miércoles, 1 de junio de 2011

Maldita lluvia


Hoy he amanecido alborotado como la noche y diluviado como el suelo de mi barrio, que hoy se desperezó fresco y limpio como las fotos que me mandaste en tu correo. Imaginé tu cara detrás de la cámara y la imaginé sonriendo como si la foto te la fueran a hacer a ti. Sé que tus días son mejores de lo que hubieran sido conmigo. Lo sé por las sonrisas y lo sé porque te sigo queriendo. De otra forma menos egoísta, debe ser que maduro y madurar tiene mucho que ver con esperar menos.

Hoy me he quedado en casa, alborotado como el asiento de atrás de mi coche, como los cristales de mi corazón empañados por el vaho del deseo y desde el que, si escuchas con atención, puedes oír repicar las gotas de lluvia sobre su capó metálico.

Y he salido a ver a un cliente y luego he regresado. Y al llegar a casa, entre el comedor y las ganas de verte, me he perdido en las distancias, encerrado en esta burbuja de aire de paredes venenosas como la piel de las medusas, me he perdido de nuevo en la cámara aislante de los muros de esta cárcel, encerrado conmigo mismo y con esto caliente y pesado que me envuelve, esto que es como un nido de avispas que revolotean como palabras creando imágenes que me impiden vivir del todo, a medio gas por tu autopista, dejando a un lado el contacto directo con el mundo y eludiendo esa conversación que debería tener conmigo mismo.

Hacía días que las cosas iban bien pero empecé a dormir menos y a sentir que tengo ganas de encajarme en tu hueco, que se inunda con la lluvia, esta lluvia de ayer, por ejemplo, que habla en morse un trabalenguas de lluvia en el que se cuela tu nombre con otro nombre.

Hoy he repasado el relieve de tus días con la yema de mis dedos, acariciándolos como si fuera tu piel y he pensado que quizá debería dejar de añorarte. Y te juro que lo he intentado. Te juro que he intentado dejar de quererte u odiarte, de pensar en cómo la lluvia caerá sobre tu calle, he intentado olvidarte para dejar espacio en mi vida para mí mismo, pero entonces he pensado que mi vida sin ti me viene grande.

Y que eres feliz porque no estoy yo.

Y que lo mejor es esto.


A veces tengo la sensación de que la gente es feliz conmigo, pero mucho más feliz sin mí, cuando ya no estoy.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Decirte que a mí me encanta la lluvía. Y ese repicar, bien en las lunas y capó de un coche como verla chocar contra los ventanales de un café con encanto, en un barrio con charme de Barcelona mientras me tomo un aperitivo de Campari, y bien cargadito. En compañía de alguien muy estimado y admirado. Mientras "deconstruímos" el mundo y hablamos de lo humano y de lo divino.

Muy bonita la entrada, ¡sí señor!

Ámber
P. D.: Sin ánimo de enrollarme mucho más, que ya parezco una persiana, me gusta mucho lo que últimamente vas publicando. Palabras bellas que acompañan a bellas imágenes. Y me gusta, a la gente nos gusta, porque este mundo está deseo por empaparas de belleza... Tus letras recientes son muy bonitas y tiernas.

Bobby Coke dijo...

Las palabras suficientes para no saber qué decir. Te sigo!

hécuba dijo...

Las personas que están a tu alrededor son afortunadas, Toni, sean felices o no. Pero son afortunadas por tenerte ahí.

Espera a la primavera, B... dijo...

Amber, gracias por volver.

Espera a la primavera, B... dijo...

Siempre se dice algo, aunque sea con el silencio.

Espera a la primavera, B... dijo...

No son afortunadas, Hécuba, de veras. Ni te imaginas lo desastre que soy.

hécuba dijo...

A mí no me lo pareces.