domingo, 1 de abril de 2012

El genuino rumor de las olas cuando el mar ordena que la calma se rompa.


Sigo sin saber qué decir. Me he hecho inmune a la primavera, o tal vez es que ya no me queda margen de maniobra para soñar con ella. Las cosas siguen un curso lento y despiadado, el tiempo se sigue equivocando entre nosotros, perdiéndonos el uno la pista del otro, dejándonos llevar por otros como niños pequeños cogidos de la mano por adultos con sus cosas de adultos, quizá llevándonos a un lugar mejor para nosotros, sin importarles que quisiéramos quedarnos a jugar un rato más.

El tiempo se equivoca yendo siempre hacia adelante, como las nubes se equivocan al seguir al viento, y a mí ya no me duelen las costuras por la que me cosieron este nuevo alma de plástico que no es mía, sino de otro que no soy yo y que tiene esperanzas. Porque si hay algo que no soy capaz de entender es esta esperanza en todo lo que tengo por delante, sin ti no tiene sentido, pero contigo no hubiera sido posible.

He perdido demasiados años de mi vida en tratar de abrir esta puerta de la que ahora tengo la llave, miro hacia atrás para que me digas si quieres que me vaya a buscar el mundo y no volver. Dices que es lo mejor para mí, que es mi sueño y que no tienes derecho a decirme que me quede. Sabes que si me dijeras que lo hiciera encontraría un camino de en medio para nadar y guardar tu ropa en los cajones de mi armario.

Y me dices que me vaya, que siga al viento, a las nubes, que vaya al lugar al que siempre quise ir. Sin ti.

Me llamas cuando ya estoy al otro lado, lejos. Me dices que me quieres y yo ya no puedo volver, los amores imposibles son los únicos amores verdaderos, dices. Y yo te digo que los únicos amores verdaderos son los que viven.

A veces cambiamos las certezas por adioses, apostamos todo una y otra vez hasta perder sólo por aceptar la pérdida.

Pero las cosas se han ido yendo a pique cuando flotaban en un mar en calma, dejándonos las manos arrugadas sin motivo, dejándonos el aire ahogándose en nuestros pulmones, tristes como dos compañeros de juegos en el parque, cuando uno de los dos no vuelve nunca más porque un adulto ha decidido mudarse de barrio.

Pero recuerda que el tiempo se equivoca y que yo te buscaré hasta que te encuentre.

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