lunes, 7 de noviembre de 2011

Sushi envenenado


El tiempo es una máquina imprecisa, últimamente funciona a saltos, el tiempo se detiene y, de repente, avanza unos meses de golpe, sin previo aviso. Lo que ocurre es que ahora soy más vulnerable a los golpes del tiempo, entre otras cosas porque me he ido convirtiendo en un oráculo demasiado experto en leer los posos de las intenciones de los que me rodean. Hoy el muelle se ha soltado empujando meses de fortuna hacia el abismo, crónica de una traición anunciada, las voces de los muertos y los vivos ya me lo advirtieron, la codicia pesa más que la lealtad, en un plan premeditado el destino ha sido, otra vez, un maestro del disfraz conmigo.

Me vuelvo a preguntar lo mismo: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y a veces encuentro la respuesta pero luego, tengo la estúpida idea de que el ser humano es bueno y alguien se ha empeñado en demostrarme todo lo contrario, que el hombre es un lobo para el hombre, y además siempre está hambriento. Esto varía mis perspectivas futuras, mucho. Las varía todas, las etiqueta, las embolsa, las encaja, las entierra. Lo que no ha hecho la crisis lo ha hecho mi confianza. Y es un hecho: todo lo que sale por la boca deja de pertenecerle a uno y pasa, como por arte de magia, a pertenecer a quien se lo quiera apropiar. Por eso, y para que no quede en una tierra de lobos se creó la propiedad intelectual, pero... me queda algo más qué decir... ¿cómo puedes confiar en alguien en quien sabes que no debes confiar? ¿Qué nos lleva a creer que somos tan especiales que con nosotros tendrán la lealtad que con otros no tuvieron?

Me la han clavado con el timo de "o ahora o nunca", es decir, "me tengo que ir de viaje y tengo que llevarme información para que podamos dar a conocer la tecnología" y ¡zas! la historia de siempre... La codicia, la basura humana, quien dice ser espiritual como cebo, la máscara, la sombra donde habitan el miedo y el rencor, luces interiores que alumbran una incapacidad para desear algo bueno para los demás. Leía el otro día que hemos perdido nuestra animalidad como especie. Todos hemos visto a un perro jugándose la vida por sacar a otro perro herido del medio de una autopista, a una mamá cochina amamantar a otro animal junto a sus gorrinos, a una leona que no puede tener cachorros adoptar a un bebé antílope, hemos visto cosas que difieren de la ley de la selva. Pero nosotros ni siquiera estamos en la selva, ni tan siquiera vivimos en la escasez.

Soy un idiota que nunca aprende. En serio, un tonto Simón. Así que yo a lo mío, sigo siendo consciente de que lo que tengo entre manos es algo muy bueno y que es, en definitiva, mi granito de arena, mi aportación al mundo. Y el precio que tengo que pagar es el que es, pero también recibo algo a cambio: el día que aparezca alguien en quien de veras pueda confiar, lo valoraré como un tesoro, una piedra preciosa, agua en medio del desierto.

Como a la musa en la infame soledad de otra noche de insomnio.

2 comentarios:

Nada más importa dijo...

Me pasa lo mismo en cuanto a que me siento cada vez más y más vulnerable al tiempo, más fácil de manipular por él, o mejor dicho más expuesta a que este me haga sentir mal.
No encuentro el porque exactamente, y pienso que puede ser la edad, que a medida que uno crece todo se torna muy distinto y lo que nos pasa se hace más y más profundo y nos preocupa muchísimo.
Siento que el tiempo no solo golpea con su paso, sino cuando se mantiene detenido constante o también cuando se olvida de nosotros y sigue su propio curso.

Un grano de arena que aportes al mundo es decir demasiado, y que digo demasiado!, en realidad es decir y hacer mucho!. Algunos pasamos por la vida sin que nadie se entere, o sin proyectarnos en nada ni en nadie, y eso, amigo, te digo que es muy horrible.

No sos el único "idiota que nunca aprende", porque quien escribe este comentario se siente de la misma manera. Son pocas las veces en que la conformidad conmigo misma se hace presente y lo olvido, pero sino (la mayoría del tiempo), pienso de la misma forma en que vos te describiste.

Por último, la noche, el insomnio y la soledad que siempre suele acompañar a ese tipo de momentos, causan una inspiración inmenza.
(a veces hasta logran que saquemos todo lo que jamás decimos)

Espera a la primavera, B... dijo...

Creer en el tiempo es una locura, Nada, es como creer en un dios que renuncia a conquistar el destino. El tiempo es el gran tirano, el alambre por el que caminamos sobre (y sin saberlo hacia) el abismo.

¿Qué es un grano de arena sino la forma más grande a lo que puede aspirar lo invisible? Son lo mismo si no se convierten en algo más grande, por eso somos algo cuando nos juntamos miles de granos y hacemos, aunque sea efímero, un castillo con nuestros sueños. Deberían obligarnos a soñar, debería ser delito creer sólo en lo que se puede comprar con dinero.

El insomnio es la esperanza de que termine todo, es esperar a que algo o alguien proclame la gran tregua del sueño. De la esperanza nace todo, allí se encuentran musas... de pequeño me iba pronto a la cama ¡para poder soñar despierto antes de irme a dormir! ¡tenía tanta imaginación!

Ahora todo es distinto, pero no duele, el umbral del dolor es algo digno de estudiarse, no el del dolor físico, que muchos torturadores ya se han dedicado a ello con la excusa científica, sino del dolor de la incomprensión de la propia existencia. El insomnio tiene que ver mucho con eso, con esa locura de estar vivo sin saber el porqué, semejante a la locura del tiempo, porque Nada, el tiempo es la gran locura, creer en él lo más loco que aceptamos.

Un beso

Toni