martes, 23 de enero de 2024

Road trip



En el aeropuerto de Pittsburgh me dieron el coche más feo que tenían. Era un kona azul celeste. Te juro que no había nada más feo en parking de las compañías de alquiler de coches. El hombre que nos atendió fue relativamente amable. Dicen que la gente es más educada en un país en donde cualquiera puede llevar un arma escondida, no sé si dar la razón a eso. El caso es que nos indicó que saliéramos de la autopista de peaje y nos fuéramos por otro camino, pero me equivoqué de salida y me llevó por carreteras secundarias hasta volver otra vez a la estatal. Carreteras con mini pozos de petróleo al lado de una granja, atravesando pueblos de menos de mil almas pero con una torre de iglesia alta y de color inapropiado.

Te juro que pensé en ti durante todo el camino a Morgantown mientras conducía y trataba de no morir aplastado por la promesa de ese road trip que nunca haremos juntos. La carretera estaba llena de salidas hacia lugares con nombres que bien pudieran ser alemanes o austríacos y poco a poco sentí que me iba alejando de la ciudad para entrar en otro estado de la materia, más antigua y más salvaje. Reconozco que sentí algo de temor y pensé en que años atrás había hecho lo mismo pero completamente solo. Sigo sin saber quién era ese otro que fue capaz de hacer aquello y en seguida me pregunto en qué me he convertido ahora. En si envejecer es no atreverse a cosas a las que sí pudiste enfrentarte antes y sobre todo, en verte como un extraño y al mismo tiempo recordar qué pensaste y qué sentiste cuando eras ese extraño.

Tengo la sensación de que tarde o temprano se me acabarán las oportunidades de hacer lo que pensaba hacer en el pasado, que en algún lugar que no conozco aún acabaré por cerrar el ciclo de esta vida y cuando mire hacia atrás todo lo veré como obra de ese otro yo extraño que miraba el mundo como una oportunidad y no como un lugar peligroso. Quizá envejecer sea eso. Ver el mundo tal y como es y no como desearías que fuese.

Saber que ya nada de lo que hagas causará un cambio.

Que todo lo que deseabas está al otro lado de un espejo que ya no refleja tus sueños.

Pero luego pienso que algún día haré un viaje así de nuevo y volveré a pensar en ti e imaginaré que pones los pies descalzos encima del salpicadero sin decir nada durante kilómetros, como en una burbuja de tiempo que todo lo amortigua.

Y pensaré también que hay otra vida que transcurre paralela como los dos sentidos de la autopista, pero ambas en la misma dirección del tiempo y que, mientras transitamos una, la otra hecha de lo momentos que no llegamos a vivir va al otro lado de la mediana, acompañándonos, diciéndonos que todavía estamos a tiempo de volver a ser aquel que fuimos, aquel que se atrevía a todo, aquel que se bañó en el océano Pacífico y caminó entre los pinos enormes del parque nacional Redwood; y que se prometió a sí mismo hacer un viaje contigo y en ese universo paralelo lo cumplió.

Me hubiese gustado saber cómo hacerlo.



No hay comentarios: