jueves, 3 de diciembre de 2009

Toda la verdad sobre la niebla


Dice el bicho que estoy hecho de mantequilla, que soy fácilmente cuestionable, que tengo el sabor que tiene la sangre cuando te muerdes demasiado fuerte el labio inferior, que soy una presa fácil, que no acaba conmigo porque para qué si no tengo escapatoria.

Dice el bicho que debería estar muerto de miedo, que durante la próxima luna nueva habrá cambios y más cambios y entre ellos uno que me hundirá para siempre en unas arenas movedizas eternas de poco más de un metro sesenta de profundidad "lo suficiente para que puedas respirar pero no puedas huir". Dice el bicho que ya se acerca el día y la noche en la que todo se desencadene, el día y la noche en la que todo (pasado y futuro) se convertirá en presente "un presente que no podrás soportar".

Sin embargo el bicho se queda callado cuando le pregunto si existe la posibilidad de que un todo esté hecho de infinitesimales todos, que la realidad no sea otra cosa que la superposición de miríadas de realidades. Ahí es donde el bicho me demuestra que tiene una pequeña debilidad. Y esa debilidad es mi esperanza. Esperanza de que exista una salida negociada, la esperanza de que tarde o temprano exista una fisura por donde las letras caigan en el cesto correcto y alguien, en algún lugar alejado, mire, lea, piense y diga "por aquí, toni, el camino es por aquí".

Entonces el bicho se enfurece y se restriega por las paredes de mi casa, abre y cierra las puertas, convoca a los otros demonios y se pasan la noche aullando por el barrio, viniéndome a ver cuando me saben dormido, inseguros y despiadados como una bandada de estorninos desorientados, deseosos de algo que no saber qué es ni dónde se encuentra.

Luego llega la mañana y la mañana es como un gran portalón que se abre y deja pasar la escarcha unos centímetros adentro que, tímida, no llega a penetrar del todo la oscuridad de mi alma. A veces, lo reconozco, pienso en ti y en la tibia dulzor de tu piel tan blanca, en el sabor a amapolas de tus labios amargos, pienso en tí y en esa forma tan triste que tienes de ser alegre y en esa forma tan niña de ser adulta. Entonces deseo estar a tu lado y agarrarme muy fuerte a tí, en un abrazo que me recuerda a ese cuadro que nunca recuerdo cómo se llama y en el que unos náufragos ven salir unos primeros rayos de sol entre las nubes.

Y sé que soy un boxeador que sólo pierde a los puntos, pero me cuesta tanto hacer puntos... A veces creo que sólo sé ganar con el crujir del aire, en las heridas abiertas, en las marcas en la piel del otro.


2 comentarios:

hécuba dijo...

Por aquí, toni, el camino es por aquí

:)

Espera a la primavera, B... dijo...

¿Por qué será todo tan complicadamente sencillo?