sábado, 18 de mayo de 2013

La cabaña en el bosque, los lobos, la locura, el frío, tu nombre




Los lobos andaban fuera merodeando los resquicios de las ventanas, sabía que tarde o temprano se abalanzarían sobre mí pero no para devorarme, sino para meterse dentro y habitarme. Los lobos saben cuándo pueden atacarme y cuándo no, lo saben porque está escrito en su piel bajo la maraña de espinas que los cubren, lo saben porque está impreso en un instinto común que nos une, cada uno en un extremo del mismo; yo en mi supervivencia y ellos en la suya.

Los lobos aullaban. En la noche sonaban como un esqueleto metálico y oxidado aquejado de la artrosis que precede a su derrumbe, sonaban a animal herido, a barco que se dobla antes de hundirse, si no supiera quienes son en realidad diría que estaban tristes y que esa era su forma de emitir un lamento que hiciera temblar hasta la luna, pero no puedo evitar sentir escalofríos, y volverme loco. La locura es lo único que me ha salvado hasta ahora, pero la locura requiere un punto de insconsciencia y yo me estoy haciendo mayor; y con la edad llegó, poco a poco y casi sin darme cuenta, la inevitable cordura.

Quizá las cosas deban ser así y debería rendirme ante la evidencia, quizá tendría que abrir las ventanas y dejar que entraran dentro de mí y devolver a la naturaleza lo que le pertenece. Aún así sigo impetuosamente obcecado en resistir por si el destino cambia las cosas. Hay un corazón tendido en alguna parte que me pertenece y sé que revivirá en cuanto tenga la suficiente fortaleza física que hoy le ha abandonado. Me pregunto si estará seguro en el bosque, a la vista de todos, sin que nadie repare en él. A veces lo más visible, por cotidiano, pasa inadvertido.

Ya es tiempo de terminar. La nieve se derrite y el bosque tiene una misión a la que, para sus adentros, ha decidido llamar "primavera". Tiene gracia que ya estemos a las puertas del verano, pero así es el bosque: sigue sus propios ritmos, crece con sus árboles y ve desde el cielo a través de los ojos de las águilas, pero el tiempo... el tiempo es un gran desconocido para él.

Bueno, es tiempo de terminar, ya lo había dicho antes, hace frío. Ha estado haciendo frío estos últimos días. No soporto el frío, pero no puedo salir afuera a buscar leña. La musa se fue hace tiempo y no creo que regrese. Me pregunto si sabía lo de los lobos y quiero creer que no, pero lo más probable es que sí lo supiera.

Será una noche larga. Me gustaría poder asomarme a las ventanas a ver la luna reinar sobre la noche, quizá lo haga, quizá tenga una posibilidad, una sola, cuando todos estén despistados, cuando la noche sea más poderosa que el hambre.



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