Teníamos un trato: yo sabía cómo llegar y tú sabías a dónde. Y además por ese orden. Pero no fue así. Ni tú sabías a dónde ni yo sabía otra forma de llegar que no fuese a tu lado. Creo que así ha sido todo desde entonces, no he sabido llegar a ninguna parte, no he sabido elegir un camino cuando se me ha presentado la oportunidad de escoger entre varios.
A veces paso por delante de algún lugar que compartí contigo, o que me recuerda a ti, que tiene algo que me recuerda a algo que se te parece. Lo visto de casualidades, me sorprendo imaginando una coincidencia improbable, y abro la puerta a la magia que ahora intento convencerme de que nunca existió.
A veces me pregunto si un hechizo es reversible, en si lo que muere, muere de verdad o sigue existiendo en otro plano, como espero que vivan las almas de los que ya no están aquí conmigo; si el limbo de las cosas que sucedieron sin tener continuidad tiene una lista de cosas tuyas y mías que coincidieron con nosotros tratando de que sucedieran.
Pero teníamos un trato que no llevaba a ninguna parte aunque creyésemos que sí. Es decir, teníamos algo tácito, la promesa de prometernos algo algún día, querer querernos con el tiempo, sanar la herida del otro al curar la propia, mirarnos y volver a olvidar lo que ya habíamos conseguido olvidar antes de encontrarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario