miércoles, 10 de septiembre de 2014

Quizá el precio de soñar despierto era despertar del sueño.


Llegará un día en el que mirarás hacia atrás y no verás nada. Habrás vivido muchos años, habrás creído que hiciste algo bueno, pero en realidad sólo habrás destruido decenas de sueños. Entre ellos el mío y ¿sabes? me gustaría creer que no podrás vivir con ello. Pero sé que podrás, que en realidad te importará una mierda.

Y a mí me joderá que sea así.

Esa será la lección para mí: que el mundo es injusto y que debería haber valorado eso el día en el que te conocí e intuí que no eras como yo, que, en realidad, a ti lo de la justicia no te iba demasiado.

Y yo detesto a la gente como tú.

Porque el mundo es como es porque tú estás en el consejo de dirección de los bancos, de las grandes empresas, en los despachos de los ministerios y de los gobiernos. Tú y tu falta de ética y de palabra sólo contemplan los sueños si puedes apoderarte de ellos.

Y yo no he podido hacer nada. O casi nada.

Quizá alguien tuviera razón cuando me dijo que, en realidad, yo soy un misántropo obligado a vivir en una pesadilla en la que no puedo dejar de interactuar con cada vez más gente.

A veces me falta el aire.

No sé si tendré fuerzas para seguir este camino.

Pero entonces recuerdo que llegará un punto en el que miraré hacia atrás y veré mi vida sin pasión, quizá porque ya esté muerto, y me daré cuenta que nada importa demasiado, que tú y yo somos insignificantes y que, si lo paro a pensar, lo único que merecía la pena era haber vivido con pasión todos los días, que vivir es eso, da igual qué hagas.

Y no sé si me gustará mucho haber llevado la vida que he llevado.

O al menos vivirla como la he vivido.

Quizá no.

No sé, quizá esté escribiendo esto porque aún tengo tiempo de enmendarlo.

No hay comentarios: