domingo, 10 de octubre de 2010

Voy a la feria del Cava y me regalan dos cervezas



Esta mañana me levanto y cojo el coche y me voy a Sant Sadurní d´Anoia. Llueve (y cuando aparco, milagrosamente cerca del centro, llueve de cojones). Llevo paraguas y lo despliego con elegancia, una mujer mayor me mira y me sonríe cuando paso a su lado.

En la entrada venden tickets para que te pongas ciego a probar cava, vino, lo que sea. Me encaro a la chica (no debe tener aún ni los dieciocho) de los tickets y le pregunto que si tiene una lista de expositores, que yo, en realidad he venido por trabajo.

Es domingo, me dice ella. No creo que la hayan contratado por sus habilidades sociales sino por esos ojos increíblemente verdes y su cara bonita. Me repatea la gente que consigue cosas sólo por ser algo más guapos que el resto. La seduzco como yo sólo sé hacer, tengo cara de buen tipo, sonrío de medio lado, la involucro en una convesación intrascendente, ella me mira como si en lugar de alma tuviera un palo de escoba, no sonríe hasta que le digo que yo sólo he venido desde tan lejos para conocerla, que a mí el cava no me acaba de gustar, además conduzco y no quiero pasar controles de alcoholemia. Me dice que su hermano es mosso de esquadra, es ahí cuando sonríe, que hija de p... Me indica dónde encontrar información de verdad porque ella sólo vende tickets. Vamos, que me larga con viento fresco.

Paseo entre la lluvia y los stands de bodegas, encuentro la información a través de otro punto de venta de tickets donde una mujer de mi edad y embarazada se apiada de mí y de mi patético deambular entre azafatas mendigando un poco de atención. Me da la información mientras se acaricia la barriga y de paso el móvil que lleva colgado del cuello. La seduzco con mi cara de buen tipo y mi sonrisa de medio lado. Se me queda mirando como quien está viendo un extraterrestre y me dice "vamos, lo que me faltaba". Me larga con viento fresco (y húmedo porque cada vez llueve más).

Me doy una vuelta y otra y otra. Al salir, un stand paupérrimo me llama la atención. Cerveza de elaboración propia. Me acerco y un chico de mi estatura y algo más joven me atiende con timidez, no tiene bolsas ni cambio. Concluyo que a éste tampoco le hacen caso las azafatas. Me regala las cervezas cuando el extiendo un billete de 50,00 €, aunque puede que en realidad haya dicho "un momento, voy a por cambio" antes de desaparecer.

Tengo que volver por aquí, me digo. Al salir de la feria la chica de los ojos verdes me mira pasar y me da a entender que se acuerda de mí, esboza un sonrisa. Yo también le sonrío y levanto las dos cervezas que llevo en la mano. Se ríe, le dice algo a su compañera y su compañera me mira divertida.

Llego al coche y me subo. Pongo en marcha el motor y salgo en dirección a mi casa. Me digo que cuando llegue, haré una foto como prueba del delito. Cervezas Maüser, tengo que volver a este pueblo, me vuelvo a repetir.

Sigue lloviendo, el camino a casa se me hace corto.

1 comentario:

Albert dijo...

Me alegro que al fin i al cabo el dia saliera más o menos bien. Soy el chico de las dos Cervezas Maüser, ese dia con tanta lluvia se nos mojaron las bolsas (de papel) que teniamos especiales para la cerveza i por eso no pude darte ninguna, i por lo del canvio... aveces es mejor regalar i obtener un poco de felicidad que cobrar i seguir indiferentes. Me ha echo ilusión ver tu escrito, si nunca vuelves por este pueblo no dudes en visitar nuestra bodega, las puertas estarán abiertas i una cerveza siempre te espera.

Hasta pronto.