domingo, 27 de mayo de 2012

Nunca dejes de intentar cambiar lo que se puede cambiar


"Todo se repite" pienso hacia mis adentros mientras ella me cuenta algo de alguien que pude ser yo. Yo me desprendo de sus palabras como si fueran la piel muerta de una serpiente que se renueva, pero no puedo dejar de pensar en que yo ya estoy en otro lugar y con otra forma de entender las cosas, entre ellas que al final todo regresa. Uno es lo que tiende a ser, como los alcohólicos lo son aún después de muchos años de que lo hayan dejado. Basta una tarde aburrida, un exceso de esa costumbre que es la seguridad en uno mismo, basta un "sólo será una vez" para que todo regrese.

Porque buscamos destruirnos para volver a empezar de nuevo y volvemos a empezar de cero sin saber que vamos a ser algo que no somos y que quizá no podamos ser otra cosa que lo que somos.

Después de colgar el teléfono me pregunté si yo seré igual a los ojos de los que me conocen... y entonces pienso que caigo demasiadas veces en el mismo agujero para que sea una casualidad... y pensar eso me libera. No sé de qué, ni hasta cuándo, pero respiro mejor. Me tranquiliza saber que soy tan igual y tan distinto a lo que era a su lado.

Esta noche de luna subiré a la terraza y me sentaré en una silla de plástico, con una copa de algo en la mano. Detesto beber solo porque siempre he pensado que eso es la viva imagen del fracaso, pero hoy tengo cosas que celebrar. Cosas que no puedo decir aún.

Por si se rompe el hechizo que las envuelve.

Y me pregunto si tal vez exista una sola posibilidad de que esto no salga bien. Y tiemblo de miedo y creo que podría pasar el tiempo y que los días estos últimos meses porque el tiempo es eso que no puede esperar a que ocurran las cosas cuando uno las necesita.

Me pregunto qué más puedo hacer y no me sale qué. Y sí, creo que podría hacer un sinfín de cosas... pero necesitaría ayuda, una cámara... necesitaría que alguien pudiera hacer un mini-reportaje ahora de cómo funciona la máquina. Sigo buscando esa posibilidad. Esta semana.

Sigo pensando, sigo acabando cosas; envuelto en ese vértigo que tienen los que se inclinan sobre el abismo aún después de haberle salido alas.

Sé que puedo volar.

Sé que me tiraré al vacío y esta vez saldré volando. Lo sé, no me preguntes cómo. Es una sensación extraña, como de seguridad donde todo te dice que no vas a poder.

Empiezo a sentirme impaciente. Quiero empezar esto cuanto antes.

Hay algo que se abre delante de mí que sé que me va a llenar.

Y va a empezar pronto. Muy pronto.

Quizá esta semana.

Tiemblo por dentro, como una hoja mecida por la brisa aún fresca de estas últimas tardes de primavera. Sólo de pensarlo se me hace un nudo en la boca del estómago.

He hecho algo grande, muy grande para una sola persona, para hacerlo en una buhardilla... sin dinero...

... pienso en todos el dinero que va a ir a parar a los bancos para rellenar el hueco de la avaricia de unos pocos y veo lo poco que necesitaría para acabar con la sed en el mundo con este invento mío. Y entonces me pregunto si las cosas no se nos estarán yendo de las manos.

Y me permitiréis que me sienta orgulloso de, por lo menos, haberlo intentado y seguir intentándolo. Es el poco orgullo que me queda, la ilusión de mi vida.





1 comentario:

Cristina Polidura Varela dijo...

Ufffffff me ha encantado de nuevo tu entrada...hoy para mí ha sido un día muy ajetreado en que también sentía que podía volar hasta que me di cuenta y volví a la cruda realidad...Suerte para esta semana,
un beso tulipanero