domingo, 16 de enero de 2011

de las palabras (o en ausencia de ellas)


El tiempo transcurre rápido pero a un ritmo lento dentro de estas cuatro paredes. Imagino que los fines de semana nos llevan a estar más tiempo en la cama a cambio de que el día sea más corto, de ser esclavo de un compromiso de mediodía o de película por la tarde, de ir al cine, de... preparar las cosas para mañana por la mañana, de llamar a los padres y preguntar cómo están, de pensar "otro fin de semana que no ordené la habitación desordenada..."

La niña yonqui se fue a estudiar a otra parte, y entonces me di cuenta de que no había dejando nada en mi casa, que ni unas braguitas en los cajones, ni un libro con alguna página con una esquina doblda, sólo hay un cepillo de dientes rojo, un champú con olor a albaricoque y comida extraña en la nevera. No me ha llamado en todo el día, lo peor de estar solo es acostumbrarse a una compañía.

Ayer por la mañana fui a hacer recados por el barrio, noté que un chico me seguía a cierta distancia, me esperó a la salida cuando entré en el Eroski y cuando fui a la farmacia; luego me siguió de nuevo a casa. No parecía peligroso. Era alto, mucho más alto que yo, iba vestido con ropa oscura, debe de ser un amigo de la niña yonki, puede que algo más que un amigo, puede que lo dejara por mí culpa o puede que me esté volviendo loco.

No, no me estoy volviendo loco. Intuyo algo, algo que me va a doler, no sabría muy bien explicarlo pero sé que las cosas son así y que probablemente sólo me esté observando; sin odiarme. Y sé que no me odia porque no sabe odiar aún como yo sí se odiar. Hoy no estaba, hoy debe de estar estudiando para los exámenes, si puede concentrarse lo hará. Tiene todo el futuro por delante, no como yo; yo ante mí sólo tengo un océano infinito en el que tarde o temprano me hundiré con toda la carga. Me pregunto qué estoy haciendo y sólo puedo responderme que me estoy dejando llevar...

Hay algo que me ocurre desde hace algunos años, algo de lo que, poco a poco, me he ido dando cuenta. En cuanto empiezo a querer a una mujer, en cuanto empiezo a querer lo mejor para ella, inmediatamente tengo la certeza que yo no soy lo mejor, quiero decir que, por una parte sí sé que en otras circunstancias lo sería, ya lo creo que lo sería, pero sé que voy a tardar mucho tiempo en estar en condiciones de hacer lo que hacen las personas que no arrastran todo esto.

A veces pienso qué podría hacer para quitarme una parte de todo lo que debo. Y no lo sé.

A veces fantaseo con que la novela me dará esa oportunidad, a veces creo que encontraré esa oportunidad en una depuradora o en una serie de proyectos... pero no acabo de verlo, soy lo que se diría un mal partido. Te puedo hacer reír hasta que te duela la barriga, puedo hacerte soñar con mis palabras pero no podremos ir a cenar un sábado, no tendremos vacaciones, será como vivir en una cárcel sin barrotes. No le echo la culpa a la crisis, quizá no esté exprimiendo todo lo que puedo dar de mí. Quizá sea eso, no sé.

Niña yonki acaba de llamar. Fría, escueta, ocultándome algo tras su tono de voz menos jovial que el miércoles. Nunca estoy seguro de si la verdad es lo mejor o si, por el contrario, lo es callar aquello que no se quiere que se sepa. No sé qué suelo hacer en estos casos cuando me ocurre a mí.

Niña yonki ha vuelto a llamar, parece que me ha leído el pensamiento. El chico de ayer se llama Jorge.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Espera a la primavera,

Creo que lo que te sucedió fue que te despertaste y sentiste
las caricias -- en tu alma-- de la despeinasueños (léase "niña yonki").

Ella te dijo:

"Eres un hombre hecho...y deshecho por la ferocidad de lo vivido."

Y mientras tú, con ojos nuevos de niño, la ibas mirando y te ibas mirando las manos.

Y hoy te reconoces en tu espejo particular pensando que tienes todo el tiempo por ganar.

Y le dijiste a ella (a la "jodida niña yonki):

"Encanto, soy uno de esos que no le buscan a todo la ganancia".

Y esa sentencia es igual que un hambre que vale millones de hombres.

Cruzas, entonces, la puerta y vas al encuentro de y con quienes quieres fundar una historia o varias, sin nombres, tu historia.

N. B.: Esto es lo único que se me ocurre al leer estos últimos relatos tuyos, estas realidades tuyas. Debe de ser producto y consecuencia exclusiva de mi "deformación" profesional.

Saludos de la Letrada,

Amber

Espera a la primavera, B... dijo...

No sé, Amber, quizá me deje llevar con demasiada facilidad, quizá sólo sea que soy un pésimo optimista y haya perdido la esperanza de tener una vida más o menos ordenada.

Mi vida es una estación de trenes que llegan y parten, como la estación Central de Milano, grande y repleta de gente, pero con una sensación de vacío dos metros sobre el suelo.

No me importa, quiero decir que no es una tragedia, en realidad a veces creo que el mundo se va convirtiendo en algo así. No sé si estoy desperdiciando mi vida, lo que sí sé es que voy conociendo personas que mercen la pena ser conocidas, que viajan en vagones hacia otros destinos, que yo soy como esa ciudad con encanto a la que vas de vacaciones y en la que te gustaría vivir si no tuvieras ya tu hogar en otra.

Ciudad de vacaciones. Hombre-andén, de transbordo.

Anónimo dijo...

Y tras leer tu respuesta a tu comentario, que por cierto, no veo que desde ayer nadie más te haya comentado (o, quizás, no los hayas publicado), te digo lo que por ahí cuentan, lo que por ahí dicen...:

Quienes son auténticos viajeros sólo tienen un billete de ida. Y puede que tú hace tiempo que no hayas vuelto... (a ser el que era).

Manos afiladas que partieron de viaje y salieron de tu pecho, arando vías de tren que no has vuelto a recorrer, pero de las que siempre vienes. En tus dos manos equipaje, cuatro ojos y media sonrisa calada entre el hambre y la espalda.

Nunca dejes de ver que 'lo esencial es invisible a los ojos', este será mi último y único consejo.

Saludos y un vagón cargado de ilusión materializable.

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias por tus sabios consejos pero no me digas que es el último, me gustan los consejos aunque no siempre les haga caso.

Besos

ana dijo...

Te lo diría todo
pero un puñado de angustias han poblado las tejas.
No debería andar sin tacones, pero
el miedo me obliga a ir descalza. Quédate por lo menos
con alguna señal del camino, siempre podrás volver. Podré utilizar
diferentes estrategias, mas siempre vuelvo a ti
cuando miro hacia fuera y veo salpicados los tejados. Y todo quedará
en eso, en unas horas de desconsuelo frente a un papel reciclado.

Espera a la primavera, B... dijo...

Gracias Ana por tus sentidas palabras... siempre se puede decir todo y de todas las formas posibles, da igual si la angustia pueblan las tejas o si todo ha de quedar suspendido en papel y tiempo.

Patty dijo...

Hola

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Exitos
Tania

Ernesto Pérez Vallejo dijo...

Que manera mas desgarradora de desnudarse, dices muchas verdades que amí también me ocurren sobreto hay un parrafo que lo he pensado un millón de veces aunque no lo hubiera expresado tan bien.

Un abrazo, y suerte Toni.

Hoba W. dijo...

Me pierdo, toni...

Espera a la primavera, B... dijo...

Viniendo de ti es un gran halago.

A veces vivimos entre la esperanza y la gran debacle y en medio sólo nos queda la perplejidad ante hechos y actitudes que en otras circunstancias no nos corresponderían.

Espera a la primavera, B... dijo...

Hoba, es que si me siguieras te tendría que pedir que me llevaras de la mano y me sacaras de donde quiera que esté. Perdido.