jueves, 27 de junio de 2013

La estrella polar



La mujer de la estrella polar apareció una noche de luna gigantesca, me cogió de la mano sin que yo pudiera retirarla a tiempo, imperceptible y fugaz, trayéndome el olor azul de su océano en una cajita cerrada con un candado que sólo podía abrir la suave desesperación de un beso. Yo le dije que era un mal momento, por supuesto no le hablé de Avellaneda, ni de que de repente me sentía mucho más viejo de lo que soy, no porque Avellaneda se fuera, sino porque todos los adioses envejecen, al menos a mí, y me dejan con la sensación de que estoy mayor para que me vuelva a gustar una mujer. Siempre pienso que no podré volver a querer como ya he querido. Y supongo que es cierto y no lo es del todo, quizá sea verdad eso que el sr. Ortiz me dice algunas veces, cuando nos sinceramos tras un par de copas: "Es el corazón el que se nos hace viejo, toni, ya no hacemos nada por primera vez y el corazón aprende por su capacidad de sorprenderse, de amar lo nuevo. Busca una vida agitada y nunca te sentirás viejo".

Pero el sr. Ortiz no comprende esta nostalgia que me asalta de vez en cuando, ni siquiera sabe que una vez existió Avellaneda, ni que la mujer de la estrella polar brilla con luz blanca, que viene de un norte sin brújula y que a mí siempre me queda esa mala costumbre de creer que traicionar un recuerdo es como traicionar a la persona con quien los has vivido, o traicionar los propios sentimientos, o... no sé, quizá las huellas que dejan en mí los afectos duran demasiado tiempo.

La mujer de la estrella polar tiene el norte agrietándole la piel al calor de este sur, y en sus ojos viajan mil icebergs sobre el gran azul. No sabría decir si su cuerpo guarda el fuego bajo tierra como la isla de donde viene o si se puede guarda la compra en los compartimentos de su corazón. A mí me gustaría creer que lo descubriré algún día no muy lejano, cuando se me deshiele el recuerdo de Avellaneda, cuando se me rejuvenezca el corazón a base de sorprenderse con lo que le depara el mundo.

Yo sé que la mujer de la estrella polar sabe cosas que yo no sé que sabe, quizá aprenderlas nos rejuvenezca a los dos tanto nos devuelvan los años en los que, cada uno por su lado, envejecimos sin darnos cuenta.

lunes, 24 de junio de 2013

Si todo el tiempo que nos queda se comprimiera en un segundo



Avellaneda se acabó yendo. Se diluyó como la sal en el agua fría del mar del Norte. A veces lanza un destello como el de un faro en la oscuridad, cada vez más pequeño cuanto más lejos estoy. Reconozco que siempre hubo cosas que no se me dieron bien. Una de ellas fueron esta clase de adioses sostenidos, en los que la persona de la que sabía todo de ti y tú de ella, se convierte en un gran misterio. No se me da bien porque no entiendo que decir adiós no signifique decir adiós para según qué cosas y al mismo tiempo signifique que sí para otras, decididas sobre la marcha, según el momento. A mí esta indefinición me incomoda, tengo la sensación de andar molestando, o peor aún, la de que Avellaneda me ve como a alguien patético que intenta hacerse el simpático cuando en realidad está perdido. ¿Y quién no se pierde cuando juega a un juego sin conocer las reglas?

Supongo que voy aprendiendo que las cosas son así de caprichosas y que tiene que ver poco con las personas que las vivimos y que, a veces, hay que tomar decisiones que uno no quiere tomar. Arrancarse un afecto es como arrancarse un trocito de alma para sustituirla por nada, es decir, un hueco y, a mí, en los huecos siempre me resonaron los ecos de las palabras que sonaban ciertas, quizá porque lo eran, quizá porque vivimos siempre en presente y todo lo demás son fotografías hechas para inmortalizarlas, como si el cerebro tuviese un álbum de fotos con las que recordad la felicidad y poder conformase con un "fui feliz".

No sabría decir si he sido feliz. Si mañana mi avión se estrellara, durante los minutos que pasan entre que sabes qué es lo que va a ocurrir y el impacto supongo que me arrepentiría de no haber hecho muchas cosas, pero sobre todo de no haber encauzado mi invento hacia quien lo necesita de veras, haberme perdido en haber concedido al diablo el beneficio de la duda, pero no creo que me arrepintiera de no haber sido feliz o infeliz.

Me arrepentiría de no haber cuidado más a mis padres, ahora que son mayores, o quizá me arrepentiría de no haber hecho más mi vida en lugar de estar tan pendiente de ellos. O de haber estado más pendiente de mis sobrinos. Pero creo que no me arrepentiría de haber dejado que Avellaneda se hubiera diluido como la sal en el agua fía del mar del Norte sin intentar con todas mis artimañas que se hubiera mantenido sólida, alegre y real, a mi lado. Quizá porque fui yo quien me alejé mientras ella se alejaba, o porque siempre supe que Avellaneda ni era sólida, ni alegre, ni real. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en que las cosas pudieron ser siempre como al principio y que, por mucho tiempo que pase, siempre quedarán algunas de las palabras que escribí en este blog, aquí o perdido en un servidor de internet.

O quizá quede en ti sin tú saber que se queda, que en realidad mientras me lees estoy salvando una parte de lo que siento en eso que tú sientes ahora, para que mis palabras no se las lleve el viento sino tu decisión de olvidarlas.


miércoles, 19 de junio de 2013

Pearl


No sabría cómo explicar este desasosiego. De verdad que no sabría. Supongo que el tiempo me ha puesto en mi lugar y mi lugar era éste. Y aunque he de reconocer que no me lo esperaba, es lo que suele pasar. Lo que no entiendo aún son los mecanismos por los cuales, a pesar de encontrarme a kilómetros de distancia, y sin posibilidad de saberlo, tengo esta serie de intuiciones.

Pero ahora ya no importa. Al final, todo acaba igual.

lunes, 17 de junio de 2013

Una librería en el casco antiguo


El sábado recibí una llamada de muy lejos, tan lejos que el tiempo y la distancia se juntaron en una línea; como el cielo y el mar lo hacen en el horizonte. Creo que si fuera hacia ese lugar no llegaría nunca y, a pesar de haber vivido meses intensos a la luz y el calor de su fuego, empiezo a pensar que el recuerdo sólo es un viaje hacia ese punto sobre el horizonte; y que lo único que hago es admirar una y otra vez, puesta de sol tras puesta de sol, lo que pudo haber sido a través de los rastros de lo que sí fue.

No voy a reproducir la llamada ni la melancolía que me caló hasta los huesos. El sábado hacía calor y me apetecía comerme una gran porción de primavera por lo decidí que no iba a afectarme más que lo estrictamente necesario, pensé que mi vida era ésta y era la que había querido que fuera, que era fruto de todas las decisiones que había tomado, de todos los proyectos que tenía entre manos y que, si bien la vida está determinada por las decisiones propias, también están las de los demás, y ahí tenemos poco qué decir. Que me llamara, ya fue en sí mismo, una sorpresa, fue como cuando la conocí: encontrar un santuario secreto de mariposas azules en un frondoso y silencioso rincón del bosque. Quizá me sentí bien y mal al mismo tiempo, como cuando una parte de tu cuerpo está expuesto a calor y otra a un frío intenso. Me pregunto si de haber reconocido el número desde el que llamaba hubiera descolgado el teléfono. Pero lo hice y quise quedarme tranquilo, en paz. Como si eso se pudiera forzar...

El subconsciente no entiende de órdenes. Así que durante dos noches he tenido sueños en los que aparecía ella. Y eso es muy extraño por dos motivos: Uno, no suelo recordar mis sueños; y dos, en todos estos años no había soñado con ella ni una sola vez. Puede que los sueños no tengan un significado concreto y que ella no sea, en realidad, ella; sino que uno de los personajes hubiera adoptado su forma aprovechando su llamada del sábado. No sabría qué pensar respecto a eso. Sólo decir que en el sueño ambos habíamos encontrado una paz por separado, ninguno de los dos llevábamos la vida de entonces, ni la ciudad era la misma, ni tan siquiera ninguno de los dos era el mismo. Es extraño lo vívido de algunos sueños, las texturas, los olores, los sonidos... parecen tan reales...

El domingo por la mañana Avellaneda me había enviado un vídeo al correo. Me emocionó hasta que se me saltaron las lágrimas. No sólo por el homenaje a Montserrat Figueras sino por el sincero afecto de los que la conocieron y por el profundo amor que se le notaba a Jordi Savall cuando hablaba de ella. Me pregunté hasta qué punto es consciente una persona de lo mucho que es querida por alguien y qué clase de contradicciones se desatan dentro del que sospecha que es amado con esa constante y pacífica pasión. No sabría decir el porqué, pero esa pregunta me creó cierto desasosiego, me trasladó a un lugar del que había huido hacía mucho tiempo y estuve toda la tarde del domingo pensativo, ordenando cosas por la casa, pero sintiendo un entumecimiento interno, como si para poder conocer la respuesta, debiera convertirme en algo así como de cartón piedra.

Pero ahora ha llegado otro tiempo, una oportunidad que se cierra es, en realidad, una oportunidad que se abre frente a nosotros. Sé que el tiempo no sólo acaba curando las heridas que uno no quiso nunca hacerse a sí mismo. Sé que Avellaneda nunca sabrá cuánto ni cómo llegué a quererla ni qué dolorosa fue su marcha a pesar de que haya escrito anteriormente que me había sido soportable, tampoco sabrá que, en realidad, conocerla supuso un antes y un después en cómo quería que fuera mi futuro.

Sé que el tiempo juega en mi contra, pero no puedo dejar de pensar en que en algún lugar encontraré la paz a la que sentí haber llegado en mi sueño.

Sólo eso. Paz. Ahora ya sé que existe y puedo sentirla, porque la he mirado a los ojos en un sueño y la he escuchado en la voz dulce de Montse Figueras y en el lamento de la viola de Jordi Savall

sábado, 15 de junio de 2013

Devolver la tregua a la estantería


No le guardo rencor, Avellaneda. Tampoco estoy tan triste como se supone que debería estar después de su marcha. No hay nudo en la garganta ni silencios incómodos dentro del silencio casi sólido con el que se enfrentan las cuatro paredes de mi casa. Quizá lo que más me apena es esa ausencia de tristeza, el no sentir mucho más su marcha. A mí me gustaría sentir algo tan intenso en el desencuentro que me recordara al deseo que me invadía de leerla con las yemas de los dedos, oír su voz dentro de mí como si yo fuera una cueva vacía y usted el eco de una voz llamándome.

No voy a guardarle rencor porque yo me rindo antes de tiempo, no porque sea todo esto nuestro una guerra perdida, sino porque quizá ninguno quiera ganarla. Además, a mí, siempre me horrorizaron las guerras, siempre me gustó estar en paz, quizá sea verdad lo que escribió en el título su autor y no fuéramos más que una tregua el uno para el otro: una tregua en esta lucha contra la soledad que detestamos cuando llevamos demasiado tiempo solos y amamos cuando desaparece porque hay otro que la conjura con sus presencia. Quizá sea eso, Avellaneda, una forma más de la contradicción de nuestras vidas.

Yo sé que la voy a querer siempre, supongo que es mejor dejar estas cosas cuando no amargan, que es mejor alejarse antes de que la vida se convierta en un excusa continua, y un continuo decidir si uno accede a ver al otro y arrepentirse luego, o lo que es peor: no arrepentirse.

Yo la voy a querer siempre, porque la leí hasta el final y tuve ganas de seguir leyendo. Espero que con el tiempo a usted no le sobrevenga nostalgia cuando yo no esté.

Ya lo sé. Soy yo el que abandona.

A veces pienso que era lo que usted quería y lo que no quería al mismo tiempo.

jueves, 13 de junio de 2013

Prioridades

A veces uno pierde de vista las prioridades.


Imagino que lo sabréis. Hace cosa de un año inventé y patenté un sistema de potabilización de aguas mediante energía solar. Con un equipo de 20 kg. cargados a la espalda como una mochila, uno es capaz de potabilizar hasta 4.000 litros de agua al día y generar suficiente desinfectante como para potabilizar otros 50.000.

El proyecto no avanza. No he acertado con los socios hasta ahora. Y es así porque hay algo que he puesto por encima de todo: Este equipo no debe caer en malas manos, en manos de la casta avariciosa. Así que, en cuento he visto o he escuchado cosas que no me han gustado, me he vuelto poco colaborativo y he paralizado el proyecto para "sacar" fuera a esas personas. No he sabido elegir, o he elegido por motivos de necesidad. Si has seguido el blog sabrás que mi situación económica es difícil, no me he rendido nunca y sigo pensando que soy un privilegiado por haber tenido la posibilidad de mantener lo poco que tengo y de tener salud para tirar tantas cosas al mismo tiempo hacia adelante.

Esta mañana me he dado cuenta de una cosa: Hace un año que el prototipo está hecho y la patente presentada... y esta máquina aún no ha salvado ninguna vida.


Cada día mueren seis mil personas por beber agua en mal estado, el ochenta por ciento son niños menores de cinco años. Si se potabilizara el agua, esta mortalidad se reduciría en más de un 90%. La ONU tiene como objetivo del milenio llevar agua potable a menos a 500 metros de cualquier hogar antes de 2015 y está haciendo esfuerzos para construir pozos, canalizaciones, presas, etc. Yo he inventado el complemento perfecto: que ese agua sea segura en todo momento y en cualquier lugar.

He ido a infinidad de concursos de empresarios, a comidas con políticos, he estado en reuniones de Fundaciones del agua en edificios suntuosos en las zonas más caras, he visitado centros tecnológicos y me he reunido con técnicos que están trabajando en otros procesos de depuración del agua.

... pero casi nadie me ha hecho caso porque el problema no es el agua, como tampoco son los alimentos. El problema es que todo eso no va con ellos, no es su problema. Y me he dado cuenta de que estoy actuando como si tampoco fuera el mío. Supongo que uno se mueve por prioridades y mi prioridad es la mía, es el proyecto y no el agua, es hacer viable todo esto y no llevar una máquina a tal o cuál lugar y empezar a salvar vidas. No sabría cómo explicar cómo me siento. Lo cierto es que siempre he pensado que debía dar una estructura sólida al proyecto para poder así llegar de forma rápida y con más equipos. Y quizá eso no llegue en el tiempo esperado. También es cierto que los equipos no son baratos precisamente y que yo, en mi situación no puedo costear la fabricación de cuatro o cinco equipos, ni los desplazamientos ni las pruebas...

Pero el tiempo pasa y puede que siga pasando el tiempo mientras no llega el agua a donde tiene que llegar. Ayer un amigo me preguntaba "¿si vas con tu mochila a algún sitio, quién se quedará aquí fabricando más mochilas?" Supongo que eso es lo que me está frenando... no deja de ser un freno. Pero no sé si eso basta.

Prioridades. Hay que salvar a los niños. Los niños no puede decidir por sí solos. Se encuentran en medio, nacemos sin elegir dónde, nosotros tenemos suerte, pero otros no. No podemos olvidarlos, no debemos eludir nuestra responsabilidad con ellos. Y me he dado cuenta de que esa es la prioridad, no sé hasta qué punto podré hacerlo, no sé de qué forma.

Hace días que llevo dando vueltas a una idea. Las ONG´s no tienen dinero para casi nada, ni menos para mi equipo, y he pensado en contactar con una red de Crowdfunding y colgar proyectos concretos de agua en los que incluir mi mochila para potabilizarla. ¿Alguien conoce una ONG o fundación que tenga paralizado un proyecto de ayuda en el que intervenga el agua? Voy a proponerlo a varias plataformas de crowdfunding...

Yo sé que si sigues este blog te has dado cuenta de que soy un hombre con muchas pasiones: la literatura, el agua... Avellaneda... a los grandes hombres se dice de ellos que son poliédricos, emprendedores, etc. a los que estamos en construcción nos suelen llamar veletas, el único parámetro que nos diferencia es el dinero. Y el dinero no es la medida de todas las cosas. Yo creo que todo en la vida está plagadas de procesos en los que estás estancado durante mucho tiempo y de repente das un salto cualitativo y hacia adelante. Hay que tener ideas y luchar por ellas, aun sabiendo que puede que no las veas cumplidas. Quizá nunca llegue a ser millonario, y puede que toda mi vida acabe siendo un correr detrás de proyectos que no terminan de cuajar pero ahora ya sé cuáles son mis prioridades.

Pero intuyo que no va a ser así del todo. Siempre he tenido la intuición de que las cosas por las que se luchan acaban por llegar.

Sé cuál es mi lucha, lo mismo que me llena de energía me la gasta.

Hay que salvar a los niños.

miércoles, 12 de junio de 2013

Usted pone la felicidad y yo el vino



A mí me gustaría que se viera como yo la veo. Le puedo asegurar que no la veo a través de los ojos de un enamorado; a mí el amor siempre me sentó mal en los huesos, pero supongo que ya estoy vacunado, al menos me pincharon unas cuantas agujas. Alguna gripe agarro de vez en cuando, no se lo voy a negar y desde esa realidad le puedo asegurar que yo la veo desde mi rincón con la febril delicadeza de un tallador de diamantes. 

Siempre he pensado que el diamante perfecto no existe y que los que los trabajan, a fuerza de no ver jamás ni uno solo puro del todo, deben adquirir algo así como un sentido estético de las imperfecciones, geométricas o no, presos de una particular obsesión por lo único. ¿Sabía usted que en Japón la belleza está en la casi perfección? ¿En los detalles que se escapan? ¿En lo viejo y en lo manchado? Ellos lo llaman  Wabi-sabi y los objetos que lo son, tienden a la asimetría, a la aspereza, a la sencillez o ingenuidad, a la modestia e intimidad, les recuerda, además, un proceso natural, rústico.


Usted es wabi-sabi porque yo soy el observador y usted la observada. Al revés, no sé qué seré yo para usted, supongo que no me mirará desde el mismo criterio. Yo soy más canalla, menos austero, yo soy más de esos brutotes que se quedan con la boca abierta ante algo delicado y no se atreven a tocarlo por si lo rompen, pensando que no nacieron para el cristal de Bohemia o las porcelanas de la Isla de la Cartuja. Usted es una bailarina y yo un motorizado ángel del infierno.

Usted es wabi-sabi porque me provoca la necesidad de intimar con su cuerpo y beber vino con su alma y viceversa.

A mí me gustaría que se viera como yo la veo, aunque usted crea que soy el zafio patán que probablemente soy, pero ya le dije que no quiero que se vaya, aunque lo diga con flores y primaveras, con canciones que saben a humo, con palabras deshilachadas porque mis gatos las arañaron. Usted dice que yo escribo ya por costumbre y que lo mismo le escribo a usted, a cualquier otra que pasara le escribiría lo mismo. 

Pero yo sé que no es así, no puedo transmitírselo pero tenga por seguro que no le miento.

Me pregunto si sabrá que estas palabras son enteramente suyas. Enteramente tuyas.

Eternamente tuyas.


Usted es este texto y yo soy esta canción.

jueves, 6 de junio de 2013

El centro de gravedad se está agravando por momentos


Yo sé que usted no entiende que yo no entienda, o no comprende que yo no comprenda, como a mí también me deja perplejo que no se dé cuenta de que si usted se aleja yo no soy el que se va, que la distancia no es otra cosa que hacer crecer una burbuja de aire entre nosotros, llenar de aire el aire, no me pregunte el porqué pero ese hueco se me va convirtiendo en herida, no porque yo la necesite, sino porque sin necesitarla la echo de menos, echo de menos mi mano sobre su hombro, echo de menos que usted me llame por mi nombre y llenarme con el diminutivo del suyo el filo de mi boca, usted no entiende que a veces siento que las palabras me faltan justo cuanto creo que más las necesito, que usted se aleja porque yo no soy capaz de hilvanar diez o más frases que le hagan pensar que a mí, lo único que me conmueve, es usted.

Usted ya sabe que un hombre lleva impreso en el reverso de la piel una decálogo en el que bajo ningún concepto ha de mostrar cosas básicas, uno no ha de mostrarse niño, ni llorar jamás, ni jugar con las mascotas, ni dejar ver que ama por encima de todo, un decálogo que dice que que va a ser fuerte cuando todo flaquee, que va a empezar una y otra vez de nuevo cuando todo se derrumbe, que un hombre es una roca, que un hombre puede con todo. Hace tiempo que mi vida se convirtió en otra cosa, que cambié las certezas por la incertidumbre del agua, que la perseverancia la malvendí para llegar a cuantos más mejor, cuanto más pobres mejor, y que sigo en ello, porque uno, para amar, ha de ser solidario; no compasivo sino solidario, porque el verbo amar se conjuga en los tiempos oscuros, recuerde: la solidaridad sólo es amor cuando más difícil es construirla.

Pero claro, a veces se me olvida que su voluntad está hecha a prueba de palabras, que es como un chaleco anti-sílabas a las que yo me tengo que enfrentar un día tras otro, acercarme sigilosamente hasta quedar a un palmo de usted sin que me vea, y entonces decirle por sorpresa y a quemarropa que la quiero, porque todo lo que he escrito, todas las palabras que he construido, todas, siento que sólo fueron un pretexto, una forma de entrenarme, para que cuando me encontrara con usted, yo supiera convertir su miedo en esperanza, y su llanto en risa, y su apatía en juego, y su corazón en una razón más para seguir latiendo.

Yo sé que usted no entiende, Avellaneda, que su proximidad me aproxima, y su lejanía me aleja, pero usted sabe que me gusta la compañía de su cuerpo, que soy adicto a cómo se estremece, que mis manos buscan en braille mensajes ocultos y mapas del tesoro en los relieves de su piel. Y a mí me gustaría saber expresar todo eso de una forma hermosa, pero entonces recuerdo que siempre fui un torpe. Y que usted se va.

Y a mí me gustaría gritarle palabras frescas y olorosas como flores para que no se fuera.

Y a veces tengo la impresión de que, en realidad (por la forma de mirarme) usted no quiere irse.

lunes, 3 de junio de 2013

La luna debajo del brazo


Duele más el silencio que la herida. 

Y a mí se me quedó un silencio muy grande sangrando estrellas en la noche. Ha vuelto el insomnio, y con él toda eternidad comprimida en unas pocas horas. 

También llegó el calor. 

Y la distancia.


sábado, 1 de junio de 2013

José Mujica - Cuando más lo necesito me llega esta entrevista y quizá todo cobre sentido.



Ayer me fui a dormir a las seis de la mañana. Me sentía terriblemente confuso, cansado, triste. Es imposible no sentirse solo en medio de la madrugada, no porque uno esté solo de verdad sino porque el silencio sirve como aislante. Aislarse requiere llevarse bien con uno mismo. Yo me llevo bien conmigo mismo cuando escribo para mí y anoche necesitaba estar bien. Quería escribir, pero sobre todo quería ser. Ser, sólo ser yo, sin nada ni nadie que me condicionara. Ser sin tener. Y aunque parezca algo sencillo, no lo es en absoluto. Siento que debo mucho. No se puede vivir debiendo, porque lo que debemos es tiempo. Y el tiempo es vida. Y la vida, tiempo.


Esta mañana amanecí sin la sensación de que hubiera arreglado algo, luego escuché esta entrevista y me di cuenta de todo el tiempo que desperdicio, de toda la vida que no vivo y entonces caí en algo en lo que, de vez en cuando, me doy cuenta. Y es el nombre del blog. Hay un deseo oculto en ese título, algo que no está escrito dentro de lo que sí está escrito.

El título original del cómic de Frank Miller es  "una dama por la cual matar" (más o menos) "A dame to kill for". Sin embargo, en castellano se tradujo por Moriría por ella "una dama por la cual morir". 

Supongo que en esos lapsus hay mucha carga de profundidad que se hunde en nuestro yo que sólo está esperando la ocasión para estallar a la presión programada. 

No creo que sea el primer día del resto de mi vida, pero escuchar a José Mujica, ese hombre sabio, me hizo de nuevo creer en el ser humano como sociedad.

El martes me reúno con los nuevos inversores, sólo accederé a vender participaciones si veo que son honestos, que su organización está basada en valores (y no me refiero a una frase escrita en un papel sino en lo que perciba en ellos, en los hechos de los que estén orgullosos.

Casualmente, me han entrado varios proyectos grandes, no los esperaba, quizá en un par de meses no necesite inversores porque estos proyectos puedan financiarme sin tener que buscar fuera. Pero esa es otra historia. 

Ahora entiendo lo que significa "venderse", y creo que es lo que he estado haciendo hasta ahora. 

Un lugar en el mundo (o en las estrellas)



Supongo que son muchas cosas unas detrás de otras, y que uno es tan fuerte como puede y no más, que a veces se tiene la convicción pero falla el resto, que la gente no está ahí cuando se la necesita, que por encima de todo, uno se da cuenta de que está solo. El caso es que tengo la sensación de que me he roto y eso tiene mal pronóstico. Aunque también creo que es bueno decir basta y pararse a pensar unos días qué se va a hacer y qué riesgos va a asumir y cuáles no.

No es que me sienta cansado, es que estoy cansado de sentirme cansado de hacer el esfuerzo en creer. Quizá no debería escribir esto, ya casi nadie me lee (y lo entiendo). Quizá haya llegado el momento en el que no deba importarme lo que debería o no debería hacer.

Le he puesto muchas ganas a muchas cosas en los últimos años. Muchas. He empezado muchos proyectos solo y he tenido que confiar en otras personas para tirarlos hacia adelante. Y no sé muy bien el porqué pero siempre he ido a dar con gente tan egoísta que me da hasta rubor pensarlo. Quizá el sector industrial no es el mejor para alguien como yo. Quizá no exista un mundo en el que quepa alguien como yo. Supongo que no he querido tirar la toalla más por necesidad que por convicción.

Pero nada tiene sentido.

He salido a la terraza, hace frío, el cielo está nublado, Ulises y Penélope merodean sin ningún objetivo, como yo. Diría que si pudiera permanecer con los ojos abiertos vería desplazarse a las estrellas por encima de mi cabeza. Me pregunto qué sentido tiene esta inercia y no encuentro una respuesta.

Y después de cinco años escribiendo este blog tratando de hacer un mapa de lo que sé y de hasta dónde soy capaz de llegar con él, debo admitir que he fracasado en el intento. Creo que resulta obligado meditar durante los próximos días qué voy a hacer. No sé si va a salir algo bueno de todo esto.

Yo le quito la voz y pongo Trouble de Colplay. Recomiendo verlo a pantalla completa y con las luces apagadas
The Mountain from TSO Photography on Vimeo.