sábado, 27 de abril de 2024

Miedo




 Creo que he perdido la apuesta. Todo lo que él hace lo hace mejor que yo. Me lo dice, pero luego no lo hace. Cree que todo lo mío acabará siendo suyo, sólo tiene que tomar la decisión de hacerlo y así será. Y a mí me da miedo.

Vivo con miedo. 

Desde siempre.

Hasta hace poco no lo sabia. Siempre he tenido la sensación de que vivo gracias a haber sobrevivido a algo que no recuerdo. O al menos no recordaba. 

Pero el otro día lo supe. Lo vi claro. Vi el miedo acercarse y alejarse después. Se paró y miró hacia atrás, hacia mí. Luego se dio la vuelta y se fue para siempre. 

Paso muchas veces por el puente desde donde se tiró. No he vuelto a hablar de ello. Nunca he sabido el porqué. No creo que exista un porqué real como argumento. No me gusta generalizar, no me gusta hablar de los suicidas en plural porque cada historia es distinta, cada alma es lo más singular que existe, no hay dos huellas álmicas iguales.

A veces hablaba con su padre. Era un buen hombre al que le tocó vivir lo más duro que puede sucederle a alguien. Siempre me preguntaba qué quería hacer, que si necesitaba algo lo llamara o lo fuese a ver. Ahora sé que lo decía en serio. Era uno de los entrenadores de fútbol del colegio porque era también el padre de uno del equipo. Yo era muy malo, pero tuve algo así como una temporada buena. No sé qué sucedió. Aprendí a regatear, a pisar la pelota y a chutar a portería. Luego no sé qué pasó y volví a dar una.

Nunca he sabido qué me pasó en aquella época. Creo que fue el miedo de nuevo. Miedo a perderlo todo, miedo a la violencia física y al desprecio. Miedo a no ser y ser al mismo tiempo. 

No sabría decir el porqué. El otro día fui a con R. mi terapeuta. A veces voy sólo a verla porque me cae bien, porque puedo hablar de todo. Puedo contarle que vivo con miedo y sé que ella no me juzga como haría cualquier otra persona que no me conociese. Le hablo de los extraterrestres y de las olas cuánticas, de limpiezas energéticas y al mismo tiempo de mis desvelos financieros y de mis proyectos de ingeniería, de mis viajes, de mis sincronicidades, de mi universo y del meteorito que tarde o temprano arrasará la burbuja en la que vivimos. 

R. no lo sabe, pero ha sido mi anclaje al mundo. Aunque creo que sí lo sabe y no lo dice. 

Mi sobrino también ha sido mi anclaje. Si no fuera por él no tendría a nadie. 

No me queda nadie excepto mis dos sobrinos. Y yo soy todo lo que les queda. O casi.

El momento más hermoso de mis días es verlo entrar por la puerta de su casa con su perro. Se tienen el uno al otro, pero esa imagen es algo que me conmueve. Entonces pienso en que no soportaría perderlo. Y pienso en las malditas guerras y en la gente malvada y me entra una gran tristeza. 

Hay momentos que lo engloban todo. Lo mejor y lo peor, lo que existe y lo que sólo es una probabilidad; el pasado y lo que está por venir. Todo al mismo tiempo, o peor aún: como si el tiempo no existiese y todo estuviese ocurriendo al mismo tiempo, como si el futuro ya hubiese ocurrido y condicionara al pasado para que pueda ocurrir algún día. 

Algo así como declinan los alemanes.

Pero es hora de irse a dormir. Escribiría tanto como puediera, pero no acabo nunca de saber qué, ni cómo.

El miércoles estuve donde Enric para presentar otras dos patentes. Luego por la tarde fui a visitar a Francesc y me dijo que tenía que escribir. 

Sé que cuando me muera y vea mi vida pasar pensaré que la desperdicié porque no escribí la novela, ni mis patentes llegaron a donde tenían que llegar.

Y pensaré en el cansancio y sabré que el cansancio no existe.

Y supongo que veré el túnel y alli me estarán esperando mis seres queridos, como seguramente estaban esperándole su mujer y su hijo al padre de mi amigo que se tiró por un puente. Y si vio pasar su vida, supo que lo hizo todo lo bien que podía haberlo hecho. 

Me cuesta pensar en cómo es el mundo y en si alguna vez tendré la perseverancia que he tenido en sacar adelante todo lo que estoy sacando adelante.

A veces pienso que trato de recordar la imagen de mi sobrino entrando por la puerta de su casa con su perro porque es lo que quiero ver cuando me muera para saber que lo hice bien; que el mundo que dejé no fue el que creí que dejaría, pero sí mejoré el suyo dentro de mis posibilidades.

Lo otro, ya llegará o ya sucedió.




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