sábado, 24 de abril de 2010

AQUEL INESPERADO NOVIEMBRE EN EL QUE CASI ME CARGO (SIN QUERER, ESO SÍ) YO SOLITO ESTE PLANETA o CÓMO RENUNCIÉ A SER EL ANTICRISTO o TODO... 1ª parte


Toda la noche sin dormir dando vueltas en la cama. Desde que te fuiste duermo poco, como demasiado, me persigue Hacienda por avalar tus facturas, cariño.

Es el tiempo el que agita mis persianas y no el viento. El viento no sabe llevarse nada, no quiere llevarse nada, no sopla, evita mi calle, lo veo mecer las hojas de los árboles de la gran avenida desde mi ventana como diciendo "te estoy esperando". Pero por mi calle no pasa. Al principio los vecinos lo comentaban como una curiosidad, luego empezaron a formarse corrillos en la puerta del supermercado, entre todos contrataron a un perito que determinase qué impedía al viento transitar por nuestra calle.

El perito hizo mediciones, buscó en el plan general de ordenación municipal el laberinto por el cual el viento discriminaba nuestra calle nº 15 y después de cobrar sus honorarios señaló un edificio dos calles más arriba que desviaba en su dirección natural cualquier corriente de aire. Dos años de lucha vecinal dieron por fin sus frutos y doce familias vieron como el edificio donde vivían era echado a bajo por los servicios municipales de Acoso y Derribo en una sola tarde, tarde en la que el alcalde inauguraba un nuevo centro cívico con equipamientos tan modernos que nadie sabía para qué servían y que nunca se usaron.

Pero el viento siguió sin pasar por mi calle. Fue entonces cuando mi vecina del primero primera, dios la tenga la primera de la lista para llevársela, reparó en mí y tomó por cierta la dudosa coincidencia de tu marcha de mi casa y la incomparecencia del viento a las tareas que le corresponden por el cargo que ocupa. Dos días después de que el perito apareciese boca abajo en la cuneta de la carretera que une nuestra ciudad con la capital, vino a visitarme a casa un comité de investigación ciudadana con una serie de preguntas (129 para ser más exactos) a las que respondí con indiferencia y sin invitarles a galletas ni nada de nada. El asunto de las galletas no hizo más que añadir un agravio más a la ya de por sí tensa calma con la que mis vecinos me obsequiaban a diario, haciendo turnos de vigilancia y siguiéndome a donde quiera que yo fuese.

(Se da el caso que tuve que viajar a Dubai por negocios y que hasta incluso allí me siguió una representación del comité de vigilancia ataviados con ropa que no llamase la atención, sombreros y gafas de sol; para más inri dio la fatal casualidad que reservaron los asientos adyacentes al mío por lo que nos pasamos todo el viaje haciendo como que no nos conocíamos, mirando hacia otra parte, hablando con acento mexicano para dirigirse a mí cuando era del todo imprescindible).

Cuando volví, el tema del no obsequio de galletas se había salido de madre y ya casi nadie se acordaba de que todo empezó por la extraña desaparición del viento. Nada más llegar (las maletas estaban aún sin abrir) un grupo de exaltados derribó la puerta de mi casa, me amenazaron con punzones, cuchillos y ¿¿tridentes?? mientras otra parte del grupo iba a la cocina, se apoderaban del bote de galletas y tras repartirlas entre todo el grupo de asaltantes se las comieron mirándome fijamente y en silencio. Luego se marcharon.

Hace días que todo ha vuelto a la normalidad. Mi vida transcurre entre las acusaciones veladas de brujería y mi trabajo como ingeniero químico. El viento me sigue a todas partes, divertido. Pero sigue sin pasar por mi calle. Y sin llevarse tu recuerdo.



PS: Desde mi ventana veo mi calle iluminada por decenas de antorchas que llegan hasta mi portal. Qué bonito.

PS2: Llaman a la puerta ¿quién será a estas horas?

1 comentario:

Rizar el rizo dijo...

Fascinante de verdad, muy atractiva y entretenida lectura