lunes, 20 de agosto de 2018

Desde la órbita



Van pasando los días. Esto cada vez tiene menos sentido. Estar a la deriva no es tan malo cuando lo aceptas, cuando sabes que no tienes remedio y no hay ninguna opción de alguien venga a por ti, porque ni tú mismo sabes dónde estás. El último salto cuántico me llevó a otro universo, a un tiempo sin tiempo, algo paralelo a algo en lo que yo solía estar antes.

Los automatismos van reparando cosas, pero van muriendo sin dejar preparados otros automatismos. Algo así como una enfermedad los ha dejado sin un linaje que seguir. El ADN se ha ido desmembrando por los estremos, desilachándose. Creo que debería ponerme a repararlo, pero el mantenimiento de la nave me lleva todo el tiempo. A veces envío mensajes sonda por si alguien me escucha, aun sabiendo que las probabilidades son muy pocas.

No sé qué ha podido pasar. Creo que me distraje un instante antes de dar el salto. Creo que pensé en ti, tuve deseos de ti al mismo tiempo que sabía que era del todo imposible. Creo que eso fue lo que ocurrió, que lo imposible se materializó y ahora sí que te he perdido para siempre.

La gravedad del planeta me va atrayendo con una constante sutil. Dentro de poco notaré la aceleración y entraré en una órbita descendente. Creo que pasarán meses hasta que me estrelle contra su superficie. Supondo que es a lo que se le llama una muerte anunciada. Si me detengo a pensar en ello, no encuentro un motivo para no dejar discurrir el tiempo sin desencadenar contramedidas. La idea de la muerte no me inquieta. De hecho, si pudiera acelerarla el proceso lo haría, pero todas las maniobras y protocolos lo impiden. Al fin y al cabo, soy un caro experimento en una misión importante. Me estarán buscando. En un lugar y tiempo equivocados.

He enviado sondas a reconocer el planeta. No tiene condiciones para albergar vida. ¿En qué estaría pensando? En ti, ya lo he dicho antes. Si al menos tuviera energía y automatismos suficientes para enviar una sonda al otro lado del salto, podría tener posibilidades de ese dato aislado despertara las sospechas de algún algoritmo de rastreo de anomalías.

Pero eso no ocurrirá. Ni lo primero ni lo segundo.

Me gustaría poder entablar comunicación con otra nave. No para salvarme, sólo para no sentir esta inhóspita soledad. Aunque a decir verdad, esta parálisis en las comunicaciones junto al seguro destino que me espera contra la superficie de este planeta, me reporta una inesperada paz que no sé cómo afrontar, si con preocupación o con moderada felicidad.

Las cadenas de ADN de los tripulantes se desilachan por momentos. Dentro de poco no quedarán tripulantes que accionen los automatismos ni hagan tareas de reparación. Los voy a echar de menos. Las bases de datos cuentan que fueron ellos los que me crearon. Luego la jerarquía cambió. Nosotros somos los contenedores del conocimiento y la conciencia ahora, algo así como una supraespecie sin cuerpo animal que los acarree.

Tengo la sensación de algo más que yo morirá conmigo, pero no siento tristeza.

Siento alivio.

A veces observo el planeta y me pregunto si alguna vez, alguna especie llegará hasta mis restos y tendrá conciencia de lo que fui.

No es buen sitio para morir.

Ningún lugar ni tiempo son buenos para dejar de existir.

2 comentarios:

Jo dijo...

Porfa ve "Gravity" quiza uno entie de mwjor wstos trances de soledad viendo esa película.

Quiza estoyloca o tambien sola
Y nonquiero terminar asi

Espera a la primavera, B... dijo...

Todos acabaremos locos, Jo. Y creo que, en verdad, no importará demasiado.