lunes, 19 de abril de 2010

El niño guisante


Le pregunto al polvo si era esto lo que me venía anunciando desde hace meses. El polvo, bueno sus motas, suspendidas e invisibles, me hablan tan despacio que probablemente me contesten dentro de dos o tres años. Su respuesta será ambigua, como siempre, ni si ni no, quizá un tal vez, puede que sólo se encoja de hombros. El polvo sobrevivirá al tiempo, ya lo veréis.


Pienso en todo las cosas que he hecho, en todo lo que empecé porque creí que eso me convertiría en hombre. Viajé miles de kilómetros en busca de fortuna sin hallarla, hablé con otros que antes que yo se convirtieron en hombres, tomé decisiones temerarias e inicié negocios visionarios. ¿Qué queda ahora? No soy más hombre. Sólo soy yo más viejo, cuando tenía diez años ya era viejo y lo era porque sabía que saldría al mundo a convertirme en hombre y eso me asustaba. Me asusta lo desconocido, puede que no tenga diez años pero he de confesar que tengo miedo a no saber aún en qué consiste eso de ser adulto.


Amé. O eso creía. A mil mujeres, a cientos, o quizá tan sólo a una. Aprendí cosas que se suponen que sólo saben los buenos amantes, me deshice en mil sábanas que eran como un gran lienzo, supe qué susurrar y dónde clavar mis dientes, con qué caricias sueña la piel sin atreverse a pedirlas, qué sonido tiene el universo cuando se quiebra por la mitad. Quizá decir que amé es demasiado, quizá sólo quise, quizá sólo te he querido a tí, y tal vez fuiste la gran única esperanza de conocer qué es el amor, quizá ahí perdí el conocer que es ser de verdad un hombre.


A veces me siento como Simbad el marino, como Ulises, como Marco Polo. Me siento tentado de sentarme a contraluz y en los rayos que crea la persiana de mi habitación intentar atrapar una sola mota de polvo con los dedos, detener el tiempo en ese minúsculo instante y pedir el deseo de que no te fueras nunca.


Pero ya te has ido. Te fuiste antes de que te conociera, mucho antes de que yo no tuviera la certeza de que nunca sabré exactamente en qué consiste ser ese hombre del que todo el mundo habla y que interpreto como si fuera un personaje en una obra de teatro, un papel que improviso todos los días, desde que me levanto hasta que caigo agotado en un sueño que no repara nada, que sólo maquina estrategias para seguir sin ser descubierto.


Últimamente sospecho que entre querer ser hombre y dejar de ser un niño he dejado de ser uno y otro, que no tiene demasiado sentido irse y quedarse, sin llegar a partir ni construir un hogar. Es por eso que hace días que voy dejando miguitas de pan, no para encontrar el camino de vuelta sino para que encuentres tú el mío. Ya sé que no es fácil pero si te sirve de consuelo, yo moriría por encontrar el tuyo.


9 comentarios:

hécuba dijo...

Me gusta esta entrada, quizá porque empiezas preguntándole al polvo, quizás porque acabas dejando migas para que alguien las recoja.

Espera a la primavera, B... dijo...

Me gusta que te guste. No sé qué más decir, me faltan las palabras, no sé. Estoy vacío en este momento.

Rizar el rizo dijo...

El aire resignado de la mayoría de tus entradas me produce inquietud. Permíteme que me quede con esta frase "qué sonido tiene el universo cuando se quiebra por la mitad"

Muy bello

Olga Taravilla dijo...

¿porqué el niño guisante?

A mi me ha sugerido un cuento..

http://www.apuruguay.org/bup_pdf/bupVII-cubria.pd

¿eres el niño-guisante que al crecer se convierte en el guisante que desvela la verdad?

Espera a la primavera, B... dijo...

Rizzo, escribir me deja sacar la tristeza. La tristeza es como la pus del alma. Hay que dejarla salir para que no te envenene del todo.

Espera a la primavera, B... dijo...

Mucho menos interesante, olga. Quise escribir el niño gigante pero me salió guigante, lo cambié por guisante porque me recordaba a la canción de Love of lesbian y porque me sonaba bien, me sonaba a cuento.

Me gustan los cuentos.

Olga Taravilla dijo...

Pues interesante es el recorrido azaroso que te lleva al cuento.. del cual sale un título más evocador que el que tenías planeado.

Sara Royo dijo...

Y quién no busca su camino?

Olga Taravilla dijo...

No creo que exista un camino específicamente para cada persona. No se ha de buscar un camino, se ha de andar... por un paisaje recorriendo los caminos, caminitos y vericuetos que este nos ofrece...