domingo, 4 de noviembre de 2012

Porque casi todos los blogs acaban convirtiéndose en un vertedero



Y ha pasado el tiempo y sí, me bastaron diez segundos (lo que tardó en pasar por tu lado el coche en el que iba) para verte sin las grietas que te había dibujado durante casi dos años. No sé si tú me llegaste a ver. Quiero creer que no.

 Se me hizo difícil encajar todo lo que se me sobrevino encima. Fue como abrir un armario y que todo lo almacenado se me cayera encima. He tenido que ordenarlo todo y he vuelto a ver desde fotografías hasta algunas cosas que te escribí. Todo lleno de polvo, algunas cosas inservibles, otras simplemente podridas, ya sabes, lo que ocurre cuando dejas de mirar durante un tiempo todo aquello que en otra época me era imprescindible. Y apuntes de novela; y notas tristes; y algo muy valioso que nunca supiste que tenía.

 Siempre pensé en qué pasaría cuando te viera otra vez. Me lo había imaginado de muchas formas, y siempre suponía cosas distintas, no sé, siempre era yo otra persona y tú, claro, nunca ibas sola. Pero el otro día sí lo estabas.

 Hace mucho tiempo que no te he seguido el rastro, es decir, que no he puesto tu nombre en google para saber si habías cambiado de trabajo, si te apuntabas a esas salidas llenas de amigos que, un día, descubrirás que nunca lo fueron. Hasta hoy. Hoy sí te he buscado y no he encontrado casi nada interesante, quizá porque es cierto aquello de que el tiempo y el olvido son hermanos gemelos.

 Ahora que lo tengo casi todo ordenado, que he vuelto a ordenar los recuerdos, que he cerrado la puerta del armario con la precaución de que al abrirlo no te me caigas encima como unas rocas ladera abajo, ahora que miro hacia un futuro que yo mismo me he ido construyendo a base de aparentar ser fuerte sin serlo, de caer sin levantarme, de dormir al raso algunas noches, acechando a la luna en emboscadas, deseando que las cosas hubieran sucedido, no sólo contigo, de cualquier otra forma; ahora me siento un poco más en paz, me digo a mí mismo que todo está bien así, al menos por ahora, me digo que yo tardé en cerrar más tiempo que tú este capítulo porque probablemente las cosas las siento a destiempo, no se me cierran bien las cicatrices, como si mi alma fuera algo así como hemofílica, no sé, quizá todo se me hizo demasiado grande, todo se me hizo casi casi eterno.

 Por si has seguido el rastro, por si se te ha cruzado el cable de mirar donde no debes, por si hoy tienes un mal día y miras hacia atrás por el retrovisor que te dejaste puesto, si hoy se te llenaron de desidias las manos y tuviste una corazonada, si en el fondo, aunque sea muy en el fondo, te arrepentiste alguna vez de todos los silencios y secretos, si te dolió leer (aunque sólo sea un poco) esto, también puedes recordar qué clase de hombre era y qué clase de hombre fui después. Porque ahora empiezo a volver a ser lo que tenía en mente ser desde el principio.

 Y puede que nunca sea aquél que querías que fuera. Y puede que me midas por tus baremos de saldo en cuenta y por tus planes de futuro a corto plazo, pero muy en el fondo sabes que yo siempre fui mucho más que eso.

Seguro que piensas "pero sigues escribiendo sobre mí en tu blog, el que no olvidas eres tú". Y tendrás razón...

 ... vamos, como si la razón tuviera algo que ver con todo esto.

 

No hay comentarios: