domingo, 11 de marzo de 2018

Éramos dos puñados de átomos dando sentido a la materia, dos caminos que se cruzan sólo una vez en la vida, agua que beber, aire que respirar. El principio y el final, el amanecer y la oscuridad, la ficción y la realidad.



Al principio creía que era perder el tiempo y que, el día que me llegue el destino a trasladar mi alma a otra parte, echaría de menos cada segundo en el que no hice más por alcanzar los objetivos que me he autoimpuesto.

Pero dicen que, en realidad, uno echa de menos haber arriesgado más, haber dicho a tiempo lo que en realidad quería decir y hacer lo que realmente quería hacer. Supongo que eso es vivir la vida toda, y no a medias como probablemente hacemos casi todos.

Creo que si pudiera volver hacia atrás cambiaría pocas decisiones, pero sí que hubiera insistido en hacer y decir cosas a personas que me importan, o me hubiese gustado que me importaran más de lo que lo han hecho.

Ayer cumplí años y tenía ganas de ir al concierto de La Bien Querida y Joan Miquel Oliver en la sala Salamandra... pero fui a ver a mi sobrinos y a mi hermana. Últimamente estoy teniendo más conexión con mi sobrino. Imagino que tarde o temprano las generaciones con más energía van desplazando a las caducas y, empiezo a notar cierta falta de recuperación tanto física como mental. Antes me cansaba de estar cansado. Ahora asumo que siempre va a ser así, hasta que decida cambiar las cosas y darme un respiro. En los últimos meses varios fondos de inversión han querido entrar en la empresa, incluso ahora que aún no tiene ventas recurrentes, sólo patentes; y me he planteado seriamente en dejar que eso ocurra y empezar a contratar a otros que tomen esa responsabilidad por mí. Algo que también me han ofrecido.

Pero siempre acabo por ir un poquito más allá, me gusta acabar lo emprezado. Mi plan era hacer yo solo esta parte del camino y dejarlo todo tal y como quiero. Pero me voy haciendo mayor y a veces tengo la sensación de que en cada cosa que no he hecho, en cada cosa que no he dicho, se me ha ido la verdadera vida. Esa que de la que uno se arrepiente de no haber vivido.

Aunque también pienso que si todo sale bien, seré uno entre un millón de esos de los que cambian el destino de miles de personas.

Y de eso si que me hubiera arrepentido, no haberlo intentado.

Sigo.

Seguiré hasta que el alma aguante. No tengo derecho a quejarme sabiendo como y a quién puede ayudar todo esto.



Cada día se me hace más difícil renunciar a esa otra vida que pude haber tenido y que no quise tener. O no supe.

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