarme en este cuerpo y decidir que ésta iba a ser mi vida tuve claro algo es que lo hice sabiendo que iba a experimentar esa camaradería de la que ya sólo me queda la esperanza de ir a buscar, espero que un lejano día, más allá del cielo de los gatos. 


martes, 15 de septiembre de 2020

Siete vidas




A veces las cosas son difíciles sólo para poder reponer a ellas. 

Hace años, alguien me dijo que al final siempre se gana, o tienes una gran alegría o una gran lección que te servirá el resto de tu vida. 

Y una mierda.

Cansado de grandes lecciones, porque soy de los que no aprendo. Los idealistas deberían saber que tras una gran lección siempre habrá otra oportunidad para cagarla, probablemente de la misma forma, o parecida. Porque para algunos el mundo está hecho de ilusiones, de proyectos y de futuros diferentes. 

El mundo está hecho de esas ideas, de esas ganas de mejorar las cosas.

Luego vienen los financieros. Los que hacen dinero con los proyectos de los demás. La humanidad es la historia de esa puta simbiosis.

Bueno, claro, todo es mucho más complejo, pero esto no es un post de antropología. Es lo que es. Y casi siempre es nada.

Escribirte pensando que me lees. Y últimamente imaginar.

Y soñar a veces.

Porque a veces tengo la sensación de que ya gasté las siete vidas que me llevaban hasta ti.

Y ahora, tengo que vivir con lo que me queda.



 

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Todo estará bien




El fin de algo siempre es el inicio de otro algo.

Somos lugares comunes, la intersección de un millón de universos tan infinitos como el concepto de eternidad.

Todo va a empezar de nuevo.

Me gustaría creer que este blog no forma parte de "lo viejo" y que, por tanto, será de las cosas que permanezcan, pero al mismo tiempo intuyo que todo lo que lo envuelve se irá diluyendo.

Hay una luz al final del túnel que te lleva a un nuevo paisaje.

Yo seguiré sin saber escribir y tú serás un pájaro que sale, de algún modo, de una jaula.

Y estará bien así.

Todo está bien como está





viernes, 4 de septiembre de 2020

Que nos vaya bien




Todos lo saben. Quien me conoce sabe que será difícil que acabe mis días de una muerte natural. No tengo una especial predilección por estar vivo y supongo que resulta bastante evidente.

Una conversación banal acaba en un silencio extraño, de esos que debería llenar una pregunta que no se hace porque resultaría demasiado incómoda y por que quizá se intuya la respuesta.

Soy de los que creen en que hay vida más allá de la muerte. Cuando mi padre murió, creí que su espíritu abandonaba el cuerpo y podía escuchar mis pensamientos. Le dije que se fuera tranquilo, que yo cuidaría de mi madre y de mi sobrino. No sé si me escuchó ni si eso le dejó tranquilo, lo que sí sé es que a mí, el poderme despedir de él de esa forma simbólica sí me ayudó a dejar en stand by su marcha.

No me acostumbro a acostumbrarme a que no esté. 

Ver que casi todo sigue casi igual es como vivir una decepción tras otra sin saber de qué tratan ninguna de ellas.

Me queda la esperanza de que esto sólo es un paréntesis, que la verdadera vida es la otra, que aunque no sea eterna me da igual, porque estaremos todos en ella.






 

Laberinto

 


Ya lo sé. 

A veces no hay que tener claro qué se quiere hacer para empezar a hacerlo.

Toda la vida preparándome para algo que, en realidad, no estoy haciendo.

Mientras, hago otras cosas que pensaba que eran las correctas.

Y ahora estoy aquí.

Evitando el cambio.

Como si tuviera que cambiar  antes de iniciar el camino hacia lo que quería ser.

¿Acaso todas las señales de estos años no han sido suficiente?

Entiendo que hay algo que me invita al vacío y que ese vacío me asusta.

Después de muchos años quizá sea el momento de asumir quién o qué soy.

Empieza hoy.


lunes, 31 de agosto de 2020

Todo lo que hay



 Me gusta imaginar qué hubiera pasado si...

Sigo tratando de entender qué estoy haciendo y hacia dónde estoy yendo, pero no lo consigo.

Hace años que sé que no voy a sobrevivir a todo esto, pero es lo que hay.

Vivir hasta que ya no viva más.

Antes tenía la ilusión por hacer cosas, entendía que era mi vida, pero ahora no es así.

Supongo que nunca es demasiado tarde.





domingo, 30 de agosto de 2020

Algunas cosas buenas




Oniria sabe cosas que no debería saber. A veces me pregunto si conoce este blog y lo lee. Eso sólo tendría una explicación: que me hubiera hackeado el teléfono o que pudiera acceder a mis claves a voluntad. 

No sería difícil para ella. Conoce a la flor y nata de las empresas tecnológicas de esta parte del mundo. No me importaría demasiado. Ella sabe que guardo mis patentes en un ordenador sin conexión a internet y creo entender que lo respeta.

Hoy estuve buscando un lugar donde quedarme largas temporadas en Estados Unidos. También busqué una compañía de vuelos privados para ir de Boston a Los Angeles o de Nueva York a San Francisco. No me entusiasma la idea, pero insiste en que debería ir físicamente a los sitios. Como ella.

Me cuesta pensar en alguien más. Siempre he estado solo y no concibo la idea de compartir tiempo y objetivos con otra persona, aunque esa persona me haga tanto bien.

Soy de los que se alejan en cuanto la correa aprieta demasiado.

No me gusta tener que justificar lo que hago. Se me da mal dar explicaciones; incluso cuando digo la verdad parece que miento. Es una consecuencia más del síndrome del impostor.

No acabo de creer que lo que tengo o hago lo merezca de verdad.

Hoy he llevado a Ulises al hospital. Le han mandado hasta cuatro medicinas diferentes. No soy capaz de entender el trato que tienen algunas personas con su mascotas. No me ha gustado que quisieran cobrarme por dos días el salario mínimo interprofesional. Me parece algo nauseabundo. Es por eso que esta sociedad se está yendo a la mierda.

Por mucho ser vivo que sea, no debería ser mercancía, bueno, en realidad la mercancía son los sentimientos que nos despiertan. El consuelo a nuestra soledad.

Es absurdo.

He pedido el alta voluntaria. No tiene nada.

Sólo es viejo y se ha deshidratado por el calor que ha hecho.

Oniria me llamó para ver qué tal había ido. Tiene un perro en San Francisco, bueno, es de sus hijas. Creo que no le ha gustado que me llevase a Ulises antes de tiempo.

Esta tarde me la he pasado con él. Como a él le gusta. Penélope también ha estado a su lado. Llevan una eternidad juntos y en el fondo es la última etapa de su vida, esa en la que ya no se pelean tanto, ni juegan. Sólo duermen el uno al lado del otro.

No me parece mala idea.


 

viernes, 28 de agosto de 2020

I´ll be fine




Supongo que necesito escucharte decir que todo irá bien.

Que tú estarás bien.

Si hay algo que se me da bien es ser dejado, no hacer sentir mal a quien lo hace. No ha sido fácil. Creo que practiqué mucho en el pasado.

Claro que con ella fue distinto. La crueldad siempre es innecesaria, la elegancia: opcional.

Me he acostumbrado a que las cosas sean lo mejores posible. Recoger las cosas y conducir un buen trecho me relaja.

Supongo que soy algo así como un profesional del volver a casa, y a fuerza de hacerlo, dejé de salir de ella. 

Dicen que tengo miedo al compromiso, y no es cierto. 

A lo que tengo miedo es a tener que volver a tener que tener esa conversación conmigo mismo en la que acabo diciéndome que todo irá bien.

Que algún día estaré bien.


 I´ll be fine - Cèlia Pallí

Todo irá bien




Creo que hubiera dado lo que sea por saber escribir. Lo que fuera. No esta sarta de frases inconexas y sin sentido. Me hubiera gustado poder armar frases largas, llenas de comas y matices, de deseos y esperanzas, de pensamientos y sentimientos sinceros. Me hubiera gustado poder haber llegado más cerca de ti de lo que lo he hecho, que te sintieras, al leerme, como en casa. Como un gato frente a una estufa, como estar debajo de una manta en un invierno especialmente duro.

Me hubiera gustado escribir como canta Teddy Swims, que deja siempre algo en el aire cuando acaba una frase, porque creo que se trata de eso: de dejar algo tras cada acto que se hace, ganar o perder no importa tanto si al final alguien puede decir que le conmoviste, aunque sea sólo un poco.

Hace tiempo que no tengo la intención de interactuar con nadie. Me he vuelto jodidamente huraño y no suelo promover el contacto con nadie. En ese sentido, la pandemia me ha venido bien. Vivo en mi Matrix y nadie me molesta demasiado. La familia cercana y mis gatos son los únicos a los que soy asiduo. Aunque tendría que decir que, en realidad, es al revés, que son ellos los que tratan.

Eso y los whatsapps

El resto es un dejar que pase el tiempo. No sé hacia dónde.

Los inversores entraron hace días, pero las cosas, de momento siguen igual. Vivo esperando el tsunami que viene, creo que este año lo va a cambiar todo y no precisamente para bien. 

La semana que viene hará un año que mi padre se fue. Cada día que pasa me acuerdo más de él, en que se fue pensando que no me vio triunfar y quizá con la idea de que nunca lo haré. Me acuerdo del hospital y de que pudimos estar con él. 

Pero no puedo pensar en casi nada más.

Y en que no pude darle nada de lo que estar orgulloso.


 

Hemisferio Norte



Teníamos un trato: un mustang y kilómetros por delante. 

Hasta que el sol se pusiera.

Dormir en un motel de esos de las películas, con máquina de hielo en le pasillo, un Motel 6 o así.

Hacer ver que el mundo todavía existe.

Que no se lo ha tragado el virus.

Que, al abrir los ojos, todo sigue igual a como lo estaba antes aunque no sea verdad.

Si es cierto eso de que una mentira repetida mil veces acaba siendo verdad, mintámonos hasta que esto no haya existido nunca.



 

jueves, 27 de agosto de 2020

Aunque sea sin ti


No sé hasta cuándo, ni cómo, ni en qué lugar. Aunque sospecho que no será pronto. 

Seguiré dejando pasar la lluvia de átomos que me llegan desde tu tiempo sin tiempo. 

Volveré a la casilla de salida tantas veces como haga falta. 

Te esperaré sin esperanza.

Consumiré tanto insomino como sea necesario. 

A sabiendas de que viajamos por caminos paralelos que nunca se acabarán cruzando.

Perdiendo siempre contra el fantasma de otro.

A veces se gana cuando se pierde.

Pocas, pero con una me bastaría.

Soy de eternidades tan pequeñas que caben en la palma de tu mano.


 

miércoles, 26 de agosto de 2020

Aunque al final todo sea ficción


Nunca imaginé tener tanta suerte. Al mismo tiempo, nunca pensé en complicarme tanto la vida.

Siempre he sido el otro, y casi siempre acababa igual. 

Incluso he sido el otro cuando pensaba que yo era la mejor opción.

A veces pienso que esto será lo mismo y entonces creo en los planetas y en los signos del zodíaco.

Y en que somos marionetas.

Y que qué corta es la vida. Y qué larga.

Y en que tenemos que renunciar para quedarnos con lo inmediato, y en que no debemos tener un plan B nunca porque no existe una vida B que vivir.

Entonces, me imagino la vida que hubiera tenido si alguna vez me hubieran salido las cosas tal y como deseaba entonces, y veo que, en el fondo, siempre hay algo mejor al final de una etapa.

Porque lo mejor siempre es estar vivo.

El ahora.

Aunque al final todo sea el sueño que soñaste un día.

martes, 25 de agosto de 2020

En algún lugar entre nosotros



Sabíamos que esto iba a pasar, pero la verdad es que no me imaginaba que fuera a ocurrir tan pronto. 

Mientras el mundo se vuelve loco, a mí me parece que todo cobra más sentido, que siempre pensé que somos hojas al viento, plancton flotando en la superficie de un océano al que dan vida corrientes invisibles.

Salimos en los periódicos. El éxito en los tiempos del Covid. Nos llaman de todas partes, creamos tendencias, pero dentro de mí sólo pienso que son los últimos estertores, que vamos de cabeza a un invierno sin piedad que durará años. Oniria suele decir que me gusta ser dramático, que eso es lo que menos le gusta de mí, que siempre espero lo peor en todas las circunstancias. 

Dice que es miedo y que el miedo no lleva a ninguna parte.

Pero el miedo vende, asegura. Nada como ir por delante del miedo cuando quieres hacer dinero (ella lo llama armar un proyecto), cuando tienes a millones de personas buscando a un fantasma que está en todas partes.

Es casi perfecto, un enemigo invisible que puede atacar en cualquier parte. Todas las armas son pocas y necesarias.

No sé si estoy de acuerdo con eso. Es verdad que me había cansado de ser pobre y ahora todo es diferente, no sé si voy a poder acostumbrarme a esto, levantarte por la mañana y no tener esa sensación de ahogo, pero al mismo tiempo de tener una oportunidad única por delante. 

Confieso que me da vértigo, que no me imaginaba las cosas así. Siempre pensé que en cuanto llegara esta etapa de mi vida estaría solo, que no dependería de nadie ni de nada. Y añoro eso: el soñarme en un futuro siendo otro, pero al mismo tiempo siendo yo.

Pero no es así. 

Ahora soy otro, y no me siento cómodo aún. 

Aunque me guste escribirte, lo has notado ya, ya no es el mismo el que lo hace.

Si no otro que es incapaz de imaginar que piensas alguna vez en mí.

 

miércoles, 19 de agosto de 2020

Cena en casa de Jean Paul



Dicen que debes tener cuidado con lo que deseas, pero nunca he oído que debes tenerlo igualmente con ser parte de algo que desea otra persona. 

Hace días que me pregunto qué hago en todo esto, asistiendo a reuniones virtuales en medio de una pandemia, haciendo como que sé cosas que no sé si sé, que hablo que porque estoy allí, y sabiendo que no estaría allí si no fuese por Oniria, ella y su sonrisa perpetua, increíblemente serena, dando esa imagen de que es capaz de perfeccionar más aún la perfección.

En lo que sea.

Podría dar romper un espejo y crear un caleidoscopio más bello que la imagen original sin romper. Todo le sale bien. 

Fuimos a cenar a casa de un científico francés, creo que estuvo en el equipo al que concedieron un nobel de física. Noto que le caigo bien, no hace más que hacerme preguntas para saber cuánto estoy dispuesto a admitir que no conozco. Yo le hago preguntas personales, como cómo se conocieron él y su mujer. Para entonces han caído ya varias botellas de vino, claro. 

Cuando nos despedimos me dice que le pida cualquier cosa y él me ayudará.

De vuelta, Oniria me dice, que así soy yo, caes bien y cuando te das cuenta estás deseando dar todo lo que estés dispuesto a admitir, me dice.

Porque la distancia siempre la pones tú. A veces da la sensación que estás muy lejos y que no quieres ir más allá, que en el fondo tienes miedo a darte. Seguramente no le pedirás ayuda, y ese hombre puede darte la clave de la tecnología que estás buscando para terminar la tuya, pero por la manera que tienes de ser, no lo harás. Y él tiene ochenta años, no te va a robar ninguna idea tuya. Sólo desea dejar una huella de su paso por este planeta, dice mientras conduce.

Hasta critica bien, lo hace todo bien. No había conocido a nadie así antes. No sé si la quiero o la admiro, si no soy algo así como un groupie de la tecnología del Valle. Si es sexo mezclado con fondos de inversión o la bella y la bestia. 

Cuando volvemos a su casa, entro y saludo a su marido. He dejado mi coche en el parking de su casa. 

"Hemos ido a casa de Jean Paul, quería que se conocieran" dice al entrar.

Al marido de Oniria también le caigo bien. Sabe que no puede tener mucha relación con los socios de su mujer porque trabaja en un gran banco que financia proyectos en los caben proveedores como yo. Él también trabajó para ONU y hablamos del proyecto. 

A veces pienso que sabe lo mío con Oniria, pero que por alguna razón hace tiempo que ha admitido que eso es lo mejor. Quizá no le interese el sexo, o piense que ya no está para estar a la altura de las expectativas. Hay hombres a los que el deseo de una mujer le echa para atrás. 

El deseo del otro siempre es ajeno a nosotros, nos gusta desear, pero nos puede parecer sórdido ser el deseo de alguien exageradamente expresivo y dominante. O al revés, no sé. No se me da demasiado bien averiguar este tipo de cosas.

Nos sirve algo y bebemos los tres en el jardín de su casa. Tiene unas vistas maravillosas sobre Barcelona. Hablamos de casi todo menos de trabajo. Habla de sus hijas y me pregunta por mis sobrinos. Me dice que sería buena idea que fueran a Estados Unidos a estudiar, no ahora, claro, más adelante, cuando el bicho se pueda controlar.

Si se llega a hacer, dice.

Entonces suelto eso que un buen amigo economista también, pero aficionado a la astrología, me dijo hace unas semanas: que llega algo más que agravará la situación a finales de año.

Y hablamos de lo que haríamos si supiéramos que el mundo se iba a acabar dentro de dos meses, y todos pensamos en que trataríamos de estar con las personas que nos importa y celebraríamos estar con ellos. Todo tan americano y tan perfecto... me dan ganas de llegar a casa y comerme unas migas para volver a ser yo.

A veces cuando llego a casa noto que tengo tensos los músculos de la cara de tanto sonreír. Y es una sensación que no me gusta. 

Es como quitarse físicamente una máscara que oculta quién soy.

Daría lo que fuera por poder ser yo, pero entonces viviría casi todo el tiempo encerrado en casa como esos jóvenes japoneses que no salen nunca de casa, con la excepción de que a mí me gusta el contacto humano, las charlas alrededor de una mesa y las anécdotas.

Siempre cuento la anécdota de cómo conocí a Oniria.

Pero soy incapaz de explicarle a nadie que hace una eternidad y media que cuando me quito la máscara en la primera persona en la que pienso eres tú.




viernes, 14 de agosto de 2020

Seremos como esas estrellas fugaces


No quedará nada.

Quizá la purpurina con la que los cometas siembran de elfos y hadas los bosques que se entrometen en sus trayectorias. 

A veces es mejor no empezar nada.

O empezarlo todo, sin que quede nada de lo anterior.

¿Por qué he querido ser tantas cosas al mismo tiempo?

¿Qué planetas habrán confundido a sea lo que sea que vive dentro de este cuerpo?

Sólo sé que cuando hago algo quiero estar haciendo otra cosa.

Que cuando estoy con otra persona, en realidad es contigo con quien quiero estar.

Y el miedo que llena mi vida es que me pase eso mismo contigo.

O que no me pase y sea a ti a quien le sobre yo.

A veces me gustaría empezar de cero, en otro cuerpo, en otra vida, olvidar que me olvidarás y crecer en otro lugar, en otra familia, no saber que he existido aquí y no me atreví a querer ser el hombre que lo apostó todo a quererte, como el que juega a la ruleta.

Quizá vinimos a eso.

A no dejar escapar nada, a trascender las rutinas, a tomar decisiones, en ser los primeros en pisar Marte, a encontrar lo esencial y no dejarlo escapar, o apostarlo todo a atarlo a una cuerda y dejarlo volar como a una cometa asumiendo que algún día se irá lejos.

Sabemos que tarde o temprano desapareceré sin dejar huella, que si aún no ha ocurrido es por que me siento apegado a los que me rodean.

Sólo estoy buscando la excusa o el momento.

Que un rayo me rompa o que el polvo de estrellas me duerma.

Seguiremos siendo algo así como un paréntesis en todo esto. Un día dejarás de leerme y lo sabrás. 

Y no ocurrirá nada.

Todos los que me conocen sabrán que era cuestión de tiempo.

Y pensarán que viví una vida que no era la mía.

Supongo que tendrán razón, pero ¿quién la vive?

No nos da tiempo. Somos como esas estrellas fugaces que duran un instante y se pierden para siempre las haya visto alguien o no.

Sin que nadie pueda hacer nada.

Sólo observar cómo se enciende y se apaga.

 

Un lugar en el mundo


Quizá las cosas no sean del todo igual a como las imaginamos, pero esto es mejor que nada, me dice.

Hay un lugar en el mundo que nos pertenece y al que pertenecemos. Ya sabes. Estamos juntos y con eso me basta, dice.

Su avión sale para el otro lado del mundo pasado mañana.

Han cancelado la mayoría de vuelos a San Francisco desde que empezó todo esto del virus, pero aún quedan unas pocas conexiones con KLM y British Airways. Me preocupa que coja el virus. No es alguien de alto riesgo, pero creo que si se enfermara lo desarrollaría de una forma de las más virulentas.

No sé por qué pienso eso.

Me pregunta si me preocupa algo, pero no soy capaz de decirle lo que estoy pensando. Le digo que cuando pensaba que el mundo se acababa, va y aparece ella. Que cuando la conocí en Las Vegas pensé que éramos parecidos, pero luego, cuando supe quién era, fue como si se abriera un abismo entre ambos.

Es una estupidez, dice ( me gusta cómo los americanos llaman estupidez a lo que en realidad es una tontería y eso, aunque poco, me hace sentir estúpido).

Salimos del hotel y me dice que prefiere coger un taxi, porque no sabría cómo explicar que la llevo yo en mi coche, por mucho que diga que quiere invertir en mi empresa.

Se nos nota algo, dice.

El día que nos conocimos ya se notaba algo, le digo.

Se ríe. Le digo que tiene una sonrisa republicana y finge que se enfada.

Hay un millón de estrellas brillando en su mirada. Si no se ha echado colirio en los ojos es que siente algo por mí de verdad. 

Es la primera vez que existe un universo entre otra persona y yo y aún así estoy tranquilo.

Debe de ser la edad.

Al mismo tiempo, tengo muy claro que no dejará a su marido. No, por mí. Tal vez si acabo montando todo ese entramado de tecnología y ella se viene conmigo. Entonces será inevitable, pero de momento sólo soy el tipo simpático con un proyecto interesante. Me cuesta creerlo, pero a veces pienso si soy el primero o si soy el único. 

Se sube al taxi enfundada en ese traje típico americano y su collar de perlas que desentona en una Barcelona en pleno mes de agosto. 

Su taxi se pierde Passeig de Gràcia abajo.

No hay un millón de estrellas brillando en ninguna parte de mi cuerpo. Me pregunto qué estoy haciendo. Si a mi edad era necesario meterme en un problema así.

Puede que mi vida sea hubiera sido de otra forma si no tuviera esa propensión a meterme en líos de los que no se sale fácilmente.

Esta noche hemos quedado para cenar con conocidos suyos. Llamo a S. y le pregunto si quiere acompañarme. Ella lo sabe todo, pero viene porque le gusta estar con alguien como Olivia. A veces pienso que también el gusta, bueno, creo que es evidente que es así...

S. me dice que encantada.

No tengo edad para estas cosas.

 

lunes, 10 de agosto de 2020

Me caes bien




Siempre me han caído bien las personas diferentes. No sabría explicar muy bien el porqué. Supongo que porque yo también soy un poco voy a la mía. Por fuera soy un tipo de lo más normal, pero adoro todo lo que se sale de la norma de una forma no violenta.

Me gusta la gente que se disfraza de otra persona. Decía el psicoanalista con el que fui hace años, que mientras miras la máscara no miras a quien la lleva y que, en el fondo, eso es lo que tratamos de hacer todos un poco: crearnos un personaje para evitar entrar en contacto directo con el mundo.

Eso también tiene que ver mucho con todo eso de la teoría del observador en el experimento icónico de la física cuántica para no físicos... el observador modifica el experimento. Es decir, si alguien nos viera tal y como somos tendría la capacidad de modificarnos sólo por el hecho de opinar sobre nuestro verdadero yo.

Quizá por eso aunque escribo en este blog sobre mi, en realidad, estoy escribiendo sobre ese personaje que me gustaría ser o con el que intento que tú creas qué clase de ser soy. 

Sé que no lo he conseguido. Uno no puede ocultar quién es entre dos mil entradas y otros dos mil intentos de maquillar quien es. Creo que, en realidad, después de todos estos años tú sabes más quién soy yo que yo mismo, porque al fin y al cabo yo sólo trato de construirme un personaje y tú tienes la facultad de leer entre líneas.

A veces me pregunto si en realidad me enamoré de tu personaje y no de la persona que estaba tras la máscara, pero siempre parto de la certeza de que tú escribes de una forma mucho más directa, donde caben menos artificios y, por tanto, queda más al descubierto quién o qué no quieres ser.

Y digo bien: quién no quieres ser. Porque somos tanto lo que somos como lo que evitamos ser. Es decir, en lo que evitamos está el negativo de la imagen que proyectamos. Vivimos lo que nos gusta y tratamos de dejar de vivir lo que tememos.

Y creo que es por eso por lo que me caes bien.

Porque sé que mi observador nunca modificará lo que eres y que, cuando me observas, al modificar mi realidad, me convierto en algo mejor de lo que soy o de lo que me gustaría ser.

Y eso ocurre pocas veces.

Y entre muy pocas personas.