lunes, 5 de abril de 2010

Lunes de Pascua


Me levanto tarde. En los lunes de Pascua de mi niñez ocurría todo lo contrario. Toda la familia, es decir, mis padres, mi hermana, mis tíos, mis tías y mis primos inaugurábamos la temporada de "vamos a salir al campo a que les de aire fresco a los niños y de paso recreamos las romerías de nuestro añorado pueblo". Entonces salíamos casi siempre a la orilla de un río llamado el Gaià a su paso por un lugar llamado Esblada. Mi niñez está ligada a ese río donde mi padre pescaba barbos y hacíamos carne a la brasa cuando todavía se podía hacer una fogata en el monte. Mi niñez es de aquellas que se recrean en las ramas de los árboles, que saben lo que es robar almendras y manzanas al payés casi siempre inducido por la mano negra de mi primo Juan, mucho más activo que yo, yo; siempre fui de los de eso no es mío, no tengo hambre, pa qué voy a subirme al árbol para luego coger un empacho... claro, al principio. Luego mi animal recolector salía para decir... "y esta para luego".


Los lunes de Pascua salíamos a comer la mona al campo (supongo que sabréis que la mona es un pastel sobre el que colocan figuras de chocolate, generalmente un huevo pero ahora ya es cualquier cosa... este año el rey es Bob esponja) Recuerdo que los lunes de Pascua eran la incertidumbre de si volverías con el balón o si este año tambié lo colgarías en la copa de una encina, se lo llevaría el río o lo perderías entre la maleza. Lo cierto es que casi siembre nos mojábamos los pies en el río, sobre sus cantos rodados, pasábamos de un lado a otro sobre un puente de cuarenta centímetros de ancho, hecho de madera, cada año más vieja y sin barandillas. ¿Cuántas veces mi primo fue a parar al río? no sé ¿cuántas flores tiene la primavera? pues eso: incontables.


Justo al lado del río había una masía en ruinas. Una casa con cobertizo, bajo el cual plantábamos el coche y poníamos la mesa hasta que a alguien se le ocurrió que si estaba en ruinas cualquier día el techo se podía venir abajo, a pesar de su buena apariencia. Viví una infancia de "no te alejes mucho" pero con la tolerancia de pasar dos o tres horas a tu aire descubriendo cosas, una infancia de lunes de pascua y de barbacoas interminables, de volver rendido a casa, de vuelta a casa en un seat 127 que había estado al sol todo el día y los plásticos interiores habían sublimado de estado sólido a gaseoso con el correspondiente olor peculiar por no decir tan asqueroso que te garantizaba un mareo seguro. Crecí con las coplas del radiocassette, con los chistes de Arévalo, con las canciones de la Trinca, con una hermana siete años mayor que ya pasaba de todo y lo que quería era salir con sus amigos.


Viví una infancia extraña, siempre ví a mis padres como más niños que yo, el otro día, en la cena de ex-alumnos Anna Muñoz me dijo que yo siempre fui adulto, desde que con nueve años me conoció me tuvo por alguien mucho más maduro que incluso los profesores. Sentí una mezcla de alegría y tristeza. Alegría porque por fin alguien me reconocía mi cualidad y tristeza porque no quise (o no tuve la oportunidad) de saber ser niño.


Imagino que algo de eso me pasa. Por una parte tengo la sensación de que no quiero crecer para no tomar más responsabilidades que no me tocan. Por otra parte tomo más responsabilidades de las que puede afrontar un solo hombre sin que nadie le ayude. Tal vez es lo que puede sentir un niño estresado ante el tener que tomar decisiones acerca de todo. No sé. Creo que me estoy haciendo un lío.


Lo que si es cierto es que hoy, lunes de Pascua, me quedaré en casa, iré a comer a casa de mis padres, volveré después a mi casa y ordenaré, imprimiré, acabaré planos y que eso... eso no es lo que imaginaba que sería mi vida aquellas tardes de primavera en Esblada cuando jugaba a fútbol o a cualquier otra cosa. O quizá era tan adulto entonces que deseaba con todas mis fuerzas que llegara este día de fiesta y oficina. Quizá todo esté mezclado como la ropa en la lavadora justo antes de centrifugar y estos días sirvan para poner en orden la desordenada vida, dejar que el balón se vaya aguas abajo como un hecho irremediable, pensar en hacer una u otra cosa tras responderme a la pregunta de que haría si fuese aquel niño adulto.


Me gustaría pensar que aún puedo creer en la magia y que puedo dar un giro a mi vida en cualquier momento.


Leo el libro que Concha me dedicó y me faltan las palabras... quizá porque habla de la educación y de las generaciones que están por venir. Quizá sea que al mismo tiempo estoy leyendo a Eric Berne y encuentro mi estado del yo NIÑO allí esperándome para que cambie las cosas. Cambiar las cosas... he ordenado la oficina y he ordenado la habitación de los trastos. A veces uno tiene que cambiar cosas fuera para cambiarlas dentro y viceversa.


Sé que cuando me lees ves a una persona que probablemente no soy yo o que, por el contrario, soy yo del todo. Escribir es cumplir el deseo de escribir, de conectarme y conectarte.


Cuando me lees te estoy engañando porque soy lo que ves pero al mismo tiempo no soy lo que te vas a encontrar. Te encontrarás con el conflicto de lo que quiero ser y de lo que creo que debo ser.


Supongo que lo importante es preguntarse qué es lo que quiero ser sin acotarlo con límites sociales.


Y tú ¿qué quieres ser de mayor?



12 comentarios:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Yo, pequeña ;-)

Bonita entrada, y no es porque me hayas nombrado :-)

lunia dijo...

Yo plenamente feliz, alegre, despreocupada, libre... ahí es nada.

hécuba dijo...

yo de mayor lo único que quiero ser es yo.
Un beso, Bandini.

Espera a la primavera, B... dijo...

Concha, somos pequeños. Tú y yo somos pequeñiiiiitos. ;-)

Espera a la primavera, B... dijo...

Lunia, si tu supieras qué cerca tienes todo eso...

Espera a la primavera, B... dijo...

Quizá hayas elegido el camino más difícil. Ser uno mismo entraña peligros de los que nadie puede advertir. Cuentas, sin embargo, con una ventaja: te sabes tus mapas con los ojos cerrados. Feliz regreso.

hécuba dijo...

Pero incluso sabiendo mis mapas me pierdo con frecuencia.

Espera a la primavera, B... dijo...

maldito gps!!!

Gata dijo...

Yo alguien que no se canse un huevo por caminar dos horas en la montaña ;P
¿cómo estás cosita? ;)) espero que mejor.
besitos de vuelta

Gata dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
PazzaP dijo...

Yo de mayor quiero ser como esa anciana contorsionista de unas entradas más abajo.

Espera a la primavera, B... dijo...

La anciana contorsonista me deja perplejo.