martes, 23 de septiembre de 2014

Él nos dirá


El tiempo nos dirá si alargar todo esto mereció la pena.

Yo creo que no, pero le concederé unas pocas semanas más a la incertidumbre.

Quizá fui demasiado optimista.

A primera vista puedo parecer un pesimista, pero soy todo lo contrario. De no ser así, hace ya muchos días que hubiera volado.

A veces me doy cuenta de que ya sólo me queda la esperanza, una esperanza estúpida que no se sostiene con argumentos. Me pregunto si la perseverancia era de verdad el seguro a todo riesgo para alcanzar aquello que se desea.

Pero no es cierto.

El mundo está lleno de frases brillantes que sólo hacen eso: deslumbrar a quien se atreve a mirarlas, pero queman como el sol hasta dejarte ciego.

Regreso a los orígenes.

Quizá el tiempo emitió su veredicto antes de sí mismo.

Quizá la respuesta nunca estuvo demasiado lejos y yo me empeñé en mirar hacia adelante en lugar de mirar a mi alrededor.

Me pasé el tiempo dando demasiada cuerda al bicho para que corriera y me dejara en paz, pero el bicho nunca se cansa, nunca duerme. Siempre está ahí para recordarte lo mucho que va a pedirte.

Ulises y Penélope merodean en busca de algo que yo también necesito.

Lo insoportable de la soledad es que con el tiempo le impregna a uno hasta calarle los huesos y ya nunca más se va.

Pero aún así voy a concederle el beneficio de la duda a todo esto que, si lo pensara con sensatez, ya debería haber acabado hace tiempo.

Porque en el fondo soy ese que lo último que pierde es la esperanza, porque si lo piensas fríamente vivir es una locura, no tiene sentido, sólo se sostiene por la idea de que algo, lo que sea, va a ir a mejor, o por lo menos, va a acabar pareciéndose a aquello que deseas.




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