lunes, 31 de enero de 2011

Tu voz en la orilla


Tu voz en la orilla, lo recuerdo como si fuera mañana, llevabas una blusa blanca y tu pelo se creía libre hasta que tus manos lo devolvían tras las rejas de un pasador de hojalata. Era invierno tardío, o tal vez uno o dos días después de que regresara la primavera a hacerte prisionera. Se nos hizo casi de noche, te crecieron mariposas en el pelo, teníamos frío y la piel ardiendo, los corazones hechos de caparazones de tortugas en los que se escuchaba, si ponías el oído, el silencio del viento.

Yo te decía que las palabras se las lleva el hombre del saco a un escondite secreto, y que yo sólo estoy hecho de palabras. Tú creías que nada de lo dicho muere del todo, que las palabras quedan, en silencio, flotando alrededor nuestro vacías de sonido, huecas e invisibles, como una niebla que no cala y que nos siguen allá donde vamos "desde la primera palabra que dijimos hasta con la que nos quedamos en la boca antes de irnos". Entonces yo no sabía que tú guardabas en una cajita todas y cada una de mis letras.

Esta noche me pregunto si lo habré soñado y si ese sueño está aún por llegar. Si te estoy esperando o si llegaste hace días, si las palabras son el tesoro de un viejo avaro o son tan libres como nosotros esclavos de ellas, si se convertirán en purpurina si se rompen contra el suelo o mojarán las calles de rocío con gotas de letras

No sé si te recuerdo o te estoy adivinando.

Tras el fósil caparazón de un galápago gigante.

jueves, 27 de enero de 2011

Lluvia de interiores


Tú calzabas un treinta y ocho de pie y yo un diecisiete de dedo, éramos distintos, algo que a veces se confunde con distantes. Pero no lo éramos. O sí, tal vez la distancia no depende de lo abrazado que duermas a alguien, "quizá yo mido mal" pensé.

Se fue agrietando el suelo de madera, se llenó de carcoma el frogorífico, algunas noches las paredes y el techo se desconchaban en silencio, se convirtieron en calabazas las bicicletas de montaña.

Fui yo, no quise encerar el suelo, ni sellar las heridas de los muebles, no me atreví a pintar el techo e hice pastel de BH por e-bay (en dos días, dos horas y quince minutos). Antes había aparecido ella. Más femenina, más comprensiva, con las tetas más grandes.

Sólo supe que me estaría esperando, lo supe porque me lo dijo el primer día. Yo sólo podía recordar sus tetas, ni tan siquiera me acordé de su nombre la segunda vez que la vi. Para entonces ya te había echado de casa, bueno, mentira, aún tenías las llaves, aún te quedabas a dormir a veces, hacíamos el amor sin sexo, hablábamos a cuchilladas sin herirnos. No te eché hasta que estuve seguro que la chica de las tetas pensaba no cuestionarme nunca, hasta que supe que no me dejaría nunca, que éramos el uno para el otro, aunque éramos mucho más distantes que tú y que yo.

Te dejé queriéndote, pero entiéndelo, no podía dejar escapar a alguien así. Pensé que a ti te tendría siempre ahí, como una amiga, que me escucharías y estarías siempre si me fallaba la otra. No entendí que desaparecieras ni que yo te echara tanto de menos.

Luego todo cambió. Enceré el suelo, pinté la casa, hice todo lo que contigo no quise hacer. A veces pienso que las cosas suceden a destiempo y con la persona que no toca, que la vida son círculos concéntrios, órbitas elípticas, caleidoscopios amañados y que tenemos lo que nos merecemos. Tú tu soledad y yo la asfixia.

Tal vez, ahora no estoy seguro, ocurrió al revés, quizá fuiste tú quien me echó de su casa y se buscó a alguien más alto que yo. ¿Te puedes creer que no me acuerdo? Me cuesta creer que tú me hicieras eso, quizá por eso digo que fui yo.

miércoles, 26 de enero de 2011

Esta niebla


Si pudiera encontrar las palabras, si pudiera atraparlas como con un cazamariposas entre esta niebla... Nunca te lo dije pero hace tiempo que se estropeó la máquina de fabricar niebla, se rompió el botón de paro y entonces pensé "ya parará cuando se le acabe el combustible", pero no caí en que la toda esta niebla está hecha de sueños y los sueños no cesan nunca. En estos momentos en que crees que me estás leyendo, en realidad estás soñando con que me lees.

A veces camino por las calles de Barcelona, llego un par de horas antes de la entrevista de trabajo o la visita a un cliente y paseo con las manos en los bolsillos y pienso en escenas de la novela, en qué o cómo se van a desarrollar los acontecimientos que sucedan en ella. Otras veces no pienso, sólo camino y observo. Nunca preparo la entrevista y dejo en manos del azar las preguntas y sus posibles respuestas. No me va bien el negocio, no sé si mucho o poco, lo que me va bien es la novela, el mundo recreado en ella. A pesar de ello soy consciente de que son malos tiempos para los soñadores.

Me pregunto si detrás de cada escenario, de cada personaje de cualquier historia hay un soñador pertinaz que camina e inventa, si detrás de toda la imaginería que nos llega destilada en forma de historias no habrá una retahíla de ensoñaciones de paseantes que llegan dos horas antes a su cita con el médico, con el desarrollador de negocios, con el inspector de Hacienda...

Esta semana (y estamos a miércoles) he cambiado dos veces de texto sobre el que trabajo. Sobre uno estoy de mejor humor, sobre el otro me vuelvo más duro. No sé qué hacer y sobre todo no sé a cuál dar prioridad. Se me acerca la fecha límite y ante la duda me encuentro que el tiempo pasa.

No sé. Creo que novelas negras hay muchas pero historias delirantes no hay tantas. Supongo que esta semana volveré a cambiar otras dos o tres veces y que el resultado será que ambas avanzarán menos que si me dedicara a una sola y más que si me dedicara exclusivamente a la otra.

Y mientras sigo trabajando, haciendo presupuestos, facturas, proyectos, suministros...

... y sigo haciendo paréntesis para escribir en el blog, que a veces es como mirarse en un espejo. Un espejo distorsionado en donde cada uno ve lo que quiere ver, lo que quiere escribir, lo que desea que los demás vean. Casi siempre sin conseguirlo.

Mañana de miércoles, debo acabar un presupuesto y facturas para mañana.

martes, 25 de enero de 2011

El claro del bosque


Nunca llegamos a ese claro del bosque en donde se cazan las mariposas que se meten en un bote de cristal y se guarda en el pecho. No llegamos a rozar con la punta de los dedos las copas de los árboles como Peter Pan y Wendy. Se nos fueron muriendo las palabras, clavadas como clavos en una puerta cerrada, yo no me atreví a llamar, ella no se atrevió a abrir. Es una locura todo esto; una locura que no llega.

Pero aprendimos a caminar por el bosque y también a volar, aprendimos a esperar pacientemente y caminar cientos de kilómetros para detenernos apenas a un metro. Aprendimos tarde, mal y sin remedio. Es culpa del tiempo, que no hace prisioneros. El tiempo que no avisa y por tanto es el gran traidor.

Se fueron marchitando sus plantas, se volvieron artríticos mis gatos, fuimos infelices a conciencia, metódicos en la tarea de tratar de olvidarnos el uno al otro; nos casamos con unos extraños, tuvimos hijos que nunca fueron del todo hijos nuestros, celebramos fiestas en donde siempre esperamos que apareciera el otro por la puerta.

Y fuimos ochenta mil palabras más silenciosos que de haber vivido juntos, y reímos diez mil veces menos, y nos sentimos fatigados seis mil quinientos días más; y nos brillaron menos los ojos, y vivimos más años (o nos lo pareció).

Ella acabó siendo escritora (para olvidarme), yo acabé siendo escritor (para no olvidarla). Me pregunto si valió la pena, si merece la pena, todo esto, esta basura que devorarán las gaviotas.

Anoche no pude dormir, esperaba ver aparecer a Peter Pan en la ventana, y en la penumbra, entre las cortinas de la oscuridad y las formas robadas a mi imaginación, creí que me llamaba de nuevo el bosque y me decía que iban a nacer las mariposas, me preguntó que dónde estaba Wendy.

¿Dónde estabas?

lunes, 24 de enero de 2011

Fantasmas


Dice C. que algunos blogs son como oráculos, que lo que escribes en ellos acaba sucediendo tarde o temprano y que, toda aquella moda de El Secreto, acabó calando en la blogosfera. Yo siempre he sido más de esfuerzo y perseverancia que de pensamiento mágico pero he de reconocer que últimamente algunas coincidencias me asombran e incluso he estado a punto de beneficiarme de alguna de ellas.

El otro día soñé con los números de la lotería primitiva y ¡salieron cinco de los que soñé! claro que en un orden que no supe discernir bien y sólo obtuve un tres. Pero los había soñado.

Hace años tuve una racha de sueños premonitorios. Estaba estudiando ingeniería técnica y por cuestiones que no vienen al caso empecé a hacer yoga.

Cuando va a pasar algo de este estilo, de premoniciones o algo así, lo presiento. Me digo "va a ocurrir de nuevo" y entonces estoy preparado. A pesar de que lo he vivido en mis propias carnes hay una parte de mí que se niega a admitirlo y por supuesto, no le da importancia y piensa "tonterías". Con la edad me he vuelto más cartesiano pero...

... algo me dice que eso va a cambiar. Y lo sé porque este blog tiene algo de lo que C. tilda de oráculo.

PS: Si esta noche el Atlethic gana al Hércules mi padre y yo habremos acertado un 13 en la quiniela. Es sólo una anécdota pero es otra señal más.

Creo que esta vez lo que llega, lo hace para quedarse.

sábado, 22 de enero de 2011

Directo


La niña yonqui se fundió como un cubito de hielo olvidado en el mármol de la cocina. Por la mañana sólo quedaba un charco derramado que sequé con una bayeta amarilla; luego fregué los platos, puse una lavadora, barrí la casa y rebusqué en los cajones para borrar un rastro que nunca dejó. Tiré su cepillo de dientes, abrí el bote de champú y olí el albaricoque antes de vaciarlo en el lavabo, enjuagar el bote y tirarlo al cubo de reciclado de los plásticos.

Porque cada vez me cuesta más, porque cada vez me cuesta menos, porque sigue habiendo cosas que no se van con el hilo dental y se quedan ahí, entre las costillas, como un tomate que enmohece en la nevera. Como un limón que se seca hasta convertirse en una piedra.

Me llama y no le cojo el teléfono. No desde la conversación del otro día. No, porque estoy cansado de ser el otro y porque siempre acabo de la misma forma. Ayer dos personas distintas me dijero que siempre me pasa lo mismo.

Y tienen razón.

viernes, 21 de enero de 2011

Y en tu estantería estaba Bandini


Aprendí a vivir en el alféizar de algunas promesas, divisando a lo lejos la puesta del sol cada tarde, creyendo que el sol si iba a dormir de verdad, no que la Tierra rotara, sino que el sol se escondía.

Aprendí a soñar en una habitación interior, suscrita a un patio de luces al que ese mismo sol no se asomaba y sin embargo recuerdo que durante los primeros días de primavera una luz blanca que, como un fluorescente nuevo en una habitación recién pintada de blanco, estallaba en un tsunami de fuego líquido y se colaba a través la galería de la cocina, que daba a ese mismo patio de luces. Y yo, con cinco, siete o doce años, sabía que era hora de sacarse de encima el jersey y que mi piel volviera a sentir el aire.

Bandini llegó luego, porque mi nombre es "espera a la primavera, Bandini" como la novela de Fante porque era una historia extraordinariamente sensible, y cómica, y trágica, y dura, y tierna, como todo lo que cabe en uno. Cabe de todo en esto que soy, nunca lo he escondido. Nunca he dicho que fuera fuerte, no porque no lo sea, sino porque cuanto más fuerte te crees más débil eres, y cuanto más débil te sientes, mucho más te sorprendes. No, no es eso, tampoco quiero hablar de eso, lo que uno cree y la realidad son dos planetas de un mismo sistema solar (eso si se tiene suerte).

Es cierto que hay cosas que no concibo, que hay retales de historias dando vueltas alrededor de mis últimos años; se me está haciendo muy difícil convertirme en alguien de cuarenta años porque he llegado hasta aquí y sigo sorprendiéndome de lo difícil que me resulta comprender porqués y cómos, sigo sin adaptarme a las transacciones comerciales, a los albaranes y facturas, a los proyectos... sigo sin adaptarme, dentro de un mes y medio entraré en esa etapa en la que, aunque uno no lo admita, te empizan a llamar señor porque se supone que tienes una vida formada. Y yo, si tengo algo, es un blog, nada más.

... dos gatos pululando por el piso, y una novela que lleva trabada dos años, y una rabia infinita contra alguien y una perplejidad inmesa, y una conversación pendiente y gente que se va y tiempos que no vuelven.

Hablando con mi padre mis dudas, en lugar de despejarse, se vuelven como la madeja de lana con la que a veces jugaban Ulises y Penélope, en un infierno desordenado, muy dado a contemplar la salida del sol en una esquina de la terraza de arriba. Recuerdo que la vida era sencilla, y cálida la superficie de una terraza y que nos tumbábamos los tres uno al lado del otro y mirábamos las estrellas. Reconozco que a veces me quejo pero dentro abono el deseo para que afloren y crezcan recuerdos de lo que fui, de lo que he sido.

Dentro de mí siempre estará vivo el que esperaba a que la luz rompiese los cristales de su ventana sin luz y rebuscará y hará un álbum de recuerdos con olores, sabores, miradas y tactos, siempre habrá alguien que espere a la primavera dentro de mí, es por eso que sigo y es por eso que escribo, es por eso que nunca me rendiré y es por eso por lo que siempre sentiré impaciencia por quitarme el jersey, por que mi piel sienta de nuevo el orgullo de vencer al invierno.


El destino

Entre la perplejidad, la indignación, la tristeza, la esperanza y la solidaridad.

domingo, 16 de enero de 2011

de las palabras (o en ausencia de ellas)


El tiempo transcurre rápido pero a un ritmo lento dentro de estas cuatro paredes. Imagino que los fines de semana nos llevan a estar más tiempo en la cama a cambio de que el día sea más corto, de ser esclavo de un compromiso de mediodía o de película por la tarde, de ir al cine, de... preparar las cosas para mañana por la mañana, de llamar a los padres y preguntar cómo están, de pensar "otro fin de semana que no ordené la habitación desordenada..."

La niña yonqui se fue a estudiar a otra parte, y entonces me di cuenta de que no había dejando nada en mi casa, que ni unas braguitas en los cajones, ni un libro con alguna página con una esquina doblda, sólo hay un cepillo de dientes rojo, un champú con olor a albaricoque y comida extraña en la nevera. No me ha llamado en todo el día, lo peor de estar solo es acostumbrarse a una compañía.

Ayer por la mañana fui a hacer recados por el barrio, noté que un chico me seguía a cierta distancia, me esperó a la salida cuando entré en el Eroski y cuando fui a la farmacia; luego me siguió de nuevo a casa. No parecía peligroso. Era alto, mucho más alto que yo, iba vestido con ropa oscura, debe de ser un amigo de la niña yonki, puede que algo más que un amigo, puede que lo dejara por mí culpa o puede que me esté volviendo loco.

No, no me estoy volviendo loco. Intuyo algo, algo que me va a doler, no sabría muy bien explicarlo pero sé que las cosas son así y que probablemente sólo me esté observando; sin odiarme. Y sé que no me odia porque no sabe odiar aún como yo sí se odiar. Hoy no estaba, hoy debe de estar estudiando para los exámenes, si puede concentrarse lo hará. Tiene todo el futuro por delante, no como yo; yo ante mí sólo tengo un océano infinito en el que tarde o temprano me hundiré con toda la carga. Me pregunto qué estoy haciendo y sólo puedo responderme que me estoy dejando llevar...

Hay algo que me ocurre desde hace algunos años, algo de lo que, poco a poco, me he ido dando cuenta. En cuanto empiezo a querer a una mujer, en cuanto empiezo a querer lo mejor para ella, inmediatamente tengo la certeza que yo no soy lo mejor, quiero decir que, por una parte sí sé que en otras circunstancias lo sería, ya lo creo que lo sería, pero sé que voy a tardar mucho tiempo en estar en condiciones de hacer lo que hacen las personas que no arrastran todo esto.

A veces pienso qué podría hacer para quitarme una parte de todo lo que debo. Y no lo sé.

A veces fantaseo con que la novela me dará esa oportunidad, a veces creo que encontraré esa oportunidad en una depuradora o en una serie de proyectos... pero no acabo de verlo, soy lo que se diría un mal partido. Te puedo hacer reír hasta que te duela la barriga, puedo hacerte soñar con mis palabras pero no podremos ir a cenar un sábado, no tendremos vacaciones, será como vivir en una cárcel sin barrotes. No le echo la culpa a la crisis, quizá no esté exprimiendo todo lo que puedo dar de mí. Quizá sea eso, no sé.

Niña yonki acaba de llamar. Fría, escueta, ocultándome algo tras su tono de voz menos jovial que el miércoles. Nunca estoy seguro de si la verdad es lo mejor o si, por el contrario, lo es callar aquello que no se quiere que se sepa. No sé qué suelo hacer en estos casos cuando me ocurre a mí.

Niña yonki ha vuelto a llamar, parece que me ha leído el pensamiento. El chico de ayer se llama Jorge.

viernes, 14 de enero de 2011

Jodida niña yonki

Detengo el tiempo en una esquina de la habitación. Es fácil,o por lo menos me resulta fácil y, por un instante (equivalente a dos horas y cuarto) nada se mueve en ella, ni tan siquiera el aire.

No sabría cómo explicarlo, no sabría hasta dónde llega esta serenidad, esta calma, sólo sé que mientras tanto mi vida es un torbellino; es como si para que mis asuntos avanzaran tuviera que crearse en torno a mí una gran burbuja que sólo estalle cuando éstos se aceleren. Para la calma es necesario que el teléfono duerma.

La niña yonki se ha instalado en mi casa, ha hecho explotar una bomba de luz y orden en la planta baja, duerme en casa de sus padres y estudia en la universidad algo que tiene que ver con la rabia de los perros en los hombres y me toma la temperatura cada dos días y me hace tomar unas ampollas líquidas que llevan una calavera pintada. Yo, a cambio le doy dinero para que compre anfetaminas al suegro de una amiga y ella saca buenas notas y yo avanzo con la novela infinita.

La jodida niña yonki tiene un karaoke en las entrañas, canta, baila, se cae por las escaleras. Me dice que hablo casi tanto como ella y que eso no se lo esperaba de un viejo como yo. Cuando lo dice yo la mando a freír espárragos pero no sabe cocinar, es como si fuera una gourmet autista, mezcla aguacate con vainilla y arroz con mandarinas, me viene bien, he vuelto a perder peso, y ella sonríe y canta y estudia por las noches del fin de semana mientras yo me pregunto si no le estaré robando sus primeros años de juventud haciendo de mi casa un parque de atracciones a lo Disney donde yo soy el pato Donald y lo temático es Ser Adulto, compartir piso con novio y todo eso hasta que se canse y se vaya, hasta que retome su vida en el mismo punto en el que la dejó.

Mis gatos la adoran. Quizá porque les da todos los caprichos y no les pone el termómetro cada dos días. Juegan con su pelo, con una cuerda, con la luz de una linterna y la pared, con bolas de papel, con las manos y los pies, con las zaptillas... mis gatos acaban exhaustos, felices y hambrientos. A ellos, en lugar de arroz con mandarinas les da comida para gatos. Somos una casi familia feliz. Yo trabajo en casa y avanzo con la novela, a veces detengo el tiempo en una esquina de la habitación mientras ella está en clase. A veces todo se detiene más allá del tiempo. Y entonces salgo al pasillo y entro en la cocina y subo al piso de arriba y miro por la cristalera de la terraza buscando el resorte para que todo vuelva a ponerse en marcha.

No hemos discutido ni una sola vez, no ha habido ningún reproche. Es como si hubiera entrado en mi vida con la misión de que todo sea fácil.

... y la niña yonki a veces me lee por las noches lo que escribo durante el día. Y se pregunta si yo soy el mismo hombre que el personaje de mi novela. A veces la sorprendo mirándome como si me estudiara y entonces soy yo quien se pregunta si ella no será, en realidad, un personaje de mi vida.

martes, 11 de enero de 2011

Ha(blog)durías




Me prometí a mí mismo que no volvería a pensar, pero si hay algo en lo que persevero es en incumplir mis promesas. Hoy ha sido un día especialmente difícil, hoy me he enfrentado al bicho y el bicho ha ido a por el alma de quienes más quiero, de quienes más me quieren. El bicho saber dónde morderme, el bicho lo sabe todo de mí, ha probado mi sangre y se ha vuelto adicto a su sabor; si de algo estoy seguro es que cree que mi sangre le pertenece y que yo... yo sólo soy el imbécil que se empeña en ponerle las cosas difíciles.

Sin embargo lo que no sabe es que hoy he comprendido, que entre ayer y hoy he comprendido de qué estoy hecho y no me ha gustado nada. Hoy sé que estoy relleno de mantequilla por dentro, que me fundo al calor de unas palabras, que no estoy hecho para convivir entre otros seres humanos. Lo que él podría considerar como un triunfo, yo he decidido que sea su muerte, comprender es empezar a hacer, entender es empezar a vivir.

Sinceramente, no sé cómo he llegado hasta este estadio de mi vida. No sé cómo he llegado a acumular tanta tensión, tanta ponzoña, no sé cómo todo este veneno se ha ido acumulando, día tras día, y que se desborda en cuanto el bicho sacude al hombre que soy, la sombra del hombre que soy.

Si pudiera volver diez años atrás no cambiaría nada, quizá un par de decisiones, tal vez apostaría por leer más, por escribir más, por dar alas a todo eso que soy pero en lo que no creo. Si pudiera volver diez años quizá no abriría este blog de esta forma, o sí, no sé, para que tú me leyeras.

Cuando me pregunto qué clase de hombre soy no puedo dejar de preguntar si realmente soy un hombre o sigo estando en un estado de transición, dentro de una crisálida tardía de la que esperan demasiado en crecerme las alas.

La novela se detuvo el viernes y ahí se ha quedado, estancada en mis inseguridades, digiriendo la película de Iñárritu, tomando un nuevo rumbo con palabras viejas y acentos nuevos. Me quedo quieto y perplejo con demasiada frecuencia. Quiero decir que en esta incapacidad de no amar es donde encuentro mi perdición y mi desesperación. Si hay algo con lo que no puedo es con las ausencias de los seres queridos. Me mata. Me deshace como un castillo de arena, me quema como un sol del que no puedo esconderme.

Llevo mal demasiadas cosas y doy gracias por otras tantas que pudiendo parecer una desgracia acabarán siendo una gran suerte.

He apostado por la soledad cuando no sé estar solo, como aposté por ser ingeniero cuando yo siempre fui de letras. Nunca me escucho, nunca rectifico, debería quejarme a mí mismo, pedirme el libro de reclamaciones y llenarlo de arriba a abajo, no dejar ni un espacio en blanco.

Tú lo sabes, lo sabes desde hace mucho tiempo. Sabes que no podré quererte porque neceisto quererte, sabes que no tendré otra opción que creer en ti y eso te asusta. Te asustaste, confiésalo, cuando quisiste llamarme y no lo hiciste, cuando buscaste entre tus libros uno que me cambiara mi fatalidad por una brizna de optimismo.

No importa ahora. Está bien así. Está bien esta distancia, está bien que sólo pienses en mí muy de vez en cuando.

Y mientras, seguiré con estas letras, tal vez vuelva a ver la pelicula de Bardem y se me desencalle la novela. Quizá escriba con esta fuerza que me lleva como el viento llevaba la bolsa de plástico en American Beauty.

Recuerda sin embargo, que no soy aquello que escribo. Soy un hombre que no se ha acostumbrado a caminar siempre al borde del abismo y que está solo para evitar que los que se le acerquen acaben sufriendo y me dejen por imposible. Estoy solo porque no quiero hacer daño a nadie a quien quiera.

Puedes pensar que soy inasible y tendrás razón, pero piensa que si decides dar el paso y te quedas a mi lado será como vivir en un país de lobos-puercoespines. Nadie se queda a vivir en un lugar así.

Y aún no sé por qué te echo de menos.

Te juro que no lo sé.

Ya sabes que esto va por ti, aunque nada lo indique tú sabes que es así.

lunes, 10 de enero de 2011

Biutiful



Hay películas que son como lugares en los que, una vez has estado en ellos, no puedes volver a ser el mismo.

Tenía que llegar el día en el que despertara de mi sueño. El día en el que quejarse ya no fuera una opción.

La vida de Uxbal y la mía tienen caminos muy distintos pero mi realidad está a un solo paso de él... las cuentas pendientes... ¿qué sería de los que tienes a tu alrededor sin ti? ¿El futuro de alguien puede depender de ti? ¿De quien depende mi futuro? ¿Dónde está la salida cuando crees que no hay salida?

La amistad, la camaradería, el bien y el mal (y todo lo contrario).

Hay historias que son como lugares... de los que no se vuelve ya nunca con la misma inocencia.

Estrellas fugaces


Si no escribiera no te hubiera conocido. Si un día, pronto hará tres años, no hubiese abierto esta sucursal de ese alma que creo que habita en el hombre que soy, tú no me conocerías, o tal vez sí me conocerías pero no habría despertado en ti ningún interés. Es extraño el azar.

A veces me siento viejo, tanto que juraría a quien fuese que estuve en la llanura de Gizeh cuando era un solar donde los chacales se escondían del riguros verano. A veces me siento tan viejo que diría que recuerdo que tuve una mascota dinosauria que se alimentaba de sueños. De todos estos siglos que pasaron sólo me quedas tú. Es decir, me quedarías tú si te tuviera.

Hacer el amor (o follar) convocando a una estrella fugaz sobre tu vientre. O dos. O tres... De tu piel de desierto me hice viajero, en tus ojos, cada día de un color distinto, me sumergí hasta la locura, hasta que me faltó el aire en los pulmones y me nacieron flores en la boca, flores blancas de burbujas blancas, acendiendo hacia el cielo, quedándose a vivir allí formando galaxias.

Si tu piel era desierto, tu voz era el susurro del viento. Nunca supe si las voces que empecé a escuchar dentro de mi cabeza eran todas una sola, todas me llamaban por mi nombre y te nombraban, marcaban mi destino, eran oráculo y verdugo, eran la sabiduría del templo de la sabiduría y eran caprichosas como una niña consentida, todo en uno, ángel y demonio, delincuente habitual y juez cruel y estricto, en una de esas, me perdí para siempre. Me perdí para encontrarte. Te encontré, te fuiste, me llamabas por teléfono desde una pertinaz distancia, sé que nunca te tendré del todo, si tu piel es desierto, tu cuerpo (y tu alma) se escurren entre mis dedos como arena.

Ahora sólo soy un viajero, ciego, sordo, mudo, manco, cojo, pobre, loco... Un hombre ha de estar loco, ha de vencer y vencerse, ha de ser capaz de hacer lo que los demás tildan de estupidez y hacerlo arriesgando la vida como si de ello dependiera no sólo él sino toda su estirpe. Un hombre ha de ser valiente en lo que cree, un hombre ha de ser el hombre más estúpido que puedan creer que es y el mejor compañero de sí mismo que pueda soñar tener. Yo, soy viajero de ti y por ti, aunque no te lo creas, aunque se borren mis huellas sobre tu piel, aun cuando las estrellas fugaces ya no surquen tu vientre... después de ti, me quedará errar por el mundo o buscar la muerte en el mostrador de una farmacia, dicen que si pones atención oyes como si las olas del mar se ralentizaran, es como si el mundo se durmiera, se detuviera el viento...

Sé que hoy en día es una estupidez creer en el alguien sin embargo yo creo en ti. Creo en ti aun cuando no te salgan los planes, aunque no pueda tenerte, aunque tengas hijos con otro, aunque te des cuenta de que somos agua y arena, fuego y madera, aunque dios se beba el universo como quien se termina una copa y sólo deje un redondel sobre el mármol del tiempo.

viernes, 7 de enero de 2011

La velocidad de las letras invertidas.


Hoy estoy seco. No sé qué me pasa. Estoy encasquillado con la novela, En la biblioteca hace calor, demasiado calor y yo intento adaptar varios párrafos a la historia, párrafos que no soy capaz de adaptar. Sin embargo hoy he sido capaz de cerrar el inicio y creo que me ha quedado bien. Para ser una novela negra creo que he sido capaz de darle el toque preciso de intriga. Me ha costado casi dos años cerrar este incio y creo que por fin lo he logrado.

Enlazar ese inicio con el resto de la novela, sin embargo, me está costando, tal vez estoy intentando aprovechar algo que no se puede aprovechar.O tal vez estoy en esa parte difícil de la creación de expectativas. Introducir al protagonista y a ella no es nada fácil mientras empiezo a trenzar la trama. Todo puede quedar bien atado o,por el contrario, quedar confuso. No sé. El resto está bien, creo que el resto tendrá sentido si soy capaz de ajustar esto que estoy escribiendo ahora. Divago. Mi vida es pura divagación. Ahora mismo tengo ganas de tenerlo todo acabado. No sé. Hoy me han dicho algo... no sé, hoy he hecho una entrada y no la he publicado porque me hacía mucho daño, la realidad, mi realidad es algo sucia y mezquina, a veces creo que soy un impostor. Un impostor que os lleva enganñando durante los últimos tres años.

¿Realmente la tendré acabada para finales de mes?

jueves, 6 de enero de 2011

Vídeo: Nena Daconte - El aleph



Hoy no me va a salir nada bueno, así que prefiero no escribir nada.

martes, 4 de enero de 2011

El hombre de la edad de piedra


Me dice "Oye, ¿tú eres gay?" y me quedo de petrificado.

"Que no te haya arramblado encima de la mesa y después de arrancarte la ropa te haya hecho aullar como no lo habías hecho nunca antes no significa que sea gay" le digo algo molesto."Quizá sea que estamos en una biblioteca pública y tú y yo nos conozcamos desde hace una semana".

"Perdona, pero es que los hombres sensibles y guapos sois todos gays" dice sonriendo.

"¡Que no lo soy! ¿Y de dónde has sacado eso de que soy guapo? Si mi vecina cuando se emborracha y empieza a gritar de madrugada dice ¡vecino, adefesio, tu chica te la pegaba con el del primero! como si fuera un hooligan" le digo con una dignidad alquilada.

"Vale, no eres guapo, pero eres sensible" me dice.

"Vete a cagar" le digo.

Hay algo en su mirada que me recuerda a una actriz porno de la que me enamoré hace no mucho tiempo. La perdí para siempre uno de esos días en los que, funcionándome el ordenador como una rueda cuadrada, eliminé el porno, desinstalé el Ares y me di una semana de recato y buenas intenciones. La mierda es que el Ares es gratuito.
Y yo débil.

Llevo una semana sin quitármela de encima. Me preguntó que qué hacía y le dije que escribía una novela. Decir eso y convertirme en su objeto de interés diario fue todo uno. Yo me arrepentí al cabo de cinco milisegundos de acabar de pronunciar la palabra "novela" pero ya era demasiado tarde. Me habla de Proust, de Zweig, de Joyce, de Dostoievski... y le digo que no los he leído y ella no se lo cree, pero es verdad, no los he leído. Ella cree que se lo digo porque considero que tiene poco nivel y no quiero perder el tiempo. A mí me da un poco de grima ese portento de niña. Me dice que quiere leer algo mío y yo le digo que ni de coña.

Cuanto más desagradable soy más insiste en leer algo mío, cuanto más insiste más largas le doy, cuanto más largas le doy más ajustado se viste.

"Mira niña, debo llevarte por lo menos veinte años, te doblo la edad y tú has leído con más criterio que yo, te juro que soy poco menos que un idiota con un ordendor y si escribo es porque pagué cursos y cursos en el Ateneu barcelonés y algo se me debió pegar. Ni me publicarán esto que escribo ni soy escritor ni deberían interesarte los maduritos que van de sobrados y hablando con jovencitas" le digo enfadado.

"¿Has hecho el curso de narrativa en el ateneu barcelonés?" me pregunta.

"Y los de novela" le respondo.

"A mí no me admitieron" dice con pena.

"Es normal, eres muy joven" le digo "no es que hagan distinciones, pero siempre fui con personas algo mayores" le miento.

"Oye madurito idiota, si me dejas leer algo de lo que estás escribiendo y es tan malo como dices seguro que te dejo en paz" me dijo ayer sarcásticamente.

Y lo hice, cogí veinte páginas al azar, hice un corta-pega y se lo envié por mail.

Esta mañana no ha venido. Por un lado me he sentido aliviado y por otro la he echado de menos. Reviso lo que le envié por si fuera demasiado malo, una cosa es que diga que vaya tío menos interesante y otra que piense que soy algo así como un retradado mental. Uno tiene su dignidad.

Mierda.

"Te juro que me has dejado sin palabras" me dice acercándoseme por detrás y susurrándome al oído.

"Verás, elegí el texto al azar y al azar hay que vigilarlo y controlarlo un poquito porque parece que tiene voluntad propia" le digo mientras le señalo el vestíbulo, me levanto de mi silla y vamos hacia allí.

"Lo de la parte donde el protagonista, por cierto ¿cómo se llama? se mete en la cama con María no está nada mal, vale que tengo las hormonas alteradas pero me puse como las cabras, de veras, pero me gustó el resto. Escribes distinto, no pude dejar de leer ni un solo momento, provocas que el lector quiera saber más y más..."

"No tiene nombre" le digo "el protagonista no tiene nombre, ni la ciudad tiene nombre, ni ella tampoco lo tiene. Eso forma parte de la historia, eso forma parte de todo, incluso tú formas parte de ella".

"Quiero leer más, cincuenta páginas más y te dejaré en paz"

"Ya, pero yo no quiero que me dejes en paz" pienso para mí mismo. "No hay trato" le digo. Me mira triste, decepcionada, quizá me esté pasando de desagradable, quizá debería dejarle leer esas cincuenta páginas que siguen a las veinte que le dejé.

Me imagino que se seinte discriminada por su edad, una edad a la que a la inteligencia no se mide con justicia. Sé que soy un sentimental de mierda y que la estoy cagando del todo pero le digo "Vale, cincuenta páginas más".

"Ahora" me dice. (Jodida niña yonki)

Y ahí está, en otra mesa, leyendo y lenvantando la vista de vez en cuando, seria. Ha perdido la alegría. Creo que me está empezando a tomar en serio. No hay nada peor que alguien con quien te reías empiece a tomarte en serio.

Se recuesta en el respaldo de su silla y me mira, ha acabado de leer. Le aguanto la mirada. Permanecemos así un rato, la biblioteca está llena y la gente se da cuenta de que nos estamos retando.

Cierro la sesión del ordenador, me pongo el abrigo y bajo a la calle. Al rato sale ella.

"El protagonista y María acaban juntos ¿verdad?" pregunta sin mirarme.

"Aún no lo sé" le respondo, no me atrevo a mirarla, sé que ahora ella sí está pendiente de que yo añada algo más.

"Creo que es inevitable" dice.

domingo, 2 de enero de 2011

LA infinita luz


Llamó por teléfono. Es mentira eso de que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Me felicitó el año nuevo con un "todos los analistas dicen que este 2011 va a ser mucho peor que el 2010" y a mí me empezaron a temblar las piernas, me pregunté si se refería sólo a la economía y ella sonrió desde el otro lado del hilo telefónico (sé que lo hizo) y adelantándose a mis pensamientos me dijo que, en cambio, me tendría a su lado, quisiera yo o no, y que eso quizá no me ayudara como yo necesitaba pero al menos contaría con menos tiempo para pensar en tonterías.

Yo me pregunté si era consciente de que yo no podía darle casi nada a cambio, que yo sólo me tenía a mí mismo y una constante caída hacia un abismo de intereses bancarios e ingresos paupérrimos, que mi vida era la de un fracasado de cine independiente americano y que, tras mi mirada vidriosa, había un niño decepcionado y un adulto misántropo, herido dos veces en el mismo sitio y por el mismo arma. Alguien en construcción tras dos terremotos en tres años, un país pobre, con el solo ideal de sobrevivir.

L. es para mí como la Cruz Roja es para Haití, una promesa de que no estoy del todo solo, a pesar de que no pueda llegar prácticamente a ninguna parte porque mi vida es sólo mía y salir de ésta me corresponde a mí.

Podría decir que L. lo está pasando peor que yo, y es precisamente esa fuerza la que me sorprende, la fuerza de sus convicciones, me sorprende y me avergüenza porque yo hace tiempo que encontré deshechas las mías como esos papeles que uno encuentra en el bolsillo del pantalón recién salido de la lavadora. Como ya he dicho, llevo demasiados años en la subsistencia y he sentido grandes decepciones que me han llevado a este estado de hombre-corcho que sigue luchando por inercia, una inercia que cada día se ve más frenada por las circunstancias.

Sin embargo, sigo con la novela, ya casi estoy por la mitad reescrita, me gusta el tono pero no sé si tendrá cabida o salida comercial. No me voy a engañar, lo que quiero es que se venda y me aporte un dinero que necesito. LA historia está bien y espero que llegue, sin embargo hoy en día escribiría otra novela distinta y en otro tono. Las circunstancias mandan y creo que la historia engancha.

Sigo acabando los proyectos que me darán de comer este principio de año, no sé qué ocurrirá de aquí a final de febrero ni si llegará el día en el que no pueda más y los bancos se avalancen sobre mi piso. Si llegara ese día, si no lo he vendido antes o no he podido colocar la novela, no sé qué será de mí.

Hay quien pudiera estar cansado de este pesimismo de estos últimos meses, sinceramente, estoy agotado, lo tiraría todo por la borda pero no lo voy a hacer. Hay días en los que lo haría. Pero entonces, recuerdo que hay tanta belleza en el mundo... y hay personas a las que quiero tanto...

... y a veces recibo correos extraordinarios, o hablo con personas queridas, me enfrento al reto de encontrar una motivación extra, porque a pesar de todo, la vida es lo que uno hace con ella y yo... yo hace tiempo que decidí que mi vida iba a tener buenos momentos y que éstos llegarían tarde o temprano, aunque ahora no los pueda ni intuir.