lunes, 19 de abril de 2021

No hay



Me gustaría empezar alguna frase con la certeza de lo que quiero decir. Nunca sé cómo va a acabar lo que empiezo, y eso es algo que está presente en todas las facetas de mi vida. En el trabajo, con la familia... así que me dejo llevar en medio de un caos incomprensible en el que viajo medio perplejo, sin saber qué va a pasar porque no sé planificar qué es lo que tiene que ocurrir. Antes de ponerme a escribir este párrafo no tenía claro que iba a hablar de eso de no tener nada claro.

Creo que este blog es un ejemplo de ello. Es un galimatías descomunal de más de mil quinientos post que no llevan a nada. No hay historia ni mensaje, sólo palabras unas detrás de otras intentando no resultar demasiado sueltas las unas de las otras con pocos o nulos resultados. Al cabo de un rato de estar escribiendo me vienen algunas ideas que voy anticipando, pero tampoco creas que son muchas. Lo único que tengo claro es que te escribo a ti aunque no me leas. Ya no tengo otra voz literaria que no sea la de susurrarte al oído lo que no soy capaz de decir con la boca.

Ya no leo como antes ni me intereso por escritores nuevos. Releo a autores que ya he leído antes y me sumerjo en novelas de aguas tranquilas que sé que no me van cubrir lo suficiente como para que me ahogue en un nuevo e irrenunciable viaje.

En algunas ocasiones me nace una novela del pecho y paso meses escribiéndola en mi cabeza, pero no llego a más que dos o tres intentos de inicio o de escenas que son demasiado malas, lo suficiente como para descorazonarme y posponerlo. Cuando leo que alguien ha escrito diez o doce novelas le admiro con toda mi alma, porque entiendo que es tan difícil que sólo por eso merecería un reconocimiento mundial. No me importa si son buenas o malas (todas son buenas); joder, tienen que ser buenas. 

Entonces siempre pienso que el que ha sido capaz de tal hazaña es capaz de planificar lo que va a escribir y encima lo hace bien, y que yo no soy capaz ni de saber qué estoy escribiendo en estos momentos hasta que dentro de un rato lo haya releído y quizá le encuentre un sentido. Es como si mi voz literaria tuviera una memoria de pez: tan a corto plazo que no sabe qué le espera detrás del siguiente punto y seguido, por mucho que haya imaginado toda la orografía del río.

Y aquí estoy; cinco párrafos más tarde tratando de saber qué estoy haciendo. Frente a un lugar que no conozco y que no sé cómo atravesar con dignidad ni sentido. 

Lo que sí que tengo claro es esa conciencia de cruzar la vida como si fuese un lugar extraño, algo que no es mío, que no entiendo, que no puedo sujetar ni al que agarrarme para sentirme seguro, como en los cuentos cuando el niño debe atravesar un bosque encantado. 

Creo que, definitivamente, vivir no es lo mío. Quizá por eso me aferro a las rutinas, que es el sucedáneo de la seguridad porque la repetición no puede sorprenderte. Quizá por eso dicen que es mejor lo malo conocido, aunque no estoy seguro, porque hace años que me lancé a por toda esa mierda de perseguir los sueños... y eso para alguien que no sabe ni cómo va a acabar esta frase es complicado.




No hay comentarios: