martes, 26 de abril de 2011

Tortilla para desayunar.


Me llama Ana desde su móvil. Me dice que pasará cerca de donde vivo y que si me apetece hacer un café.

_ ¿Cuánto tardarías? _ le pregunto.

_ Estoy debajo de tu casa_ me responde.

_ Entonces sube_ le digo _ nos lo tomamos en la terraza.

_ Necesito ver gente.

Que Ana me diga que necesita ver gente es difícil de entender. No es la persona más sociable del mundo, le gusta pasear y caminar por el campo, siempre que nos hemos visto nos hemos sentado en la hierba. Así que me extraña. La única explicación es que no quiere quedarse a solas conmigo.

Bajo en un minuto. Abro la puerta y distingo su silueta dentro de un coche blanco, de esos a los que se les retrae el techo para convertirlos en descapotable. Me sonríe con esa magia que siempre se creó entre nosotros al vernos. Cuando la veo después de mucho tiempo me da un vuelco el corazón a la altura del estómago, es decir, se me llena el cuerpo de mariposas amarillas. Sé que a ella también le ocurre lo mismo. Lo sé porque me lo dijo. Me lo dijo cuando ya se había casado, cuando yo ya había desaparecido de su vida.

_ Hola Toni_ me dice dándome un beso dulce en la mejilla.

_ Hola Ana. Ésta es la mejor forma de empezar la semana. Me ha sorprendido que estés tan lejos de tu casa a estas horas_. Hay algo eléctrico en el ambiente, como si el aire estuviese cargado del exceso de energía de cada uno.

_ Salí temprano de casa. Quería verte.

No supe qué decir. Lo había supuesto. No tenía que pasar cerca de donde yo vivo. No hay nada cerca que ella pueda hacer por aquí. Ha recorrido más de cien kilómetros para estar a la puerta de mi casa a las nueve de la mañana. Me pregunto qué será lo que me ha venido a contar pero no se lo digo aún. Nos quedamos como dos idiotas, mirándonos, sin saber qué decir.

_ Conozco un sitio que hacen tortilla francesa con miel_ le digo.

_ Llévame a donde tú quieras_ contesta con otra vez esa sonrisa.

Si hay algo que Ana tiene es la luz de la que se enamoran los artistas. Si algo que persigue y perseguirá a Ana es el deseo de los hombres y la incomprensión de las mujeres. Nunca sabré el porqué de eso que despierta. A mí me dan ganas de hacerla reír, con ella soy yo mismo, siempre hemos pensado que somos iguales. Por dentro somos iguales. No sé si eso es lo mismo que el deseo, en cualquier caso es otra clase de deseo. Nunca supimos que nos llevó a querernos ni yo nunca sabré el porqué pensé que estaría mejor sin mí. Sólo sé que me partí el corazón al rompérselo a ella. A veces tengo demasiado miedo a que se vayan las personas a las que amo. Porque entonces las odio. Quizá lo que no quería es que llegara un día a odiarla.

_ He dejado a C. _ me dice mientras conduce bajo mis indicaciones.

_ ¿Cuándo? _ le pregunto.

_ La semana pasada_ me contesta cambiando de marcha.

_ ¿Algún motivo en especial?

_ ¿Existe un motivo vulgar para querer separarte de tu marido? Nunca lo quise, Toni. Sólo me dejé llevar por la inercia, por la casa de la playa, por los viajes. Pero con la persona equivocada al lado. No quise casarme con él. Accedí a casarme con él.

_ C. siempre te ha querido. De veras que lo siento por los dos. Bueno, en realidad no sé qué sentir. Nunca le caí bien a C. y él tampoco a mí. Nunca me gustó cómo te trataba.

_ No necesito nada de lo que me da. La vida que llevo me aburre, así que cambio. Me mudo a Barcelona, con mis padres hasta que encuentre algo que me guste, que sienta que es mi hogar.

Llegamos a la pastelería, aparcamos, pedimos dos cafés con leche y dos bocadillos de tortilla con pan de semillas.

_ ¿Cómo están tus gatos?_ me pregunta

_ Grandes y gordos. Comen y duermen. Con el paso de los años se han ido haciendo más cariñosos y más cascarrabias.

_ ¿Quién? ¿Ulises cascarrabias? (se ríe) pero si es como un peluche.

_ Penélope se deja tocar, es más, viene a pedirme caricias. Es increíble el cambio que ha dado.

_ Bueno, así somos las mujeres ¿no crees?

_ Supongo que nadie es igual a nadie. Ni las mujeres ni los hombres.

_ ¿Tú estás con alguien?_ me pregunta un poco más seria, como temiendo una respuesta.

_ No_ le digo

_ ¿Y aquella chica con la que...?

_ Me pasó lo de siempre. Parece que después de que tú y yo lo dejáramos me persigue una especie de justicia divina.

_ Ahora ya sabes lo que es que te dejen por otro con quien sabes que no va a tener ni la mitad de lo que tenía contigo_ dice con un deje de amargura.

_ Si has hecho un pacto con el diablo para hacerme sufrir, en vista de los resultados has tenido que darle algo más que tu alma_ le digo mientras sonrío.

_ Sí, la promesa de que tú también acabarás vendiéndole tu alma.

Comemos en un silencio de esos que nunca se nos hicieron incómodos. A decir verdad, hace mucho tiempo que no me siento tan bien.

_ Me ha gustado que vienieras_ le digo.

_ Quería verte. No te imaginas la de veces que he reprimido las ganas de venir a verte.

_ Nos vimos hace un año_ le dije.

_ Sí. Fue entonces cuando me di cuenta de que no hacía nada con C. Ya lo sabía, pero empecé a preguntarme si iba a renunciar a vivir y sentir. Entonces no sé cómo pasó pero conocí a otra persona.

Se me heló la sangre.

_ Y me hizo sentir distinta a como me había sentido estos últimos años junto a C. No sé cómo explicarlo pero fue así. No me separo de C. por él. Lo habría acabado haciendo tarde o temprano.

_ Me alegro_ mentí. Se me trabaron las palabras en la garganta. De alguna manera intuía que algo se rompía entre nosotros. Hasta hoy había intuído que yo era el hombre de su vida y dentro de mí siempre existió la fantasía de que algún día volveríamos a estar juntos. No sabía cómo, pero los sueños no tienen cómos.

_ Temía que no te alegraras por mí, Toni.

Pensé que el pacto que había hecho con el diablo en contra mía había ido demasiado lejos. Pensé en si todos estos años no fueron, en realidad, consecuencia de un error mayor de lo que yo suponía; que cuando uno es joven es preso de un sentimiento de onmipotencia que te hace creer que lo mejor está por llegar.

Ana se fue en su descapotable blanco con la misma sonrisa con la que llegó. Yo me quedé con la sensación de repetir la misma historia una vez más y pensé que quizá me lo tuviera merecido y al diablo le había puesto las cosas demasiado fáciles.

Luego llegué a mi casa y estuve escribiendo una oferta de una depuradora para el sur. Me acordé de aquellas vacaciones que nunca hicimos a Cádiz y de las tarde que pasamos en el centro de Sevilla. Y en que el presente es lo único que tenemos y es demasiado valioso como para jugárnoslo por un futuro incierto. En el que te pueden salir las cosas bien o tener que reinventarte de nuevo.

Tal vez pensé que las cosas eran mejor así.

Tal vez creí que, como a Ana, lo mejor estaba por llegar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Jajajajajaj! Tú tortilla, yo no... Yo coulant de chocolat, delicioso, como la vida misma... A nadie nos amarga un dulce, ¿no te parece?

Para chuparse los deditos.

Muásssss,

Amber

Espera a la primavera, B... dijo...

En cualquier caso los dos hemos dejado algo dulce para alguien querido ¿no?