sábado, 15 de marzo de 2008

Preguntas que no llevan a ninguna parte


A las nueve sonó el teléfono. No conocía el número pero lo cogí. Era la doctora. Me pregunta que por qué no he ido a verla. "Tenías visita esta mañana" me dice. "¿Estás bien?" Quiere preguntar si he vuelto beber pero no se atreve, no quiere hacerme sentir mal, no quiere enfuercer al bicho... "No he vuelto a beber, si es por eso que me llama" sigo tratándola de usted a pesar de que es más joven que yo, a los médicos siempre les llamo de usted, por educación. "Estoy fuera de la ciudad, no me acordé de avisarla". le digo. "Está bien, ya sabes que me puedes llamar cuando lo necesites. Cuando regreses pasa por la consulta ¿vale?" me dice con esa dulzura tan correcta que sólo utilizan los médicos. Es una buena chica, la doctora. Por algún motivo que desconozco le caigo bien. Le colgué prometiéndole que iría a verla cuando regrese, no sé cuando, tengo un trabajo que terminar, gracias por llamar, adiós doctora.
Casi al tiempo que colgaba María entraba en la habitación. "Buenos días"dijo. Se le notaba que había descansado y estaba de buen humor. "No he venido antes porque quería dejarte dormir. Ayer tenías cara de cansado. ¿Has dormido bien?". Para no aburrirla explicándole mi obcecación por padecer insomnio le dije que sí, que había dormido estupendamente. "He dormido en la habitación de al lado. ¿Sabes que roncas un montón? Ayer pensé que era porque estábamos en la misma habitación pero hoy... hoy te escuchaba igual" dijo. Entonces no había dormido con la mujer de la calma y lo que se traían entre manos no era lo que me había parecido ayer durante la cena. "Vamos a la calle, comeremos algo. Estoy hambrienta" dijo dando un paso hacia atrás para dejarme salir al pasillo. Salimos del edificio y fuimos a una cafetería a dos manzanas de allí. María se había puesto un bonito vestido blanco estampado con grandes y graciosas flores en distintos tonos de verde. Le quedaba realmente bien, era un vestido corto que dejaba al aire sus delgadas piernas morenas. En aquél momento éramos la antítesis de la discreción. Bonita pareja: la bella y la bestia.
Pedimos café y tostadas. Estaban buenas o teníamos tanta hambre que nos hubiéramos comido cualquier cosa. La cena de la noche anterior había sido demasiado frugal y no nos había alimentado lo suficiente para pasar la noche. Además, desde de que había dejado de beber, el bicho pedía más comida y yo tenía hambre a todas horas. "¿Qué vamos a hacer ahora?" preguntó María. "¿Vamos? ¿Los dos? Creo que deberíamos separarnos. Seguro que están buscando a una pareja de lunáticos cuya apariencia coincide con la nuestra. Será mejor que no se lo pongamos tan fácil. ¿No te puedes quedar con Carmen?" le pregunté. "Ella miró a través del ventanal hacia la calle. En ese momento un autobús paraba justo enfrente de la cafetería y se bajaban dos obreros con sus fiambreras en la mano. "Preferiría no tener que pedirle más favores a Carmen. Lo que has visto pertenece al pasado y no quiero estar aquí. Carmen me salvó la vida pero no lo hizo gratis" empezó a decir. "No hace falta que me cuentes nada. No quiero saber..." dije, pero no me dejó acabar "No hace falta contártelo pero te lo cuento. No quiero que te lleves una opinión sin saber la verdad" me miraba fijamente "Vine desde mi país con un contrato para cantar en un local. No había tal local ni era para cantar para lo que me querían. Me quitaron el pasaporte, me obligaron a acostarme con decenas de hombres; y cuando digo que me obligaron te juro que sabían como hacerlo. Un día apareció un tio raro, hablaba y hablaba, me ayudó a escapar. Yo no lo esperaba, lo seguí por incercia. De repente me ví en la calle junto a aquél marciano. Me llevó a casa de Carmen para esconderme pero nos encontraron y para no empezar una guerra en la que Carmen acabaría perdiendo, me compró por mucho dinero y les entregó al tipo que me había llevado a su local. No lo he vuelto a ver más. Se rumorea que le dieron tal paliza que quedó en coma o está muerto. No lo sé. Yo tenía dieciocho años. No sabía qué hacer. Carmen no tiene chicas fijas. Tiene un local al que van amas de casa que necesitan un dinero extra que no les dan sus maridos, estudiantes a las que no les llegan las becas, mujeres que no quieren o no pueden meter a nadie en casa y están en un apuro. Mujeres que tienen una mala racha que siempre se hace demasiado larga... Era distinto y era lo mismo. Así que ya lo sabes. Y si la pregunta es que si vengo mucho por aquí la respuesta es que de vez en cuando. Lo intento pero no es fácil. No se gana mucho de camarera ni cantando un par de veces a la semana". "Lo siento" dije. No sabía que otra cosa decir. Me sentí estúpido diciendo lo siento y me sentí sucio sin saber muy bien el porqué. "El hijo de J... me vió una noche cantando en el hotel, me empezó a enviar flores, invitaciones... yo sabía que tarde o temprano se enteraría, así que lo rechacé amablemente. Acabó enterándose y entonces empezó a perseguirme. No le había rechazado una chica, le había rechazado una que se acostaba con cualquiera. Eso parece ser que le molestó mucho más que cualquier otra cosa. Tengo que irme de la ciudad. Después de lo que le hiciste no puedo quedarme aquí" dijo atravesándome con la mirada. "Mira mi niña, yo estoy buscando a una persona, la del bobster rojo, cuando la encuentre y le diga lo que le tengo que decir, me volveré a mi casa, pero hasta entonces estaré aquí, no tengo elección". "Yo puedo ayudarte, conozco la ciudad mejor que tú" dijo. "¿Ayudarme? Si ni siquiera conseguiste la dirección correcta" le dije. "Te juro que es la que me dijeron. Volvamos al ayuntamiento y esta vez, entras tú conmigo" "¿Estás loca? Seguro que nos reconoce alguien" le dije. "No si te disfrzas" dijo burlona. "¿Disfrazarme yo? Vamos, ni de coña".

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