viernes, 4 de junio de 2021

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No soy un hombre especialmente duro. Tan sólo conmigo mismo. Creo que, por alguna razón, merezco un castigo que nunca llega. Dicen que es algo así como el síndrome del impostor, que uno cree que no merece lo que tiene y que, en realidad, le corresponde algo peor. No sé si esto lo acabo de explicar como realmente lo siento, pero se le acerca bastante. Básicamente pienso que todo es una puta mierda y que demasiado bien estoy para como debería sentirme.

El lunes llevé a Penélope a una casa de acogida. Llevaba sola desde que murió Ulises y había adelgazado mucho en muy poco tiempo, así que la llevé al veterinario y después de cobrarme un dineral me dijeron que estaba bien, sólo estaba viejita y comía menos. En realidad es mucho más que eso. Apenas come y se pasa el día durmiendo o subiendo a la terraza a llamar a Ulises. Se me rompe el alma cuando la veo. Me dolía que pasara tantas horas sola. Había pensado en llevarla a la oficina para que estuviera conmigo todo el tiempo, pero no creo que fuese la solución. 

Cuando la dejé en esa casa me dejaron una chaqueta porque hacía frío y yo iba en manga corta. La dueña dice que Penélope no hace más que oler la chaqueta porque reconoce mi olor. Nada ni nadie te va a querer como un animalito. Ningún amor va a ser tan puro ni vas a crear un vínculo tan fuerte. Eso es algo que aprendí hace tiempo. 

Creo que está en mejores manos que en las mías. Tiene cariño y presencia las 24 horas del día y eso es mucho más de lo que ha tenido los últimos meses. Se está adaptando bien. Merece que la cuiden los últimos días de su vida, porque tal y como la veo, me recuerda a cuando Ulises perdió tanto peso. Creo que Ulises murió de pena porque yo dejé de dormir en mi casa y que Penélope morirá de pena porque Ulises ya no está. 

Lloré cuando murió Ulises. Y lloraré cuando muera Penélope aunque sea dentro de mucho tiempo y no haya convivido con ella desde el lunes. Ya he dicho que no soy especialmente duro. Nadie puede vivir sin amor. Sin darlo ni recibirlo. Es por eso que creo que hay tantas mascotas, porque ya no sabemos dárnoslo de ser humano a ser humano de manera genuina y lo buscamos en los animalillos. Lo hacemos para no sentirnos basura, para poder amar a algo o alguien porque lo necesitamos.



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