sábado, 20 de octubre de 2012

Palabras que no llegan


Me supone un gran esfuerzo escribir esto. Como otras veces tengo la sensación de que ya ha pasado mi tiempo de palabras. Pero si me ha pasado esa época ¿por qué no llega algo que llene este vacío? Me siento como si hubiera saltado de una piedra a otra para cruzar un río y al ir a apoyar el pie no hubiera piedra.

 La semana que viene empiezo a fabricar la máquina. He encontrado un inversor, dicho de otra forma, he vendido mi alma al diablo... pero creo que el diablo se va a llevar una sorpresa, porque quizá valga más el papel donde firmo que mi alma misma. Tal vez sólo sea el vacío, tal vez sólo sea el otoño o que también nos han recortado sin que nos hayamos dado cuenta, todas aquellas ilusiones que una vez tuvimos. Porque las ilusiones son esos deseos que van más allá del deseo de subsistir.

 Pues eso, se me ha secado la planta de donde sacaba las palabras, hace mucho tiempo, tanto que quizá todo lo que haya escrito durante el último año lo haya hecho sin ganas, intentando ser el que era o el que pudiera haber sido. Porque, y ahora es cuando lo veo, que todos los buenos años me los pasé pensando que eran malos, y casi todo lo que he escrito me parecen quejas gratuitas, no me daba cuenta de todo lo que podía haber hecho, mareándome en complicaciones humanas, eligiendo mal, siendo elegido por aquello que podría ser y no era.

 Ahora todo cambia, la máquina ha tenido éxito entre los inversores, he sido finalista en varios concursos importantes y soy finalista en algunos por fallarse. Me felicitan y me auguran éxito, algo que he estado buscando frente a la derrota de tantos meses (casi cinco años) de ir a la deriva entre los restos de un naufragio. Creo que he sido fuerte y débil al mismo tiempo, me he sentido de verdad como un náufrago. Ahora siento la alegría de que por fin un barco viene a rescatarme a esta isla desierta, pero al mismo tiempo tengo miedo por si no me acostumbro a estar otra vez entre hombres, por si durante todo este tiempo que ha pasado me he convertido en eso que sospecho que me he convertido, en alguien que ya no entiende qué es lo que le une a otro ser humano.

 Nunca antes me había dado cuenta del miedo que tengo. Miedo al contacto con otros seres humanos, como si dentro de mí, el animal salvaje que soy, ya no pudiera confiar en nadie más porque ya ha gastado todas las oportunidades que se supone que le da la vida. Supongo que eso nunca es del todo cierto, imagino que siempre hay algo de humano en el desquiciado habitante de su isla desierta. Espero poder recuperar la confianza, espero dejar de tener miedo a lo que pueda pasar. Supongo que unos meses de relativa tranquilidad serán algo así como una cura, como una tregua.

Pero aquí estoy, son casi las cinco de la madrugada y no quiero acabar este día y no sé el porqué, como si me faltara algo. Sigo sintiendo que me falta algo, y ese algo que me falta tiene que ver con poder dar. Espero que dentro de unos meses pueda estar llevando agua potable a gente que realmente lo necesita. Creo que esa posibilidad es la que me ha empujado todos estos meses, la que ha vencido a la burocracia y los "vuelva usted mañana", la que ha espoleado a toda la esperanza que siempre he tenido a pesar de la tristeza. Y quizá, algún día, me volverá la pasión por escribir porque tendré algo que contar, algo de verdad, algo que me conmueva tanto que no tenga otro remedio que explicarlo.

Pero ahora vienen tiempos de emprender otro camino.

 Vienen tiempos de volver a ser humano.

  "Creemos que los humanos somos muy complicados, llenos de pasiones, pero en nuestros corazones sólo queremos pertenecer a algo, estar en paz, ser amados y amar". Dan Fante

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