domingo, 15 de abril de 2012

Sonríe, es domingo por la tarde, ha llovido un poco, he puesto el calefactor y Ulises y Penélope duermen al calor que les regala.


Esta mañana he estado probando la máquina en la terraza. Al sol. Ha ido más o menos bien hasta que me he decidido a probar de hacer la mezcla de sal más rica y se me ha parado en seco. Creo que me he cargado algo del circuito eléctrico por sobretensión.
Las fases de mejora es lo que tienen. Se te va todo a la mierda en un momento y hay que saber qué hacer, cómo repararlo. Espero no haber fundido la placa electrónica porque me daría algo.

Supongo que con las relaciones humanas (y ahora voy a hacer una analogía que pasará a los libros de filosofía para informáticos por los siglos de los siglos) pasa algo parecido, que en momentos de sobretensión todo se va a la mierda y hay que saber repararlo (si se puede). Creo que, a veces, mi vida ha ido por esos cauces y creo que en parte es consecuencia de mi tendencia a la misantropía, y quizá de esperar más de los demás de lo que sería lógico dadas las circunstancias.

Supongo que me cuesta aceptar la condición humana, y me cuesta además, aceptar mi condición humana también. Refugiado en mi este piso mientras pueda (y el banco no dé por inaugurada la temporada de hostilidades) y enfrascado en una eterna espera a que empiecen las actividades de comercialización de la máquina, es decir, que un inversor crea que es un buen negocio y que es la puerta para muchos otros negocios, que es lo que es.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar en muchas de las cosas que he ido escribiendo en el blog, y que con el tiempo se han ido diluyendo, de cómo la sirena se fue con su tritón, formó una familia y tuvo otro hijo y de cómo perdí completamente el contacto, de cómo acabó la historia con la chica de la bicicleta, y de lo mucho que sigo pensando en ello y en las formas y en los fondos que llevan a las personas a destruir aquello que tienes en pos de algo que encaje en lo que deseas.

Si me analizo y hago un listado de mis inseguridades, no puedo dejar de estar más de acuerdo con ellas, porque si alguien que te quiere te hace algo tan estúpido, ¿qué harán las personas que no te aprecian y sólo buscan un beneficio de ti? Creo que cualquier otra persona en mis circunstancias sentiría la misma desconfianza que yo siento y me resulta difícil aceptar los consejos bienintencionados de quienes no han pasado por la angustia vital que vivo.

De la misma forma que yo no puedo comprender algunas circunstancias ajenas, y soy consciente de ello, creo que, a veces, no debería hablar en según qué ocasiones. Estoy ahí. Casi siempre estoy cuando se me necesita porque entiendo que es lo que me gustaría que ocurriera en una situación inversa. También soy consciente de que ya no voy a esperar según qué reciprocidades porque no todos tenemos la misma predisposición, tiempo, o filosofía de vida.

Aunque ahora no tenga esa impresión, en el fondo soy consciente de lo afortunado que he sido y que soy. He tenido la oportunidad de ser lo que he querido ser y si no lo he conseguido aún, se debe a un mecanismo interno, a una maraña de hilos anudados que no consigo desenredar. Pero me siento bien porque a pesar de las adversidades sigo sintiendo que tengo la llave de lo que me puede sacar de esto.

Supongo que todo se vuelve confuso cuando estoy en momentos de agitación e imagino que cambiar del todo es imposible. Sin embargo, es en estos momentos de duda y de incertidumbre, cuando miro a mi alrededor y me pregunto qué debo cambiar, qué debo hacer y cómo, cuando miro a mi alrededor y me siento más solo que nunca, cuando me siento y, en silencio, opto por la esperanza en lugar de abandonarme a lo inevitable.

Porque aún conservo la esperanza, optimista unas veces y esquiva otras, aún encuentro la valentía o la inconsciencia, la audaz costumbre de creer que todo esto acabará e irá a mejor. Y quizá, lo crea así porque hago (quizá no todo lo posible pero sí mucho) para que esto llegue.

Y no sé si eso es bueno o es malo.

Sólo sé que me hubiera gustado no haber pasado por todo esto, pero ahora que estoy metido hasta el cuello sé que me convertirá en alguien más consciente, si salgo de ésta estoy convencido de que seré mejor hombre de lo que hubiera llegado a ser si no lo hubiera pasado.

Y supongo que las cosas son como son y no se pueden cambiar.

Supongo que empezar de nuevo otra vez también es una de esas cosas a las que todos debemos enfrentarnos al menos una vez en la vida. Y todo está por empezar.

Y eso significa que vendré y te cogeré de la mano y, cuando todo haya pasado, empezaremos juntos colgados de una galaxia de estrella.



La excusa más cobarde, tú y yo lo sabemos, sería culpar al destino.

2 comentarios:

Kaoki dijo...

Es curioso... hace unos poquitos días, en el el post que titulaste "tente" hablabas sobre tu habilidad para encontrar piezas que te faltan, cómo conectarlas, qué necesitabas en cada momento, y yo te decía que en la vida, al final, era lo mismo, utilizar nuestros recursos o, siendo conscientes de qué nos falta, ir a por ello...

Entonces me dijiste que "Quizá las piezas que nos faltan no las vendan en ninguna ferretería de la esquina o se puedan encargar por internet al otro lado del mundo". Sonaba pesimista...

Hoy, de nuevo, eres una persona capaz de sacar algo bueno de lo malo, provecho del dolor, realista pero esperanzado.

¿Qué ha cambiado para que cambies tú? Si la situación es la misma, ¿cuál es el Toni real?... ¿o la diferencia radica en hacia donde mires simplemente (o no tan simplemente)?.

Debe de ser tan agotador esa montaña rusa emocional...

Muxu bat.

Espera a la primavera, B... dijo...

El Toni real es la vagoneta y sí, es agotador.

Nada cambia. Yo soy el que soy y vivo entre la certeza y la esperanza, Kaoki.

Vivo consciente de en dónde me encuentro y la esperanza de poder salir de esto algún día.

Besos

Toni