miércoles, 6 de abril de 2016

Cambiaría el nombre del blog.


En lugar de "moriría por ella" lo titularía "moriría por sentir voces dentro de mi cabeza que suenen a Billy Mcgregor".

Mi profesor de novela me decía que lo único que es efectivo a la hora de escribir es ser capaces de conmover al lector y que, para eso, antes de nada hay que haber vivido, ser alguien que sepa transmitir esa pasión por la vida y no ser capaz de no contársela a todo el mundo, creer que la humanidad no puede pasar un sólo día más sin conocer lo que quieres comunicar. Ni cómo.

Supongo que es lo que pasa cuando lees a Billy, que de alguna forma algo dentro de mí se conmueve profundamente. Me gustaría que el narrador que narra dentro de mi cabeza todo aquello que me pasa mientras vivo, tuviese esa cadencia.

Me ha pasado con pocos autores.

John Fante, Paul Auster, Benedetti, García Márquez... narradores cámara con soliloquios de voz más allá de la reflexión...

La calma que teme a la tempesatad.

Esas cosas...








2 comentarios:

Anónimo dijo...

No lo cambies,

Tu eres nuestro John Fante.

Créetelo de una vez por todas.

Beso acuático

S.

Espera a la primavera, B... dijo...

Estuve en Bunker Hill, no como un turista, sino como un escritor que mira a la cara a otro escritor que lleva más de treinta años muerto. Le dije: "Está bien, John, he recorrido medio mundo y estoy en el mismo sitio en el que estuviste tú hacer ochenta años, he recorrido a pie todas estas calles del centro de Los Ángeles como tú hiciste, pero no me viene la inspiración. Ayúdame!" En ese momento una paloma (o una cotorra, o un guacamayo, o lo que sea que hubiera posado en esos árboles del centro de Los Ángeles) se me cagó encima.

No sé si creo mucho en fantasmas, pero creo que oí reír a Fante desde allí donde estuviera. "Idiota español, nunca llegarás a saber quién o qué es Bandini, ni te acercarás a saberlo".

Luego, en el bar del hotel Figueroa, Camila me sirvió bebidas mientras se reía de mí, me ignoraba, volvía a reírse (y volvía a ignorarme). Le dejé diez dólares de propina... puede que veinte... no me acuerdo, iba tan borracho cuando me levanté de la mesa para ir a la habitación todo me daba vueltas.

No se me cagó nada encima esta vez. Lo agradecí bastante.