viernes, 1 de julio de 2011

Días azules y amarillos, naranjas, a veces noto la densidad del aire a tu alrededor cuando veo alguna fotografía tuya


La voz de tu voz en mi voz, las altas horas de la madrugada, un gota de rocío (o sudor) recorriéndote la espalda. No era necesario el fuego lento de la luz de las velas que encendiste, no era necesaria la fría mañana de la despedida.

Alguna vez conoceré el secreto de cómo el sol incide en tus ojos para darles ese reflejo único e indescriptible. No me moriré sin saber, te lo promento, cómo y para qué se encienden como antorchas las esferas cristalinas de tus ojos sin que se prendan tus pestañas, no sé cómo podía arder mi alma y ahogarse al mismo tiempo, en el cielo-infierno de aquel verano desde el que ya no soy el mismo hombre, como si un hechizo me hubiera robado el alma y desde entonces flotara, dentro de una botella, en algún mar desordenado, a merced de contracorrientes, de que una ballena me engulla o de que una red errante o rota me lleve en su interior para siempre.

El caso es que ayer alguien me dijo que la inociencia ya no se le supone a nadie más allá de los cuarenta y que ya no es posible cambiar de piel como las serpientes sin el necesario veneno, que sólo se puede odiar con la intensidad con la que se ha amado, que odiamos porque nos desnudamos, que la verdad es un país en guerra, que es mejor vivir sabiendo que podemos morir en cualquier esquina y a cualquier hora y que, a veces, uno pierde de vista la realidad de que el sol incide de igual modo en todas las pupilas del mundo y que somos nosotros, como observadores, quienes nos rociamos con gasolina a lo bonzo dispuestos a que una chispa nos condene a una felicidad efímera. Nunca olvides que todo tiene un precio y cuanto más pujes más grande es el premio y mayor la decepción.

Porque uno invierte, puja, apuesta, todo lo aprendido, lo humano que estaba destinado a ser, lo divino que nunca hubiera sido; uno se alquila con derecho a cocina y zonas comunes, se da como se dona la mitad de la paga extra a Médicos Sin Fronteras; uno lo pierde todo para ganar todo lo del otro, que gana lo tuyo y te lo da a ti hasta que se olvida qué es de cada uno, como ese tenedor que no casa en el cajón de los cubiertos y que no sabes cómo llegó hasta allí ni quién pudo creerse su dueño.

Y a partir de una edad indeterminada uno se vuelve más conservador, deja de regalar y guarda para el día de mañana, no se sabe muy bien qué, a sabiendas que la vida no se gasta por el uso, que la vida es un grifo siempre abierto bajo el que ponemos las manos haciendo un cuenco en el que no caben ni el amor ni los planes a más de un año...

... y a veces uno da por perdido lo perdido.

Y otras se pierde en el intento de retener lo que no existe... o no existió.

4 comentarios:

Daltvila dijo...

Exactamente, el odio es directamente proporcional al amor y el amor es más grande cuanto más pieles te arrancaste para dejar al descubierto tus tejidos internos e, incluso, tus órganos vitales quedaron al aire. Pero el cuerpo humano es muy sabio y ni siquiera tu corazón, órgano vital por excelencia, queda mutilado, tarde o pronto el cerebro (el amor está en la cabeza, insisto) se busca las herramientas para protegerlo y mimarlo de nuevo, aunque te resistas.

Anónimo dijo...

La foto me encanta. Mi madre tenía una agenda-calendario idéntica a la de la foto.

Si me lo permites... No estoy de acuerdo con eso que te dijeron ayer. Quien te lo dijo, supongo, habla siempre con frases hechas y topicazos. Yo huyo de todo eso.

A mi modo de ver, es como si esa persona, con esas palabras, hubiera querido aplicar en ti un manual de autoayuda y creer que éste tiene las claves universales para pensar que a ti te puede ayudar, que se te puede aplicar a tu persona.

Me ha gustado esta entrada. Porque me recuerda a un gran poeta y favorito mío. Aquí me recuerdas a Pedro Salinas en "La voz a ti debida".

Tu hablas de cosas existenciales, como por ejemplo el AMOR.
El amor es completamente existencial. En el caso de Pedro Salinas él lo que nos dice en este poemario ("La voz a ti debida") es que antes que surgiera el amor no existía nada. Este libro pasa del aún al ya, pero solo cuando el tú lo ordena. Un poco le pasa igual a tu blog, a muchos de tus escritos.

Para representar la historia del amor, utiliza una reiteración del sí. Hay también una matización temporal, hay un presente constante y un instante que aprovechar. Para plasmar esta matización vuelve a utilizar la reiteración, pero, en este caso, del hoy, porque produce una seguridad momentánea. Y ahí también te veo yo como si fueras el discípulo aventajado del gran poeta y como sí el, directamente, te hubiera transmitido sus enseñanzas, que luego tú plasmas en este blog.

Salinas es un poeta que utiliza muchos adverbios (afirmación, negación, lugar, tiempo, cantidad...), como utilizando la afirmación del sí, por eso al leerte esa misma impresión me transmites tú muchas veces.

Espera a la primavera, B... dijo...

Datvila, pero el cerebro no olvida...

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias, Amber, por tu extenso y acertado comentario.

Quizá con quien hablé es demasiado simple e intenta ayudarme como puede.

Gran atrevimiento compararme con un gran poeta, a mí, que si me conocieras pensarías todo lo contrario.

Agradezco que me dediques tan sabias palabras.

Un abrazo