domingo, 28 de octubre de 2012

La voz


Los ancestros me hablan con voz de viento, de viento frío que se cuela por las rendijas de la casa, aullando como el lobo en el bosque. Los ancestros tienen un mensaje que no conocía pero que al mismo tiempo, sin saber cómo, ya sabía. La sabiduría es una maldición que hay que cultivar y a la que hay que pertenecer, como la corteza pertenece al árbol que lo conecta a todas las cosas. Yo era insensible a todo ello.

 Pero una noche los ancestros aparecieron y me hablaron desde la penumbra de un bosque en el que nunca he estado. Me hablaron del agua que corre cristalina, de la niebla que oculta el sol durante meses, de que el neolítico fue para ellos la gran decadencia, que un hombre es lo que sus manos pueden hacer y poco más y, por tanto, un hombre es lo que piensa, lo que hace con determinación, y que el destino es algo a lo que amar para sentir que se vive de verdad. Los ancestros me trajeron las palabras exactas y yo me hice con ellas para guardarlas en un lugar en el que no pudiera olvidarlas: en mi corazón.

 Van pasando los años. Me he ido convirtiendo en alguien perplejo ante el mundo. No salgo de mi asombro y no entiendo en qué parte estoy ni dónde iré a parar dentro del torbellino que generan tormentas de cifras que llueven sobre la madre tierra para humillar su riqueza. Observo a los que nos guían y no reconozco a ningún hombre entre ellos. La humanidad se ha deshumanizado porque todos los que están en los lugares de sabiduría son seres mezquinos aventados por el miedo.

 Los hombres del bosque no quieren mirar en qué hemos convertido el mundo. Los ancestros añoran al oso y al lobo, la piedra y el hierro, miran de reojo al pasado y creen que ha llegado el momento de cambiar el futuro. Yo soy uno de ellos. Y me llega un canto desde el otro lado del mundo, pero en lugar de ser un lamento por todo lo que ha muerto se convierte en un himno de resurrección y de esperanza. Devolviendo la dignidad a aquello que era digno y viviendo ajenos al Samsara del mundo y sus espejismos.

 La voz inaudible va resquebrajando la corteza terrestre con una vibración constante, tan de baja intensidad que ni el corazón la nota. Pero está ahí, desincrustando el óxido de la superficie de lo que merece la pena. Y yo salgo a caminar por el bosque de nuevo, y veo salir el sol por las mañanas. Y oigo la voz dentro de mí con sabia nueva, dejando atrás muchas de las cosas que solía ser y en realidad no era.

 Ahora ha llegado el momento de cambiar el mundo.



 PD: Estos últimos días se están dando una serie de coincidencias y de oportunidades que no esperaba tener.  Y el miedo ha estado a punto de tirarlo todo por la borda. He de reconocer que mi situación no me permite ningún margen de maniobra, la situación es de verdad poco esperanzadora. Y entonces ha ocurrido todo de nuevo, todo el trabajo de los últimos años cristaliza en unos pocos instantes. A veces es bueno creer en la magia, en que en algún lugar del mundo algo tiene la capacidad de cambiarlo todo.

Nunca perdáis la esperanza.

No hay comentarios: