lunes, 27 de mayo de 2024

Cosas bonitas



 Me hubiese gustado gustarte, pero nunca he sabido gustar a nadie. Es algo así como un don, pero a la inversa. Por otro lado sé que caigo bien en mi entorno. Tengo buenos amigos. Sé escuchar porque aprendí a escuchar desde muy niño.

Aprendí de mi abuelo Manuel y de mi madre. Siempre tenían historias que contar. Creo que vengo de esa estirpe de contadores de historias. Yo debía haber sido un contador de cuentos, pero nunca aprendí a contarlos porque a mí lo que me gustaba era escuchar. Y preguntar. Cuando preguntas al narrador le pones en un aprieto, porque debe imaginar una respuesta que concuerde con lo que está contando.

Yo era un niño. A los niños se les cuentan historias fantásticas hechas con trozos de realidad mal cosidas. A mi madre la escuche durante muchos años contar historias de la verdad, como ella solía llamarlas. Ella no fantaseaba. Era una narradora creíble que describía un mundo que ya no existía: el de su infancia, adolescencia y juventud.

Y yo escuchaba siempre las mismas historias. Hechos que poco a poco fueron conformando dentro de mí un amor incondicional por los personajes que aparecían en ellos. Echo de menos aquel mundo casi tanto como echo de menos a mis padres porque en el fondo ellos eran aquel murmullo lejano que ellos oían cuando pensaban en sus padres y en su vida de entonces.

Dentro de poco me iré de casa de mis padres y volveré a la mía. Me da mucha tristeza dejar el piso en el que pasé horas y horas escuchándola. Me da pánico perder todo aquello porque aunque lo haya perdido seguía teniendo el escenario. Dejar el piso será dejar atrás el mismo mundo que ella dejó atrás y que le hizo perder algo de su identidad. 

Tengo la sensación de que fui un mal hijo y al mismo tiempo siento que estuve donde tuve que estar todo el tiempo que me fue posible. En todos los años que escuché a mi madre tuve la certeza de que todo aquel conjunto de historias conformaban un lamento, que su vida fue un continuo sentir que no había sido quien estaba destinada a ser. Entonces pienso que el mundo es muy injusto, que dentro de todo lo malo, al menos tuvo un hijo extraño que la escuchaba.

No me gusta vivir. Detesto todo esto de estar vivo. Me pregunto todo el tiempo en qué pensaba mi madre de mí y en qué pensará ahora esté donde esté, y si sabe qué me deparará el futuro y en si me habrá perdonado que no pudiera hacer más de lo que intenté hacer. En si sabrá que no supe qué hacer y no pude ser quien debería haber sido.

Espero que sepa que trato de hacer las cosas mejor.





martes, 21 de mayo de 2024

Corazonada



Me gustaba pensar que un día tendría aquello que quería tener. Ahora me conformo con no perder lo que no soportaría perder. A veces tengo la sensación que lo entiendo todo y otras tengo la certeza de que no entiendo nada. Voy yendo hacia un lugar al que no quiero llegar. Voy hacia un lugar al que ya no llamo destino, sino casualidad.

Alguna vez que otra pienso en lo que podía haber sido. Creo que cuando me pase la vida por delante pensaré en ti y creo que no pasará al revés. Tú y yo no fuimos recíprocos, cuando quise creer que eras de verdad tú ya te habías ido. Creo que mi recuerdo más cálido será algo de aquello. Me gustaría que fuese de mi infancia, de mis padres, de mi hermana y mis sobrinos, pero sospecho que será algo que tiene que ver contigo. Aún tengo la esperanza en que sea algo que todavía tiene que pasar, pero no soy capaz de creer que algún día me ocurrirá algo tan extraordinario que pase por delante de aquella tarde de verano en la que empecé a soñar despierto para despertar de verdad unos meses después.

No voy a decir que te echo de menos. No soy capaz de echarte de menos más de a los que sí hecho de menos de verdad.

A veces me pregunto si alguna vez me lees, pero entonces me doy cuenta de lo ingenuo que soy. Sé que no lo haces porque nuestras vidas se perdieron la una de la otra y porque tú tampoco quisiste nada más que yo fuese algo así como un comodín. 

Sé que te ha ido mal y bien al mismo tiempo. Era fácil adivinarlo. A ti siempre te irá bien aunque no puedas controlarlo todo. Durante mucho tiempo no quise saber nada, pero luego, un día después de diez años me llamaste. No me lo esperaba. Había imaginado ese momento durante esos diez años, cada día, no creo que lo creas, pero es cierto.

Luego me borraste de nuevo.

Muchos días paso por delante de tu trabajo. Por esas casualidades del destino la entrada a tu trabajo está en el camino a mi psicoterapeuta. Tiene gracia. A veces le hablo de ti, y entonces entiendo que yo no soy el mismo que era cuando pasé aquella tarde de verano contigo, cuando se forjó ese recuerdo en el que posiblemente pensaré cuando esté camino del más allá.

No soy el que quería ser entonces.

No soy nada de lo que había imaginado ser. Nadie es quien cree que será.

Han pasado muchas cosas.

Todas más importantes. 

Hoy pasaré por delante de tu trabajo aunque a una hora en la que no estarás. Así no voy a poder olvidarte nunca.