martes, 6 de febrero de 2024

Los besos



Esta noche soñé con un beso. Era tan vívido que pude notar el sabor a parafina roja y sentir la textura de la cera impregnándose en mis labios desde los suyos abriéndose lenta y apasionadamente. Soñé que ella me besaba presa de un impulso, un beso corto, un beso "pero qué estoy haciendo", uno de esos que no espera respuesta porque el cerebro aún no ha procesado algo que no ha salido de él. Soñé que era de noche y estábamos en un coche, y estoy casi seguro que era verano.

Esta noche soñé que nos besábamos, tú me besabas primero y yo te besaba porque siempre he deseado hacerlo. No me imaginaba que pudiera sentir algo así a mi edad, ni siquiera mientras estoy dormido y no puedo controlar lo que siento. Es más, en un momento creo que soñé que despertaba y recordaba que había soñado que te besaba. 

Me entristeció saber que besarte sólo fuera sueño, pero suspiré aliviado al mismo tiempo porque el que se frustraba por estar frustado era ese otro yo que no suelo ser mientras vivo. No me imaginaba que yo fuese así de tan audaz al estar cerca tuyo.

El que soy ahora, el que escribe, observó a otro que, probablemente, sea más yo de lo que me permito ser cuando estoy despierto y sólo puedo imaginarte.

 Me gustó ser él. 

Me gustó porque te besó y era yo quien lo hacía.

Con el paso de las horas he tenido la necesidad de escribir sobre ello. Creo que en cierta forma me ha cambiado la vida, la forma que tengo de percibir quien soy y dónde estoy. En ese beso había tanta esperanza que no puedo dejar de mirar hacia ese momento y pensar que las cosas deberían ser como son allí. 

Y digo allí porque para mí ese sueño ya es un lugar. Un lugar al que esta noche cuando me vaya a dormir querré ir para volver a soñar contigo, sentir que estábamos cerca y que casi seguro que era verano.









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