Al final las cosas siempre salen más o menos bien.
miércoles, 20 de noviembre de 2024
lunes, 18 de noviembre de 2024
Todos nuestros antepasados
jueves, 14 de noviembre de 2024
Teníamos un trato
Teníamos un trato: yo sabía cómo llegar y tú sabías a dónde. Y además por ese orden. Pero no fue así. Ni tú sabías a dónde ni yo sabía otra forma de llegar que no fuese a tu lado. Creo que así ha sido todo desde entonces, no he sabido llegar a ninguna parte, no he sabido elegir un camino cuando se me ha presentado la oportunidad de escoger entre varios.
A veces paso por delante de algún lugar que compartí contigo, o que me recuerda a ti, que tiene algo que me recuerda a algo que se te parece. Lo visto de casualidades, me sorprendo imaginando una coincidencia improbable, y abro la puerta a la magia que ahora intento convencerme de que nunca existió.
A veces me pregunto si un hechizo es reversible, en si lo que muere, muere de verdad o sigue existiendo en otro plano, como espero que vivan las almas de los que ya no están aquí conmigo; si el limbo de las cosas que sucedieron sin tener continuidad tiene una lista de cosas tuyas y mías que coincidieron con nosotros tratando de que sucedieran.
Pero teníamos un trato que no llevaba a ninguna parte aunque creyésemos que sí. Es decir, teníamos algo tácito, la promesa de prometernos algo algún día, querer querernos con el tiempo, sanar la herida del otro al curar la propia, mirarnos y volver a olvidar lo que ya habíamos conseguido olvidar antes de encontrarnos.
miércoles, 30 de octubre de 2024
C.
No sé en qué lugar estás, no sé en qué tiempo vives, y si coincidimos o no en él, o si somos dos personas o cuatro o veinte al mismo tiempo. No sé si somos múltiples personajes en una misma Historia y si podemos coincidir sin que el universo explote. No sé si al hacer el amor contigo lo estoy haciendo en realidad conmigo mismo, en si al estar juntos somos en realidad la unión de piezas de un puzzle que conforman la solución a un misterio o si bien es la formulación de un hechizo que abra otra puerta a otro mundo.
En cualquier caso, me gusta la idea de que tú eres un poco yo y que en mí habitas tú.
No recuerdo donde leí que la combinación de todas las letras y sus números correspondientes del abecedario hebreo forman 15 mil millones de posibilidades y que hay una para convocar la perfección en cualquier ámbito, ya sea salud, amor, trabajo... Me gusta pensar que entre 8 mil millones de personas tú y yo (o sólo yo como parte de ti o sólo tú como parte de mí) hemos coincidido en este metro cuadrado, que estás a un instante a punto de darme un beso o de dártelo a ti a través mío.
Me gusta creer en cosas que sólo son probabilidad. Las probabilidades que la realidad convoca no siempre son estrictamente fruto de una entelequia matemática. A veces todo colapsa en un instante de ínfima probabilidad hecha real. Y cuando eso sucede uno ya no vuelve a ser el mismo. Que algo muy improbable suceda es lo más cercano a la brujería, como que tú y yo nos encontráramos entre 8 mil millones de almas, que decidiéramos nacer o nos nacieran tan cerca el uno del otro y al mismo tiempo tan alejados si hubiésemos nacido un siglo antes, que me mirases y cuadraran en tu subconsciente los criterios para no descartarme de inmediato, que mi tono de voz estuviese dentro de lo que no te es molesto, que te gustaran los hombres con barba, que no hubiera nadie que en tu vida en ese momento, que no estuvieses en ese punto de tu vida en el que no quieres nada con nadie, que yo supiera llegar, que le gustase a tu perro, que tuviese algo interesante que contar en el momento que tú estabas receptiva a escuchar.
La gran trampa es pensar que todo tiene un porqué o un "para qué". La vida es eso que sucede como el paisaje en un viaje en tren, sin que uno pueda pararlo porque está vivo, y mientras uno está vivo uno va hacia adelante mientras le pasan cosas. Es imposible que no te pase nada. Vives y el aire que respiras ya es algo con lo interaccionas, se te pega a la hemoglobina, te oxida poco a poco su apenas veinte por ciento de oxígeno. Vivir es una lucha constante contra el deterioro, tu cuerpo repone tejidos a contrarreloj con alimentos que y agua que atrapas. Trabajas para conseguir estar en el sistema para acopiar más material con el que vencer al gran destructor en el que estamos inmersos como peces.
Y entre todo eso, y a pesar de eso, y contra eso y buscando algo infinitamente inmenso que lo combata durante todo el tiempo que podamos, aquí estoy. Queriéndote. Preguntándome si somos tú y yo o somos sólo tú o sólo yo en dos formas distintas, pero sin poder evitar seguir queriéndote.
No sé si leerás esto algún día.
Yo voy dejando por escrito lo que pienso, sigo ahí, como si alguna vez esto fuese tan importante que evitarlo pudiera ser considerado una catástrofe.
lunes, 28 de octubre de 2024
Por si llegas aquí
Sé que no es así, pero a veces sueño que me lees y que por alguna razón acabas por volver a tener ganas de saber de mí. No sería un buen momento, pero es lo que suele pasar casi siempre: nunca somos la mejor versión, la que nos gustaría ser cuando el pasado regresa para saber cómo nos ha ido.
A veces pienso que me lees y me entiendes. Y siento a veces también que escribo para que me entiendas si alguna vez se te ocurre preguntarte en qué estaré pensando; que lees un poco y luego no puedes parar de hacerlo hasta que te haces una idea de que sigo escribiendo para ti.
Sigo escribiendo como el que echa leña a una hoguera que tarde o temprano se acabará apagando, sigo pensando en ti todos los días, sigo volviendo una y otra vez a la palabra escrita porque de algún modo entiendo que es nuestro lenguaje, el único que hablamos los dos, un idioma secreto escrito en otro idioma, un secreto que ni siquiera somos capaces de entender en qué consiste, pero que está ahí, esperando a que el otro lo lea y lo entienda; que lo sienta como uno siente el relieve de algo que rozan las yemas de sus dedos, pero con la mirada, como si lo invisible tuviese una orografía compartida a la que de una forma incomprensible los dos pertenecemos.
Sé que estás ahí afuera, que la vida te distrae con las cosas que la vida tiene.
Que estás al otro lado y entiendes lo que mis palabras significan en nuestro lenguaje.
Que dudas en si escribir o no hacerlo y en por qué complicar innecesariamente las cosas.
Si vivimos una sola vez, que esa vez la vivamos valientes.
A veces lo valiente es pasar página y otras es querer saber cómo acaba la historia. No creo que haya un manual para entenderlo ni que nos diga qué opción es la correcta.
Si llegaste hasta aquí y no quisiste más, que sepas que no importa aunque me importes, todos somos el pasado de alguien incompatible con nuestro presente.
En cualquier caso, gracias por haberme pasado, por dejarme los recuerdos que me dejaste, por haber logrado que, al contrario de lo que todo parecía indicar, convertirme en mejor hombre.
Acepto este destino aunque no sé si estaba destinado a él.
lunes, 14 de octubre de 2024
En otra vida
En otra vida nos hubiéramos dado una segunda oportunidad y yo la habría vuelto a fastidiar y hubiese pedido otra y otra y otra, porque en el fondo éramos el uno para el otro, o era tú para mí y yo no sé ser.
Es difícil sentirse querido pero nunca amado. Uno se acostumbra. Creo que lo peor de todo es la costumbre. Yo veía a mis padres y pensaba que las cosas eran así de fáciles y de difíciles, y me parecía lo normal. Cuando eres niño y estás aprendiendo uno cree que las cosas son como las que ve.
Me hubiese gustado hacerte reír más. Me gustaba hacer que el mundo fuese algo más feliz cuando yo estaba en él. Pero sólo me querías. Quizá quisiste amarme, pero no pudiste. No soy fácil. Me decías que era algo así como alguien de los bosques, salvaje. Y creo que tenías razón.
Vengo de un lugar oscuro, al que iluminaron bien para que nadie recordara qué fue antes. Uno sabe de dónde viene aunque nadie más lo sepa. Uno sabe a dónde pertenece aunque sepa vivir en otros lugares.
Tú lo sabías. No al principio, claro. Lo supiste más tarde, cuando aún había remedio. Antes de que fuese demasiado tarde, antes de que el caos fuese un nuevo orden.
Siempre supe que merecía aquel final aunque no lo aceptara. Siempre sé que por alguna razón soy querido, sólo eso. Siempre está la distancia, siempre hay un vacío inabarcable entre yo y el resto, algo que es insalvable y que en el fondo es más yo que yo mismo.
Me hubiese gustado no ser así.
Me hubiese gustado ser alguien a quien hubieses sido capaz de amar.
miércoles, 2 de octubre de 2024
En otro contexto
Me preocupa sentir el corazón acelerado con tan poco; pasar de cero a cien y frenar en seco en un solo día. Pensar que algo es para siempre y al cabo de diez minutos intuir que será nunca; no dormir por la emoción y que al día siguiente no me deje la melancolía.
Me gusta creer que no soy el personaje que escribo y que sería diferente si lo escribiese todo en tercera persona. Tal vez sería todo más literario, más formal y se vería que no nací para ser escritor, que me quedé muy por detrás en alguna de esas cosas que le acreditan a uno para contar historias extraordinarias para otro que quiere que se las cuenten.
Uno llega a una edad a la que ya no puede hacer una carrera, a no ser que empiece ahora y viva hasta los noventa años con plena lucidez y salud, y tiempo, y estímulos suficientes para seguir creyendo que lo que uno es y piensa es necesario para el resto del mundo.
Y mientras tanto sigo aquí, exprimiendo un tiempo que dedico a otros asuntos más mundanos, preguntándome qué hubiera pasado si lo hubiera apostado todo a esa otra vida que me planteé hace veinte años.
Me pregunto si esas novelas que hubiese escrito tendrían tanto de mí como hubiese querido, y si me hubiese servido para ser más feliz; si en algún lugar de todo aquello hubiese estado la felicidad que no acabo de asir.
Y si estaríais ahí.
Y si estarías aquí.
lunes, 30 de septiembre de 2024
Como si el tiempo fuese una excusa
Todos tenemos un gen raro dentro de nosotros. Algo que alguien puso decenas de generaciones atrás como quien deja un tesoro en una caja del tiempo para que se abra dentro de cientos de años o más. Solo que no queda nadie para saber qué es ni dónde está enterrado.
Todos tenemos un secreto al que pertenecemos; somos parte de la voz susurrante de un antepasado que llegó y tal vez se fue sin que nadie supiera a dónde, alguien que nos acompaña a través de los siglos, que nos dice una y otra vez que somos distintos al resto, que sobrevive en nosotros a eso a lo que algunos (casi todos) llaman muerte.
Creo que a veces soy capaz de ver eso en la mirada de alguien, en el aura que dejan sus palabras cuando quiere contar una historia para que el otro sepa que su origen está enterrado en un constelación de señales ya olvidadas, y que sólo hay que unir para que tomen la forma que revele lo que significan.
La vi y lo supe. Supe que anidaba en ella ese brillo que tienen algunas personas cuando se les enciende desde dentro la llamada de lo ancestralmente invisible, la que chisporrotea al decirse en voz baja "éste si que va descifrar quién soy y de dónde vengo". Supe ver alrededor suyo una familia de espíritus que me animaban a entrar y dibujar el primer mapa de su cielo cartografiado a base de conjunciones y nebulosas imposibles.
Lo supe y sonreí porque quizá sea esa la naturaleza de aquello que alguien depositó en mi hace un millar de generaciones, un gen (mi gen raro) que de vez en cuando quiere explicarse a sí mismo en la explicación del otro.
Sólo existe un lugar en el que descansar y sentir que eres descanso, un lugar vacío de átomos y subátomos, una vía láctea inversa donde no hay más materia que la que está hecha de sueños; sueñoa que a su vez están hechos de haces de luz que provienen de la cúpula agujereada que conforman los límites de lo que entendemos por tiempo.
Entonces, como por arte de magia, surge algo que va más allá de los sonidos. Algo dice sin haberlo pensado antes "tú y yo somos el mismo vacío, estamos hechos de contemplar el uno en el otro el sinsentido de la materia". Y lo dice mientras se escapa una estrella fugaz de la bóveda ardiente que cubre todo eso a lo que llamamos mundo y que, en el fondo, no es más que la última excusa para evitar la eternidad que nos espera.
Me gusta pensar que sabes de lo que te hablo, aunque probablemente lo sepas sin saber que lo sabes y vayas diez generaciones por delante de mí.
Por eso sigo escribiendo cosas aunque no sepa nunca si un día llegarán a ser ciertas
miércoles, 25 de septiembre de 2024
Siempre
Si pudiera pedirle una señal al que agujerea el cielo nocturno para que se cuele a través de él la luz que nosotros creemos que son estrellas le pediría volver a verte.
Es más, si me estás escuchando, tira otra piedra a la cúpula del universo y crea otro agujero que sea sólo suyo y mío, uno por donde se cuele una del color de sus palabras, que sepa a ella, que huela como el rastro que deja cuando me da la espalda y se va a desde donde haya salido.
Y que ella lo sepa. Sin saberlo y sin que nadie más lo sepa. Sólo el hacedor de impactos y yo; y que cuando nos encontremos ella me mire y me diga "pues ya puedes estar tapando eso". Yo le diría que ya no se puede, que es irreversible y miraría al Jefe, y éste escondería el tirachinas detrás de su espalda y miraría hacia otra parte y si supiera silbar, silbaría; pero creo que no sabe. Por eso tuvo que crear el viento y los árboles, para que hicieran ese sonido labial cuando tiene que disimular algo que ha hecho.
A mí me gustaría que un día nos viéramos y tú me dijeras que has leído mi blog y que no sabes quién soy en realidad, si el que escribe o el personaje que es escrito por mis manos, pero que te gusta y que quieres ser mi novia o la novia del personaje que vive a través de las palabras pegadas aquí. Y yo sería un hombre feliz y muerto de miedo al mismo tiempo, porque desde ese instante me preguntaría cuánto tiempo queda, hasta cuándo todo, y si seré el culpable de que un día dejemos de ser lo que sea que acabemos siendo.
Todo eso ya llegará, me dirá el Señor de los tirachinas. De momento, quiérela y busca una forma de que se sienta querida.
Yo sé que eso a veces no funciona, o no como uno quiere que lo haga.
domingo, 22 de septiembre de 2024
El lenguaje mudo de los abarrotados espacios infinitos
No sé si algún día leerás esto y si sentirás la sensación de que lo escribí para ti. No sé si alguna vez hablaremos de ello o si sólo seremos un recuerdo del uno en el otro, un pasado tras una puerta cerrada con llave. No sé si para entonces te habré dicho que hubieron señales aquella tarde de sábado, porque las señales existen y hablan a través de un lenguaje universal tan sutil que sólo se presenta a veces en forma de pluma que cae, de letra de canción que dice lo mismo que tú, al mismo tiempo o en el silencio acogedor en el que te muerdes el labio durante un microsegundo.
Las palabras hablan de algo que no existe, nacen para describir un mundo al que podamos adherirnos sin caer en el vacío. Porque estamos hechos de vacíos, de huecos que llenar con los agujeros igual de vacíos de otros. Luego están los átomos y las estrellas, pero orbitan la nada, nadan como peces con lo poco que vibran dentro de esa nada.
Estos días pienso en que resulta extraordinario que sea lo sea que seamos, que nos hayamos encontrado en este infinito inhabitado que parece una marabunta cuando lo observas con la perspectiva de una distancia creada para obviar que apenas existimos. Me pregunto acerca de todo eso del destino, de si hay una única realidad que es esta o hay otras en las que aún, tal vez, no nos hayamos conocido, o en el que no nos conoceremos nunca, o en el ya nos hayamos conocido y no nos dimos cuenta de que recortando los bordes todo el mundo puede ser la pieza del puzzle que encaje en la del otro.
Estos días estoy leyendo a Auster. Leer a Auster me pone melancólico, es la consecuencia lógica de leer a alguien que sabía de qué se iba a morir y aproximadamente cuándo. Eso me lleva a pensar que la vida no es más que obviar que un día dejaremos de ser átomos para ser otra cosa y que aún así seguir queriendo hacer planes y buscar la trascendencia en lo hacemos con lo que nos sucede. Me gustaría creer que cuando nos llegue ese día nos recordaremos con cariño, porque todo se resume en eso: en querer y haberse sentido querido, se resume en que en el momento que llegue el tránsito en el que nos releamos a nosotros mismos quienes fuimos y qué hicimos sentir, nos provoque la necesidad de dar gracias por haber vivido.
Y yo sé qué probablemente lo sienta al evocarte.
Suceda lo que suceda.
Porque un sábado hubo momentos en los que el lenguaje mudo de los abarrotados espacios infinitos me miró de frente con toda clase de señales una detrás de otra y pensé que el mundo era mejor con personas como tú en él.
lunes, 26 de agosto de 2024
Sin lugar a dudas
Entonces un día me releo y pienso que no está tan mal todo lo que he escrito. En el fondo, si no estuviese tan enfocado en la imposibilidad de llegar a hacer lo que me hubiese gustado hacer y ser lo que me hubiese gustado ser, tal vez seguiría soñando con ser escritor. No me gusta pensar que todo lo que he escrito es es autobiográfico, aunque probablemente casi todo lo sea. Me gustaría creer que escribo algo ajeno a mí, que sé contar historias, que tengo la capacidad de crear mundos que sólo existen porque yo los describo.
Me gustaría que C pudiera leer lo que he escrito, aunque no lo que he escrito acerca de lo que siento por ella. No sé si la volveré a ver. Conjuro al universo para que así sea, pero no estoy seguro de que esta vez ella acceda o de que podamos vernos uno de esos días en los que nos da por coincidir.
Estoy leyendo una de las últimas novelas de Paul Auster. Me gusta cómo escribe, pero no sé si en el fondo era tan buen escritor como siento que lo es cuando lo leo. Me gusta cómo describe los procesos mentales del personaje y cómo mezcla lo banal con lo profundo, las conexiones entre puntos distantes en el tiempo, entre el presente y los afectos, en lo que significa la muerte y lo insignificante que es, en realidad, estar vivo. Creo que escribió esta novela sabiendo que tenía cáncer y que tarde o temprano acabaría muriendo de ello. Me pregunto qué pensaría y si al pensar en la muerte se diría a sí mismo que hablaría de ello veladamente en su siguiente novela.
Cuando lees mucho a un mismo autor acabas creyendo que eres capaz de entenderlo, de intuir en qué está pensando y acabas por tener cierta conexión espiritual con él, pero no es cierto. Es el gran truco de ilusionismo, hacer creer a quien te lee que está escuchando lo que piensas cuando lo que estás haciendo es contarle una historia al oído, una historia que necesitas que el otro crea que se la estás contando sólo a él.
Leyendo a Auster se me está yendo la sensación de que yo podría escribir con algo parecido a algo que pudiera decirse que tiene calidad. Llevo escribiendo, no sé, treinta años y un millón de páginas, pero no creo que pueda escribir algo con sentido. Releo a Auster y mi mundo se vuelve extraordinario y me gustaría vivir en esa sensación todo el tiempo. ¿Qué podría contarte que pudiera emocionarte tan sólo un poquito? Sé que podria ser capaz si me lo propusiera, pero entonces pienso en todo lo que tengo por delante y a todo lo que me he arriesgado y llego a la conclusión de que no sé muy bien qué es lo que quiero a mi edad.
A las puertas de un mundo que será muy distinto a éste, tengo la sensación de que mi tiempo se termina y al mismo tiempo empieza otro mundo en el que no me voy a sentir seguro.
A veces pienso que soy de los que no se adaptarán y otras creo que sí, que en algún lugar de mi manera de ser habrá otro yo que tomará las riendas de todo y sabrá llevar todo eso a buen puerto. No sé si es bueno dudar, pero es lo que suelo hacer casi siempre. Me gustaría ver un pun agujero en qué se habría convertido mi vida si hubiese podido estar más seguro a la hora de hacer las cosas. No me quejo de lo que hago, pero de algún modo tengo la sensación de que emprendo demasiados caminos al mismo tiempo y ya no me dan las fuerzas.
Sigo aquí. No tengo noticias de C.
He conocido a alguien, pero no puedo olvidar a C.
Siempre con las dudas. Con el miedo y las dudas.
Me pregunto por qué sóy como soy y si algún día servirá de algo todo esto.