martes, 19 de julio de 2011

Apocalípsis total



Si vuestra sensibilidad os gobierna ruego desistáis de seguir leyendo esta crónica de cómo yo, Antonio de las Cuevas, conquisté Jerusalem con un sólo hombre y desde la Condal villa de Barcelona. Tendré a bien si son cautos al conocer los hechos y entenderé que no los crean de alguien como yo porque ¿qué son las crónicas sino un relato infame en las que el protagonista ejerce algún poder sobre el cronista? Es una pregunta retórica. En fin, paso a relatar los hechos como de verdad sucedieron.

Estaba yo visitando la Condal villa de Barcelona, era primavera y gozaba la ciudad del encanto de las avenidas abaldosadas de tullidos y limosneros para asegurar la salvación de los barceloneses; dios, en su infinita sabiduría había derramado gracias divinas por los barrios de pescadores en forma de brasileñas en tanga y argentinos e italianos con gafas de sol a la última. Se respiraba paz y la brisa movía las hojas de los plataneros de la Gran Vía de les Corts Catalanes acariciando con su rumor la piel dura como la de un rinoceronte de una Barcelona que, ensimismada y mirándose el ombligo, horadaba los bolsillos de turistas achancletadamente felices de vivir Gaudí pon un módico precio.

Ocurrió que acudí a una fonda regentada por infieles. ¡Ah, si lo hubiera sabido! A alguien cristiano como yo, que se mantiene puro y lleva diez meses alejado del contacto con el agua o el jabón, era de esperar que aquellos hijos de la noche le tuvieran preparada una trampa y, acechados tras su ladina sonrisa me ofrecieron una comida no cristiana a base de verduras, cuando es bien sabido que es nociva para la fortaleza de espíritu, la fe y todo eso.

Bebí el mejunge llamado Gazpacho, probablemente hipnotizado y repetí como veinte veces ya que su porfía no tenía límites. Bufett libre lo llamaban. Yo bufé nada más salir del establecimiento y sonando por Passeig de Gracia como una calabaza llena de agua me dirigí al suburbano y metropolitano transporte ferroviario. Cuando sin venir a cuento y de entre las sombras (raro porque eran la hora tercia de la tarde), un hijo de Barrabás me abrazó por la espalda a la altura del ombligo al grito de "ya te tengo". Confirmé que la autoridad estuviera cerca de mí para elevar una protesta urbana pero resultó que quien me tenía asín cogido era su representante más distinguido: el ex-alcalde.

_ Caballero, confundióse _ le dije mientras decía para mis adentros_ este gañán quiere facerme doncella.
_ No, no confundíme _ me dijo.
_ Noble señor, soltáme_ le dije sudando.
_ No soltallo quiero_ respondió apretando más fuerte._ Vos sois quien apedrea el buen nombre de esta ciudad.

Quizá fuera verdad pero eso no importaba en ese instante. La presión de su abrazo despertó al demonio que se había introducido en mí a través del Gazpacho y el bicho gritó como loco y se puso a buscar una salida de mí pues se había dado cuenta de que habitaba un cuerpo virtuoso y puro. Y el demonio abandonó mi cuerpo con gran estruendo de exorcismo, varios ángeles se asomaron desde las nubes para ver tal grandeza, algún diablo asomó levantando la tapa de alguna alcantarilla, vibraron los vidrios, se partió y precipitó alguna gárgola de la catedral, descarriló el metro, despertó de su sueño el funcionario de la estación de detección de terremotos de Tokio.

El demonio quedó atrapado entre el ex-alcaide y yo, y con gran fuerza luchó por desprenderse del contacto con nuestros cristianos cuerpos. Al virtuoso buenhombre se le resbalaron las manos agarradas a los antebrazos opuestos. La deflagración se oyó a dos días de camino en burro (unos sesenta kilómetros) y el ex-alcaide salió disparado hacia atrás con gran ímpetu, agitando brazos y piernas, volando a treinta centímetros del suelo por las Ramblas rumbo al puerto. A la altura del Gran Teatre del Liceu rompió la barrera del sonido y al acabársele la tierra firme prosiguió su camino rebotantdo sobre el mar como una piedra plana sobre la superficie de un río, alejándose mar adentro, despidiéndose como un mártir frente a un destino incierto (blafemando a grito pelao), se cruzó de brazos y piernas y siguió rebotando sobre sus posaderas hasta que se le perdió de vista.

Chamuscado y aturdido, con las hojas de los árboles lloviendo sobre los asombrados turistas (y en ese mismo momento desprendidos de sus bolsas repletas de denarios por silenciosos y amables carteristas), me dirigí al puesto de socorro más cercano y les relaté los hechos causando gran interés y alborozo, hasta que el gran archiduque de Bomberos llegó y dijo "ya basta de cachondeo. Y usted, vístase y a su casa". Acabaría aquí la crónica si no fuera por dos hechos aparentemente aislados que de aislados tienen lo que yo de cuerdo.

Uno. Varias horas después del suceso, el galeón "Los Chunguitos III" de bandera de conveniencia boliviana y que transportaba incienso y mirra hundióse rápidamente. Interrogada la tripulación, un marinero relató que vió acercarse una piedra gigantesca rebotando sobre el agua y que venía diciendo "apartarsus", colisionó contra el casco del galeón por estribor y salió por el otro lado susurrando "vaya hostia me he dao" siguiendo con su rebote sobre las aguas.

Dos. Dos días después del suceso, en Jerusalem, un extraño vendabal asoló la explanada del templo y algo se incrustó en el muro que queda del palacio del Salomón. Desde dentro del cráter se oían lamentos. Los allí presentes empezaron a orar frente al muro de las lamentaciones, tradición que aún se conserva.

Ruego aprecien esta rigurosa (y algo escatológica) crónica y liguen cabos, apreciando la buena cosa que es ser un buen cristiano. Espero que después de este relato no me entreguen a las autoridades.

En sus manos quedo.

A D L C


PS: DEdicado a mi musa Monica Bellucci, a quien siempre llevo en mi pensamiento (y en un dispositivo atado a mi tobillo que pitaría como un salvaje si me acercara a menos de quinientos metros de ella.)

8 comentarios:

Maeve dijo...

Adorable :)

Daltvila dijo...

No sé si darte las gracias o no.
Como no lo tengo claro haré las dos cosas:

1.- Gracias por regresar a Gurb, eres un sol. Me encanta y lo ubico perfectamente por Barna. Le tengo mucho cariño a Barcelona desde que viví allí un tiempo. Por aquel entonces me leí todos los libros de Eduardo Mendoza en el metro y en el tren y a punto estuvieron de tirarme alguna vez por el escándalo público de mis carcajadas ¡Te aseguro que trataba de controlarme y ser discreta!

2.- Uhmmm! ¡De manera que Monica Beluchi!
¿ "Ella" era Monica B..!
En fin, haré como que no lo he leido. Podrías haber puesto que la musa era yo, total, qué te costaba.

Un abrazo y espero que vaya bien tu semana

Anónimo dijo...

???????? tengo fiebre... estoy flipando.... jajajaja.... me ha encantado... será la fiebre?

Daltvila dijo...

¿Hay alguien ahí?

He empezado a leerme tu blog por los cimientos. Me recuerdas un poco a mí, ahora. Me gusta muchísimo. Leído de tirón tiene muchísima fuerza, está vivo a pesar de su título. Seguiré leyéndolo poco a poco, ya castigo bastante la vista con mi trabajo y esta incómoda pantalla (prefiero mil millones de veces el papel). Sería fantástico poder tenerlo algún día en formato papel con un audiovisual para los videos, intercalados cronológicamente.

Espera a la primavera, B... dijo...

Ay, Cuenco... maldito demonio chiringuitero...

Espera a la primavera, B... dijo...

Monica Bellucci es mi musa desde que me la encontré de cara en un ascensor en un hotel de Milán y me sonrió (o me dió un paraguazo, ahora no lo recuerdo). El caso es que desde entonces, mi alma le pertenece; es como haber firmado un contrato con el diablo (que el diablo se niega a firmar, ahora que lo pienso).

Espera a la primavera, B... dijo...

Probablemente sea la fiebre, Anónimo, es más, despertarás de tu delirio y no recordarás nada... en cuanto chasque los dedos...

Chas!

Espera a la primavera, B... dijo...

No sé si es buena idea leer mi blog desde el principio, aunque sea poco a poco.

Puede irritar las neuronas, provocar mareos y convocar al diablo.