sábado, 11 de mayo de 2013

El amargo don de la profecía


Al principio creía que la musa era un pájaro que volaría en cuanto le abriera las puertas de la jaula. Si de algo estoy convencido es que una de las cosas que vine a hacer al mundo es a abrir jaulas. Lo que no sabía era que todas las aves vuelan lejos, salen disparadas hacia el azul y las nubes y, sinceramente, creo que en eso he sido siempre un iluso, ahora no importa si lo he sido mucho o poco, el caso es que nunca por eso he dejado de tener esa obsesión, aunque inmediatamente después sintiera pánico a qué le pudiera pasar en libertad a un animal que no conoce los peligros del mundo.

Supongo que, en el fondo, nuestras obsesiones nos reflejan a nosotros, nos explican. Quizá porque uno ansía la libertad cuando está preso y añora la seguridad de la prisión cuando está en peligro, uno desea al otro cuando es libre y desea espacio cuando está en la misma habitación.

Ayer leí un artículo que hablaba de los feos y los guapos, de lo que se gana y de lo que se pierde, de que el equilibrio está en el desequilibrio, de que todo es, en realidad, una carrera continua en pos de que nadie salga corriendo.

Reconozco que siempre me he sentido atraído por la belleza, a mí (que soy bastante de justificaciones) me da por decir que me siento atraído por la belleza argumentada. Nunca he podido estar con alguien que no supiera reír, jugar a los juegos de palabras y silencios, bueno, miento, sí lo he estado, la belleza es algo que arrastra, algo que te convierte en esclavo, tanto a uno como a otro. Recuerdo ahora el título de una de las novelas de Tarenci Moix "El amargo don de la belleza" y pienso que quizá la belleza sólo acentúa los vacíos interiores, no sé, quizá esté hablando por hablar, sólo estaba pensando en el artículo que leí ayer... esta entrada tenía que ver con pájaros y el azul, y los barrotes y que siento que dentro de poco me voy a encontrar con la inmensidad y eso, eso, en cierta forma, me da miedo.

El miedo. "Vivir con miedo. En eso consiste ser esclavo" decía el replicante de Blade Runner. Me gusta la banda sonora de Vangelis, la ciudad enorme en la que los protagonistas sólo son diminutas partículas de polvo. En 2050 el 65% de la humanidad vivirá en ciudades. Yo, sin embargo, creo que el futuro está en el campo, en la tierra, en tener un huerto y perro. Supongo que eso tiene que ver con lo que uno es en realidad: los deseos, la posibilidad de futuro, el inmenso espacio abierto, la inmensidad del tiempo abierto ante uno.

Desde hace días (me he saltado decir que me ingresaron en el hospital por una urgencia médica de la que me estoy recuperando) siento que la vida no es una línea recta por la que vamos como un tren sobre raíles, siento que la vida es como una pompa de jabón que en cualquier momento puede estallar. Viajamos a merced de finas corrientes de aire, somos algo que, como la burbuja de jabón, está destinada a desaparecer... ya sé que es una tontería, pero no puedo dejar de pensar en ello, y de escribirlo, al fin y al cabo, esta es mi pizarra donde escribo mis tonterías para recordarme que en el fondo soy un tonto que se ha creído cosas increíbles...

Pero intuyo que algunas van a cambiar muy pronto y que mi destino también estará ligado a que recupere mis ansias de volar alto, de llegar lejos, de ser todo lo fuerte que puede se un hombre, eso sí, ni un ápice más.

Al principio de la entrada decía que pensaba que la musa era un pájaro que volaría en cuanto le abriera la puerta de la jaula, pero eso era al principio; la musa, con su gabardina de charol negro, su pelo afilado, su mirada y sus besos de basalto calentado por el sol, no es un pájaro a pesar de sus alas, algún día seguiré escribiendo la historia de la musa y se podrá entender quién es.

En cualquier caso, si a alguien le apetece buscar cómo empieza la historia de la musa, intuirá quién es y por qué pude o quise confiar en ella.

Quizá sea porque uno sabe qué es lo realmente importante para otro y lo sabe de inmediato, quizá porque en, realidad, soy yo el que quiere creer que todo es como quiero que sea, no lo sé, en cualquier caso, y vaya por delante, las musas aparecen cuando uno menos se lo espera, y lo único que puede hacerese en esos casos, es escribir todas las historias posibles con la palma de las manos, en el blanco infinito de su piel.

Todo lo demás, es perder un tiempo precioso de lo que nos queda por vivir, que puede ser muy poco.

No me ha salido la entrada que pensaba, quería ser más optimista, pero supongo que tengo una forma triste de escribir, de contar incluso las cosas que más me ilusionan, tal vez porque haya empezado a escribir mientras leía autores que buceaban en sus esperanzas y decepciones, o porque no es posible escribir algo con sentido si no tratamos de explicar aquello que no podemos mostrar cara a cara. En cualquier caso, aunque no me haya salido una entrada optimista, y haya quedado enterrado eso de que intuyo que algo grande se acerca, quiero decir que mientras escriba en un blog que se llama "moriría por ella", no esperéis nada alegre, sino turbulento, porque quizá yo no sea tan yo como creáis y sí más el personaje que empezó a ser el protagonista de este diario a medias, de este intento fracasado de escribir una novela.

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