Me dice que estoy acabado, que el tiempo se me está acabando y me quedan demasiadas cosas por hacer, pero que eso yo ya lo sabía, que no sé decir que no, que en eso consiste ser débil, en no saber poner límites a los demás ni a uno mismo.
Podría rebatir lo que dice pero sé que es inútil, los dos sabemos que es verdad; que la vida es demasiado grande para querer comérsela uno a bocados, que hay que ir despacito o tener suerte y de eso no voy sobrado.
Te queda poco tiempo, dice.
De momento no le voy a hacer caso.
El bicho me mira complacido desde su rincón. Sabe que pronto será su turno y sabe que en ese momento él tomará las riendas de nuestro destino...
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