martes, 10 de mayo de 2011

... y de noche las estrellas.


Al principio pensé que su espalda era como el mar, se erizaba con escalofrío al pasarle la mano como lo hace el agua calma ante una ráfaga de viento. Mas tarde supe que aquello lo producía algo emanaba de ambos, algo invisible y agridulce, del color de las dunas del desierto, algo que amortiguaba cualquier sonido que se produjera fuera de nuestros cuerpos y que nos hacía sentir como dos náufragos frente a la hoguera recién encendida, hipnotizados en el fuego que empezaba a calentarnos los huesos después de tantos días con el desamparo tatuado a sol y salitre en nuestra piel, esa piel suya que era como el mar, esa piel mía que era como el viento.

Al principio mi cama se convirtió en un campamento de verano, desbrozamos la maleza, hicimos círculos con piedras, plantamos un huerto entre su lado de la cama y el mío, izamos una bandera, jugábamos a boys scoutts de pega, luego nos volvimos más perversos, intentamos resistirnos a los frutos prohibidos pero no lo conseguimos, rompimos pactos y promesas mirándonos a los mismos ojos a los que habíamos prometido ser honestos. De tanto cruzar la frontera nos hicimos fugitivos de ambos lados persiguiéndonos con placas falsas de policías corruptos... y el mar de su espalda se volvió un nido de huracanes y mis manos... mi manos se volvieron susurro.

Que llegara el final era inevitable. Siempre hay uno que dispara primero, siempre hay alguien que dice se acabó y en cuanto lo dice sale humo de su boca como del cañón de una pistola. Hacía días que me rondaba por la cabeza ser yo quien disparara primero, nos mirábamos al cruzarnos por el pasillo el uno al otro como en un duelo. No es lo mismo disparar tú a que te peguen un tiro, no es lo mismo dejar a que te dejen, entre otras cosas porque cuando lo hacen hace mucho que han planificado el modus, el cuándo, cómo huir, hacia dónde y con quién.

De nada me sirvió lo de "tenemos que hablar" porque hablar en el amor (como en la guerra) es una rendición encubierta. Se me quedó cara de tonto, la nocturnidad y alevosía en la guantera junto al recibo de un lugar a donde nunca me dijo que había ido. Todo sonó como cuando haces una bola de papel con furia, es decir, hubo silenciador en el cañón o cojín de plumas agujereado, no sé, de veras ya que no importa.

Ha pasado el tiempo. No he vuelto a ver el mar (ni el real ni el de su espalda), odio tener que admitir que tienen razón lo que dicen algunos refranes, pero también que es mentira todo eso de que con un clavo otro clavo se quita. Las heridas cierran tarde y mal.

También es mentira eso de que el tiempo y la distancia sean el olvido. No para los nostálgicos empedernidos, el tiempo no existe y la distancia no importa si se tiene la capacidad para volar con la imaginación.

Pero a pesar de todo, y a pesar de este blog, uno comprende. No se sabe muy bien qué, pero comprende, se hace más duro por dentro, renuncia a sueños irrenunciables, mira la vida que tiene por delante como una oportunidad para vivir con lo que tiene o lo que le queda. Al final, puede que no esté su mar pero sí queda mi viento, un viento que me lleva a lugares donde nunca antes hubiera soñado, a conocer gentes que no hubiera conocido, a encontrar un mar más cálido en el que fondear y volverse alíseo, donde no huir ni tener que perseguir, donde las bocas saben decir lo que el corazón no esconde.

4 comentarios:

Las Espirales de Brígida dijo...

Hay veces que quiero seguir leyendo, pero terminas la entrada...
Me gusta el mar y el viento, me gustaron los juegos al principio.
Si, un clavo jamás quitará otro clavo.
Si...a veces el tiempo y la distancia, otras veces, ni el tiempo ni la distancia.

Un beso
S.

Tiklia dijo...

Es lo que tiene ser nostálgico empedernidos...no sabes como te comprendo!
Un besillo

Anónimo dijo...

No es para tanto

Al

Anónimo dijo...

"la esencia de la grandeza radica en la capacidad de optar por la propia realización personal, en circunstancias en que otras personas optarían por la locura"