jueves, 18 de septiembre de 2008

noche de insomnio en Granada


No puedo dormir y en la tele no hacen nada que valga la pena. La verdad es que tengo un sueño extraño, al mismo tiempo que se me cierran los ojos mi alma se mantiene alerta y me dice que no debería abandomarme a la noche y sus soledades. Es una extraña paradoja porque no hay nada más solitario que una habitación de hotel. Y eso me lleva a la conclusión de que quizá sí pueda dormir y no quiera. Y es me desconcierta y me desorienta.
El mini-bar está repleto de jugosas oportunidades para volver al mal camino pero esta vez soy más fuerte que la costumbre y sólo abro la portezuela para refrescarme las piernas. Hace calor. Quizá el calor sea lo que no me deje dormir. El calor y la sed. Meto los pies en la nevera del mini-bar, sentado en el suelo y se me ocurre que debería aprovechar la postura para hacer unas abdominales. Creo que nunca he hecho abdominales a las tres de la mañana, me felicito por ello y me digo si nunca lo he hecho es por alguna razón que ahora no alcanzo a entender. Decido ser prudente y hacer como que la razón esa no merma en importancia por que yo no la recuerde ahora. Después de un rato con los pies en la nevera me meto en la cama y me los cubro para que entren en calor. Me gusta tanto esa sensación del calentarse los pies fríos... Las tres menos cinco, el tiempo transcurre al revés, no de delante hacia atrás sino boca abajo y yo casi me duermo sin antes agradecerte que estés aquí conmigo. Y me pregunto si no será que a ti también te acosa mi insomnio de ojos cerrados y alma alerta, si no será mejor que te encierres en tu sueño en el que moriría por salir en él. Y sé que pido demasiado pero es que estoy contemplando la posibilidad de que esté soñando despierto y que tú estás leyendo esto en un sueño.
Y es que esta noche moriría por tu cuerpo.

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