lunes, 5 de diciembre de 2011

Todo aquello que no pude evitar ser

No sé cómo decirlo. Últimamente empiezo los posts demasiadas veces, sé qué me gustaría decir pero soy incapaz de hacerlo, se me rompen las letras encima de la pantalla como si alguien las hubiera golpeado con un martillo, se partieran, y se despegaran hasta tal punto de que puedo llevarme los restos si paso la mano como cuando borras y te llevas los grumos de la goma embadurnados con el grafito del lápiz. El no saber qué decir supongo que dice mucho de mí. A veces me gustaría poder hablar con la misma facilidad con la que escribo y ya ves, ni eso me queda ya.

Ha pasado el tiempo, me levanté y seguí andando, a veces me gustaría poder bajarme de la vida y volver a retomarla más adelante, cuando hubiera podido entender lo que ha pasado. Pero el tiempo nos empuja como hojas secas por el viento y el sol entra por la ventana cada mañana, y los horarios y los terminios nos llaman con la boca abierta de sus huecos que yo mismo me he hecho para que se note cuando falto en ellos, me pregunto cuándo me convertí en el engranaje que falta en esa máquina que no cesa de moverse sin llegar a ninguna parte. Me levanté y seguí andando, y supe demasiadas cosas que era mejor que no supiera.

Antes escribí algo así como una carta, no era demasiado amable. Me quejo casi todos los posts de algo. Si me lees con atención siempre me estoy quejando de algo aunque a veces salga con la excusa de que acabo por ser un optimista. No sabría decir qué fue primero, si la debacle o la excusa, no sabría decir si soy como soy para tener derecho a enfadarme con el mundo.

Leo blogs. A veces leo tu blog, hay quien no lo necesita para nada más que para soltar cuerda a la cometa de sus deseos, pero los deseos a veces se convierten en la queja de lo que se tiene presente, hemos sido educados en el deseo e imagino que en parte está bien en cuanto a que necesitas crecer, supongo que el deseo insatisfecho puede mover una vida sin sentido, porque a veces nuestra vida no tiene sentido.

El viernes fui a una conferencia de inventores, algo así como unos premios a la innovación. Todos estaban enamorados de su proyecto y, algunos, eran muy buenos, realmente muy buenos. El que ganó hizo trampa. En teoría sólo podían votar los que estaban dentro de la sala pero como se podía hacer por twitter el más listo avisó a todos sus amigos del mundo para que lo votaran. Recibió más votos que gente había en la sala. No fue justo para el resto.

Alguien me preguntó qué hacía yo. Le dije que había patentado un sistema de desinfección del agua sin productos químicos y sin aporte de energía. De entre 500 a 2000 litros a la hora, en un equipo de 25 kg. Patentado. Es difícil de creer incluso para mi, que estoy haciendo las pruebas con el prototipo. Me pregunté qué suponía esto que tengo entre las manos, lo vivido, lo soñado, lo perdido, cuál es el precio que pagamos por amanecer desnudos, por gritarle a la luna, por caer para levantarnos, si no merecería más la pena el trabajo, el sueldo a fin de mes, la vida medible y pesable, los fines de semana libres, la segunda residencia para huir de la primera, las conversaciones insulsas...

Cuando quería ser escritor y estuve haciendo los cinco años en el Ateneu Barcelonés me preguntaba lo mismo. Si merecía la pena ir por la calle narrando lo que estaba viviendo, imaginar historias que no tenían casi nada que ver conmigo y al mismo tiempo me hacían ser lo que soy. Ese "escribes bien" pero "te comes demasiado la cabeza", ese acaba lo que has empezado, ese vales lo que tienes. Me pregunto qué hubiera pasado si hubiera aceptado ser como los demás, si hubiera perseguido la felicidad de la forma que se supone que debería perseguirla.

Tengo cuarenta años y aún se supone que debería tener tantas cosas resueltas... soy una mala apuesta para quien quiere jugar seguro.

Creo que me equivoqué en algo. Imagino que me equivoqué cuando era niño, a veces pienso que nací equivocado, que pensar por uno mismo en lo más básico es, en realidad, el sendero de la destrucción. Ahora que sé que no crearé una familia ni tendré hijos, que biológicamente y socialmente soy el final de un camino que acaba en acantilado, me siento demasiado viejo o triste. A veces las cosas no son cómo habías imaginado.

Podría decir que no me importa, que poder potabilizar agua en cualquier parte del mundo salvará muchas vidas y eso me compensa pero hay algo que me hace dudar de ello. Siempre que llego a sentimientos como éstos me siento con el niño que fui y le pregunto qué hacemos. No es la vida que soñó, demasiadas decepciones, demasiados adioses, demasiados engaños. Le gustaría que viajáramos, a lugares exóticos, le gustaban las novelas de Julio Verne, los inventos que nadie más había imaginado, eso parece ser que se va a cumplir... tarde, pero sí.

Pero seguimos estando solos, seguimos siendo bichos raros, seguimos siendo tímidos, seguimos creyendo que los demás son mejores y que nos queda escondernos. Hay tanto del niño que fui en el adulto que soy... Hay tanto del adulto que soy en el niño que fui...

Hay tantos sueños...

Tanto por dar y recibir...

Soy incapaz de pensar qué pude haber hecho para equivocarme menos.

Soy incapaz de dar una solución convincente para cambiar aquello que se me escapó de las manos.

2 comentarios:

Valeria dijo...

Entiendo un poco el sentimiento que te embarga, el querer salir de un círculo vicioso y no poder hacerlo, no por falta de ganas sino porque pareciera que una fuerza invisible se empeña en mantenerte solo, en hacerte difícil lo que para otros es fácil. Entiendo lo que es pensar que esa vida común, con una pareja e hijos, con amor es algo a lo que uno parece no tener derecho. Me he sentido así, pero también he aprendido que uno está mal solo hasta que uno lo decide, que la fuerza invisible que no lo deja a uno ser feliz es nuestra actitud frente a la vida, somos nosotros mismos. Seguirás regodeándote en tu sufrimiento mientras obtengas algo de ello, sintiéndote lástima porque es más fácil que atreverse a salir y tratar de conseguir lo que se quiere. En realidad creo que en este momento sentir pena por ti o autoflagelarte por lo que no tienes, por lo que no eres o por los errores y/u oportunidades que has dejado pasar es lo que te compensa, con lo que te sientes bien y que escribes sobre que sabes que estás mal y demás frases por el estilo para justificarte, para sentir que no eres tú sino la vida, creo que haces como quien se quita una costrita para volver abrirse la herida, como quien oprime la herida porque encuentra placer en ese dolor y en cuanto ya no lo obtengas, comenzarás un cambio verdadero. El día que te decidas a estar bien lo estarás por el simple hecho de ser quien eres y estar vivo, aunque tu vida no sea perfecta y no tengas lo que has soñado, ni seas el mejor del mundo, tengas problemas financieros o lo que sea que te preocupe, serás feliz porque eliges serlo, porque no permites que lo externo decida tu vida, tus estados de animo sino tú mismo y creo que mientras tu actitud ante la vida no cambie, aunque tuvieras todo lo que se supone que necesitas para ser feliz no lo serías porque quizás no sabes cómo ser feliz. Perdón si me he sobrepasado con mi comentario pero te leo desde hace tiempo y creo que desperdicias tu vida sintiendo pena por ti, por más que digas que te enfrentas a la vida. Lo sé porque yo he cometido los mismo errores y me faltan tantas cosas como te faltan a ti, pero no pienso desperdiciar un minuto más de mi vida sintiendo pena porque mi vida no es como se supone que debe ser o como yo la soñé, decidí ser feliz con lo que tengo y si hay algo que no me gusta trabajar para cambiarlo. Saludos y perdón por el discurso y por entrometerme, pero es que creo que si tienes salud, un techo, un trabajo y alguien que te quiera sinceramente ya tienes lo necesario para ser feliz y no serlo es un desperdicio habiendo tanta gente con menos que eso.

Valeria dijo...

Pues nada que me he dado cuenta que me he equivocado y que este post no era actual como creía sino de hace años, en pocas palabras que "he metido la pata". Pues nada, que lo escrito, escrito está y no hay modo de cambiarlo. Espero que quien eres ahora sea muy diferente de este que escribió este post, que hayas sobre todo aprendido a reconocer tus cualidades y aciertos, así como todo lo bueno que te rodea. En resumen, deseo que estés muy bien. Perdón de nuevo por la intromisión, quizás porque hace tiempo no entraba a ningún blog es por lo he comentado sin más, pero prometo no volver a hacerlo, finalmente ¿Quién me creo yo para andarle diciendo a los demás como sentir o vivir su vida? Sorry.