viernes, 21 de febrero de 2020

Los días que me quedan por vivir



Mañana presento el proyecto a la organización de hubs tecnológicos de Estados Unidos. Y eso está bien, porque hace dos semanas lo presenté a los hubs de Pittsburg, Miami, Philadelphia, Atlanta y Toronto y no sólo pasé el corte, si no que el sábado ya tengo la primera reunión con el centro tecnológico de Salt Lake City.

Supongo que estoy en el lugar en el que quería estar desde que empecé todo esto, y eso me hace estar orgulloso y al mismo tiempo me llega en un momento complicado porque tras la muerte de mi padre y mi madre delicada de salud tengo la sensación de que no puedo irme ahora.

Por otro lado, si dejo pasar la oportunidad, ésta no se volverá a presentar.

Son casi las seis de la tarde y no tengo hecha la presentación que haré mañana. ¿Es posible desear algo durante mucho tiempo y cuando llega el momento no tenerlo claro? ¿O sólo es miedo a que las cosas sucedan y que tu vida cambie para siempre?

¿Cuánto tiempo viviré para saber qué hubiera sido si...?

Hace unos días cerré la puerta al fondo de inversión de Nueva York. Se enfadaron mucho conmigo. Ni eran de Nueva York ni eran lo que decían ser. Sé que ahora buscan otro proyecto alternativo al mío. Necesitan tanto un proyecto como yo la inversión. Diría que mas.

El caso es que estos días están siendo para mí algo confusos porque las cosas no son como yo había querido, pero ahora son así.

El martes que viene voy a una reunión con una empresa farmacéutica que tienen un serio problema y con mi tecnología se la solucionamos. Sería un proyecto a dos años y me solucionaría muchas cosas pero al mismo tiempo me impediría irme donde quisiera.

A veces pienso que mi vida es así, y que en parte he boicoteado hasta ahora todo lo que me ha entrado porque no quería dejar a mis padres solos, como si en el fondo, me sintiera responsable de ellos. Dicen que los hijos pequeños tenemos ese rol, estoy empezando a creer que es cierto. A cambio, ellos me han visto fracasar y no se han sentido orgullosos de mí.

Por lo que, en el fondo, todos hemos salido perdiendo.

Supongo que ahora que tengo casi cincuenta años es demasiado tarde para darse cuenta, pero al mismo tiempo tengo los suficientes conocimientos para hacer las cosas bien. Es cierto que empecé tarde. Ahora la gente emprende antes, pero hace veinte años no era igual.

Y bueno, supongo que quería que llegaras a aquí, a éste párrafo que tiene que ver con esa fotografía de un viaje en tren, cuando todavía alguien era capaz de confiar en alguien. No sé, esa imagen me da la sensación del total abandono en el otro, siempre pensé que las cosas iban a ser así. Cuando era niño y bajaba a la calle a jugar con el balón y llegaba exhausto a la puerta del edificio donde vivía. Aquel no poder con el alma de tanto cansancio, la felicidad de las endorfinas recorriendo mi joven cuerpo, llegar a casa y encontrarme a mis padres, sin apenas distracciones.

Imagino que la felicidad es ese estado de ánimo en el que ya no hay que luchar por casi nada. Reconozco que tuve una infancia bonita, en un barrio bonito rodeado de gente no demasiado conflictiva. El colegio fue otra cosa, pero casi todo se lleva mejor cuando no se tiene la personalidad desarrollada del todo. Luego fue más difícil.

Nunca he tenido las cosas claras, como si la vida pudiera tener varios capítulos en los que cada uno es una vida distinta. Es decir, que uno puede vivir muchas veces la misma vida y cuando se acaba se puede subir en otra desde el inicio.

Me hubiera gustado poder estar en esa en la que tú y yo nos conocíamos, en la que el hilo de tela de araña que va desde tu casa a la mía sí existe.

Hoy no voy a hablar de átomos ni moléculas, ni de pensamiento ni de conciencia.

A veces tengo la sensación de que si hubiera tenido la suficiente fuerza de voluntad me hubiera plantado en la puerta de tu casa, pero ahora sé que eso no era posible.

Y ahora, que llegado a este punto de mi vida en el que, bueno, ya sabes, todo va a ser menos esperanza y más pelear contra los achaques de la edad, y tendremos menos fuerza para superarlos todos, me gustaría tener esa última oportunidad en la que las cosas salen bien.

Y saber que todo, en el fondo, fue por algo que mereció la pena.

2 comentarios:

Jo dijo...

Te he ido leyendo he saltado de un año a otro de palabras a etiquetas y siempre hay algo que me hace coincidir de alguna forma.contigo. aunque yo con mas tejos de soledad y tu un poco más de añorar y recordar

Es curioso que me identifique porque siempre he pensado que a mis papás no les importé tanto como sentí que lo hicieron con mis hermanos.
Luego me fui de casa y quizá entre tantas cosas hechas no me sentí satisfecha dando tumbos también de amores de malas relaciones y no parecer que encuentre mi sitio

Confieso que a veces te leo y lloro o simpñemente vengo a picarle a alguna canción de gente que nunca creí en algunos casos que existiria.

Quizá jamas me conformo y no quiero quedarme quieta, quiza es miedo a fracasar, quizá llega un tiempo en que crees que el tiempo se acaba y quieres hacer cosas o te arrepientes

Perdona tantas cosas...
A veces atreverse no es cuestión de pensar, posponer o dudar
Atreverse es estar en el momento justo la edad que tenemos ya no es que tengamos mucho que nperder.

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias por tus palabras, por las cosas que me cuentas, a mí, que soy un desconocido al otro lado de ese océano de luz que nos envuelve. Puede que tengas razón y atreverse no tiene edad. Siempre tuve miedo tanto al fracaso como al éxito. Dice Rudyard Kipling en su poema If que ambos son unos impostores, y aunque no sé si es cierto, me gustaría creer que todo tiene su propósito.

Y es cierto que no tenemos mucho que perder, pero al mismo tiempo también cuesta creer que no tengamos muchísimo que ganar. No sé cuántos años me quedan por delante, pero sí sé que tengo todos tenemos un lugar en el mundo lo encontremos o no. Y creo que está dentro de nosotros, en alguna parte entre el alma y la materia, escondido o no dependiendo de cuánto estemos dispuestos a arriesgar para encontrarlo.

Supongo que en realidad cuando vinimos a este mundo y teníamos toda la vida por delante, ya estábamos empezando a olvidar que estábamos aquí por algo. No sé si más grande que nosotros o con la pequeña tara de encontrarle un sentido a lo que nos envuelve.

Si yo fuera el Universo inventaría seres como nosotros para comprender qué se siente desde "fuera", imaginaría un mundo en el que pudiéramos experimentar y reflexionar sobre el sentido de seguir hacia adelante, de no desesperar, de vencer a la gran costumbre y como una gran inteligencia artificial almacenaría los datos y los cruzaría unos con otros para sacar conclusiones.

Quizá por eso somos temporales y no eternos, porque sólo somos sondas de reconocimiento, fungibles que se desechan todos los días, un experimento fallido que tarde o temprano llegará a su fin.

Siempre hacia adelante

Un beso

Toni