sábado, 1 de septiembre de 2012

Por si septiembre te trajo la nostalgia


Usted no lo sabe, claro, no puede saberlo, yo me enamoré de usted a base de leerla, se me fue haciendo de noche tirando del hilo de sus palabras y durante la madrugada me preguntaba quién sería usted en realidad, con sus cosas de soledad allá tan lejos mientras me entretenía bajando pantallas con la ruedecita del ratón, fíjese que esa era la única forma en que sentía que tocaba algo de usted.

Yo sé que usted creyó que me encontraba, acá tan lejos geográficamente hablando, pero no creo que reparara en que yo ya entraba en silencio por su casa, recorría con los dedos (de ruedecita de ratón) los haces de luz que entraban por sus ventanas los sábados por la mañana, que olía las tostadas y el café recién hecho (un día le pediré que me diga dónde lo compra) que usted preparaba en esa burbuja de tiempo en la que creía que estaba sola. Pero no lo estaba, yo le leía con el dedo índice, redonda y móvil, toda la infinitud de su vida, porque no creo que haga falta que lo diga, pero usted era esa luz que entraba en mi casa por la noche y usted era mi segundo mundo.

Casi me da un vuelco el corazón cuando encontré un mensaje suyo en mi caja de zapatos, yo no gasto buzón de correo, casi todo lo deposito en una caja de cartón y lo guardo hasta que me voy a la cama y con la luz de la mesita de noche voy leyéndolo como si fueran fotos antiguas de antepasados que no recuerdo o de gente que no conozco. Yo no supe qué decirle, no supe qué constestarle, porque mi huella dactilar se había acostumbrado a usted pero el resto es (soy) un hombre de pocas palabras. Yo sé que usted esperaba más de mí, que yo fuera ese hombre del que tanto hablaba, imagino que las oportunidades son ese tren que dicen que pasa y si dejas que salga, ya no podrás volver a coger, el tópico siempre tiene algo de cierto que lo convierte en universal, al menos desde la invención de los trenes.

Sé que usted ya no se acuerda de mí, que soy algo así como una inexistencia, que el mundo ha cambiado para usted y que ya no me permito el lujo de atravesar los haces de luz que entran por sus ventanas, porque sin saber muy bien cómo, siento que he dejado de ser un desconocido para convertirme en un intruso. Usted no sabe lo difícil que se me hace saber de sus cosas, tirar del hilo, recorrerla con el dedo índice toda la redondez de su cuerpo. Yo sé que usted se aleja porque siento que me crecen raíces en esta estación donde la esperanza a que vuelva a pasar hace que no me suba a ningún otro. Como si las ausencias se hubieran convertido en un mapa de vías de ferrocarril, con horarios y estaciones, como si el tiempo y las probabilidades se hubieran convertido en un país con fronteras con guarda agujas y petición de pasaporte obligatorio.

Sé que se me está acabando el tiempo aunque el tiempo sea un señor infinito, sé que ya todo queda muy lejos, muy atrás, muy escurridizo, pero yo sé que a veces para usted también es inevitable pensar en mí, y que a veces entra a hurtadillas y me lee y hoy... hoy quisiera que entrara y allá donde quiera que esté, aunque sólo fuese de pensamiento, coja un billete hacia donde crea que yo me encuentro, aunque sólo sea por eso de que sólo se vive una vez y nos perdimos el uno al otro, aunque sólo sea para que una vez al menos el deseo derrote a la gran costumbre.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

...usted no sabe cuánto me gusta leerle tan poco abstracto tantas veces...

besos

Darío dijo...

Y a pesar de su olvido, yo me acuerdo...

Valeria dijo...

Que hermoso escrito, ya sea que esa mujer exista o no, creo cualquiera se sentiría conmovida y halagada de ser al menos inpiración de esta entrada. Aunque no sé porque, pero me inclino por pensar que en realidad no existe como tal, sino que está inspirada en alguna o varias mujeres de su vida...y tb no sé porque (tal vez por el usted) pero me recordo a Benedetti. Saludos.