martes, 30 de septiembre de 2008

tu boca


He recorrido muchos kilómetros, he visto caerse el cielo en la tierra de Itaipú y he visto ponerse el sol por el este cerca de un lago. He visto peces que cambian de color si los tocas, delfines que lloran de amor y añoranza y que me condujeron a una gruta en el fondo del mar donde existe una burbuja de aire que tiene miles de millones de años y en la que conversé con una auténtica sirena y donde ésta me susurró al oído el nombre de la mujer que amaré sin ser correspondido y el nombre de la mujer que sí me corresponderá (y he extraviado sus nombres).
He adorado a un dios viviente y me ha abrasado con su mirada, me ha bendecido una diosa elefanta y he amado unas ruinas como si allí estuvieran mis más profundas raíces, a más de diez mil kilómetros de mi casa. He visto cosas que no se han de repetir jamás en lo que nos queda de Historia y otras que se repetirán hasta el fin de los tiempos y sin embargo...
... sin embargo me quedo con tu boca, con tu boca que quedo mientras tu boca sea tuya.

lunes, 29 de septiembre de 2008

¿Y ahora eres ladrona de bancos?


Llámame mañana, se me hace largo el día, la semana, la vida, sin tu voz de al otro lado. Ya sé que no me quieres y que no te importa que yo lo diera todo por ser el prestamista de tus besos. A cien por cien de interés... por cada uno que te dé, me tienes que devolver dos.

Pero llámame.

vídeo: Fito y los fitipaldis - Cerca de las vías

A veces sueño contigo


A veces me caigo y otras me levanto, cuando estoy en el suelo aprovecho para mirarte debajo de la falda, cuando me levanto te miro el escote, me gusta cuando me acaricias a fuego lento y me derriten tus dedos, eres lo mejor que aún me queda por conocer y lo mejor conocido.
Eres ese sueño del que siempre despierto y en el que me descuelgo por la ventana de tu casa una vez nos hemos visto boca a boca, cuerpo a cuerpo, ombligo contra ombligo. Desearte es lo mejor y lo peor que me ha pasado nunca... y sin embargo, no te consigo. Siempre te escapas, te veo alejarte, te das la vuelta y me dices adiós con la mano y luego echas a correr, probablemente, a los brazos de otro. Y yo me vuelvo a casa, dándole patadas a las piedras, diciéndole que no a todas las otras mujeres, sabiendo que si me perdieras acabarías dándote cuenta que no podemos vivir el uno sin el otro, ni el otro sin su todo.

Y no te imaginas lo cerca que me quedo de tus labios cuando al despedirnos nos damos dos besos, ni lo lejos que vas cuando te separas un metro. Ni lo mucho que deseo que llames al interfono una noche de éstas y me digas: me he dado cuenta que de muy de vez en cuando (es decir, casi siempre) te necesito.

Vídeo: Manu Chao - King of the Bongo

domingo, 28 de septiembre de 2008

Vídeo: Cómplices & Triana Heredia - Alegría de vivir

Para tí

alguien me observa


L.B. habla en un rincón con una sombra que se escapa con rapidez, se abre la claridad de una puerta y se vuelve a cerrar. No he visto quien es pero sé que L.B. y la sombra me observaban. L.B. sigue mirándome cuando la sombra se ha ido. No hay nada en sus ojos, sólo la ausencia de alma porque no se puede estar en esta fiesta y tener alma, es incompatible, como un gato hambriento y un ratón en la misma jaula. L.B. vuelve a la silla. El hijo de J... aún vive. Dos hombres se acercan y lo tumban en el suelo, llevan un maletín médico, lo salvarán, le arrancarán la muerte de su cuerpo inconsciente y acabarán por reconstruirle los signos vitales. No quieren un asesinato, no quieren una investigación, no quieren que en la poli alguien con ganas de obtener una medalla póstuma abra la puerta a los enemigos de Garr. No, no morirá. Volverá a vivir y soñará el insomnio de los golpes, su vida valdrá menos que nada porque nada podrá hacer por castigar a los culpables porque los culpables ya le han hecho entender que pueden convertir su vida en un infierno y ese infierno puede llegar a ser aún peor. Lo irán a visitar al hospital y le dirán que eso que le han hecho a él se lo pueden hacer a cualquiera a quien él ame. Y no se lo dirá cualquiera, se lo dirá el jefe de policía o el alcalde que, casualmente, están en la fiesta y que han observado el colpe y el huracán de sangre con ojos bovinos, sintiendo como un placer extraño y salvaje que les recorría el cuerpo. Un placer conocido porque son miembros antiguos, porque no hicieron ninguna objeción cuando Garr sentó al primer infeliz en la silla y lo reventó delante de sus ojos, porque saben que estar allí de forma anónima les confiere el poder que tienen, el poder que sólo Garr y el club les puede arrebatar.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

el golpe

Fue entonces cuando me dí cuenta de que Sansón había desaparecido. Pensé que al terminar el espectáculo me dedicaría una de sus miraditas, pero no estaba donde lo había visto por última vez y, en ese instante su ausencia se convirtió en un hueco frío a mi lado, en ese momento me sentí solo, como si la presencia de un enemigo concreto conjurara el miedo a estar solo en medio de la incertidumbre. De repente, pasé de dominar mi situación a sentirme inquieto acerca de lo siguiente que fuera a pasar. Sansón era mi guía en aquella fiesta, junto a él sabía que mi sitio estaba al lado de los que jugaban en casa.
L.B. empezó a dar vueltas alrededor de la silla de nuevo repitiendo el mismo ceremonial que antes de elegir al aspirante a miembro del club. Esta vez no me miró. Esta vez sabía exactamente lo que tenía que hacer. Le tendió el látigo en un gesto de invitación a un hombre de antifaz rojo. El único antifaz rojo de toda la fiesta: el hijo de J... Éste declinó la oferta. Ella insistió y volvió a decir que no. L.B. se le acercó y le dijo algo al oído. El hijo de J... se tambaleó, dudó y decició salir al centro del escenario, a la luz, para que todos lo vieran. L.B. repitió el ritual y lo esposó y lo ató. En ese momento, L.B. le quitó la máscara dejándole la cara al descubierto. El hijo de J... no se lo esperaba y se quedó convertido en estatua de sal. No creo que haya algo más humillante que te dejen con la cara al aire expuesta para que todos puedan verla, como un animal exótico o deforme en el centro de una pista de circo. Aquello le duró poco. Es más, podría decirse que fue el momento más plácido de lo que le quedaba por vivir esa noche. De la oscuridad apareció un engendro bestial, un hombre vestido con pantalones de cuero negros, botas militares y con una mácara negra, como un pasamontañas de cueron negro también. Llegó deprisa, apartando a la gente a un lado y aotro. Llevaba una maza en las manos. Cogió impulso y arremetió contra la cara del hijo de J..., que lo vio venir como el que ve que se le viene encima un camión que ha perdido los frenos. No pudo ni gritar, el grito se quedó en alguna parte entre su pecho y su garganta. El choque fue terrible, como aplastar una mosca contra la pared, los huesos de la cara estallaron en pedazos más pequeños que una mota de polvo. He visto cosas horribles, he visto a mucha gente morir pero nunca había visto nada igual. El cerebro aplastado del hijo de J... no debió de poder procesar la información de lo que sus ojos le decían que se le venía encima o sí lo hizo pero la descartó porque era imposible pensar en un impacto así hecho por otro ser humano a alguien indefenso. La piel de la cara hizo que los huesos no salieran disparados en todas direcciones. Los contuvo. Lo que no pudo contener fue la riada de sangre que siguió al golpe, fue como si se desbordara una presa, como si los huesos fueran el muro que no permitiera a la sangre correr a sus anchas. El verdugo se quedó quieto delante de su víctima, impasible. Entonces volvió la cabeza hacia donde yo estaba y me sonrió. Sansón, sin dejar de mirarme, le entregó la maza a L.B. cuyo rostro reflejaba una mezcla de asco y de incredulidad. Alguien, entre los presentes se demayó haciendo un ruido sordo al impactar contra el suelo. El hijo de J... respiraba como un pez, con los ojos muy abiertos, lanzando bocanadas con las que atrapar todo el oxígeno que que le faltaba a sus pulmones, con la cabeza echada hacia atrás y luego hacia adelante.
Ví a J... junto a Garr, mirando a su hijo sin poder reaccionar. Todo había pasado demasiado deprisa. Le fallaron las piernas al ir hacia el muchacho. Ni siquiera miró a Garr, no creo que en ese momento se diera cuenta de lo que había pasado y quién lo había ordenado. Sólo avanzó unos pasos y cayó de rodillas, quiso levantarse y apenas pudo. Sólo sabía que su hijo estaba moribundo

lunes, 22 de septiembre de 2008

Para empezar

La sala era, en realidad, dos salas unidas y que habitualmente separaban unos paneles de madera que podían retirarse deslizándolos sobre unos rieles. Los dos salones estaban a dos alturas diferentes y por tanto, habían unas escaleras de tres peldaños que salvaban ese desnivel. Sansón y yo estábamos en el salón de abajo. Las luces estaban apagadas excepto un potente foco que bajaba del techo y que iluminaba una silla. Los invitados se situaban alrededor de la silla a una distancia prudencial, como si la silla fuese un actor que, en cualquier momento pudiera empezar a recitar su monólogo. Otros invitados se habían subido al otro nivel y miraban desde allí. Estaba claro que todos esperaban algo y ese algo salió de entre ellos en forma de mujer. Llevaba la máscara, por supuesto, lencería de cuero negro, botas altas y una gorra de plato que imitaba a una gorra de oficial de las SS. En la mano llevaba un látigo y lo hizo restallar contra el suelo haciendo que los que estaban en aquella dirección dieran un imperceptible salto hacia atras. Empezó a dar vueltas alrededor de la silla con una cadencia lenta y chulesca y mirando a los invitados como el que va a comprar un esclavo. Aquello me dio risa. Maldita panda de imbéciles, dejarse engañar de aquella forma. Al pasar por donde yo estaba me miró. Yo la miré a ella y la reconocí. Era lady B. Sacudí la cabeza para darle a entender que para mí, que hiciera aquello, era rebajarse más de lo esperaba de ella. Ví odio en su mirada en respuesta e inmediatamente cogió a un hombre por el cuello de la camisa y lo sacó con furia hacia el centro del corro, haciéndole caer. Tenía que reconocer que la chica era fuerte, lanzó a un hombre de unos ochenta kilos como si fuera un fardo. Lo levantó del suelo y lo sentó en la silla. Le ató las muñecas con unas esposas y el resto del cuerpo a la silla con unas cuerdas que otra chica vestida de la misma forma que ella, le llevó. Luego siguió dando vueltas alrededor de la silla. El elegido parecía divertido, todos parecían dispuestos a pasar un rato agradable viendo un espectáculo suave de sado. Lady B. se detuvo su caminar en círculos y se puso delante de él. Le puso la suela de su bota en el pecho y lo empujó hacia atrás, la silla cedió y la víctima cayó de espaldas sin poder hacer nada para evitarlo. Se dió un buen golpe, tenía los brazos detrás del respaldo y fueron lo primero que tocaron el suelo. El hombre dió un grito de dolor. "¿Creías que habías venido aquí a divertirte?" le dijo lady B. agachándose y poniend su cara casi tocando a la del pobre infeliz. "¿Creías que entrar en este club era como hacerse el carnet del campo de golf?" y luego suavizando la voz "quizá hubiera sido mejor que te hubieras quedado en casa. Lo que viene ahora es demasiado para alguien como tú. Pero claro, ya te lo habrán advertido, aquí no eres nada, si no pasas por esto, si te rajas, estarás peor que muerto, porque nadie te hará caso, serás invisible para todos los que están aquí. Puedes marcharte ahora. Estoy deseando que lo hagas, esta mañana me he levantado con dolor de cabeza y cuando tengo dolor de cabeza me pasan dos cosas: me jode que me hagan trabajar y eso me pone de muy mal humor y lo segundo, pierdo el control. Así que, ya sabes, no es nada personal, quiero decir que me da igual si sobrevives o mueres, pero te doy la oportunidad de largarte". El hombre estaba atado a la silla y eso le daba un aspecto de feto. Dijo que había venido a lo que había venido. Pobre hombre. Debía pensar que le admitirían en aquel club privado de ricachones y que aquello le haría entrar en un mundo de posibilidades. Si lady B. y yo compartíamos algo era el desprecio hacia tipos como aquél. La respuesta no se hizo esperar. De la oscuridad salieron dos de los esbirros de Garr y levantaron la silla del suelo y la colocaron en vertical. Luego regresaron de nuevo a la oscuridad. Lady B. le dió unos azotes, le dió un par de latigazos de mentira, le bajó los pantalones y le acarició la polla hasta la erección. Luego salió la chica de las cuerdas y entre las dos se frotaron delante de él, una con otra, le masturbaron, se la chuparon y se fueron turnando para follárselo. Algo tan deprimente y artificial que hasta a mí me daban ganas de salir de allí. De vez en cuando Lady B. me miraba y yo le devolvía la cortesía con una sonrisa. Le debía de hervir la sangre. Cuando el infeliz se corrió, lo desataron y le quitaron las esposas, él se subió los pantalones y se fue al mismo sitio desde donde lo había arrastrado Lady B. Era la primera y última vez que lo invitaban al club y alguien se encargaría de decirle que mantuviera la boca cerrada. El espectáculo sado-maso era el que un don nadie se dejara hacer todo eso delante de gente para poder alcanzar un nivel social que no alcanzaría nunca por sus medios. El placer de los otros invitados no consistía en ver un espectáculo porno-light sino en la humillación a la que podía llegar un individuo para codearse con ellos. Y por eso, a partir de ese día, lo despreciarían aún más. Por eso, desde ese día, aquel desgraciado se había convertido en invisible, por eso y porque el muy idiota pensaría que había estado a punto de lograrlo y les insistiría durante unos meses, hasta que se diera cuenta de lo que había pasado, hasta que se entregara a la certeza de que pertenecía a una casta inferior en un mundo donde no sólo el dinero dice quien eres, un mundo de lobos donde no se admiten perros pastores.

Vídeo: Antònia Font - Batiscafo Katiuskas

domingo, 21 de septiembre de 2008

El silencio del fondo del mar


Se fue la sirena rebozada de arena, se le acababa el sueño del aire y el suelo, debía estar en casa de su padre a las doce y parecía muy seria mientras lo decía. Dijo adiós con la mano y dejó un rastro de purpurina en mis manos (yo le abracé por su cintura de escamas, fría como el resto de su cuerpo). Se fue diciendo que regresaría, se fue haciendo un sonido opaco al chapotear con su cola en el agua. Fue la última vez que la ví, de eso hará doscientos años. Fue un intercambio justo. Ella quería conocer el amor y yo quería la inmortalidad. Los dos podíamos darnos el uno al otro lo que tanto ansíabamos. Nos dimos un beso que sellara el pacto y cumplimos nuestras respectivas promesas. Luego se fue. La esperé pero después de un tiempo decidí que debía seguir con mi vida y retomarla donde la había dejado. Fue fácil, la vida trasncurre incluso cuando tú no estás y puedes montarte en ella en cualquier parada. Yo me subí en Jaume I y me senté en un vagón abarrotado, pensando en la sirena hasta que el murmullo de las cosas fue apagando su recuerdo. Al cabo de un tiempo empecé a notar una molestia en el pecho. No era un dolor, era otra cosa mucho menos intensa, era como una bolsa de aire. Fui al médico, me recetó tranquilidad de las de a 5 miligramos. Yo le dí las gracias. La tranquilidad me llevó a la nostalgia y la nostalgia me trajo el recuerdo de la sirena y entonces me di cuenta que sin el amor que le había dado la inmortalidad no me servía de nada. Me pregunto si a ella le aquejará el mismo mal de las profundidades y si mi amor le compensará una eternidad sin el sueño del aire y de las nubes.

Si sales corriendo


Si sales corriendo llévame corriendo a tu lado, llévame a ese mar en el que te sabes sirena y nos hundimos los dos hasta el fondo hasta que nos salgan branquias o nos rescate un batiscafo, pero que sepas, que si sales corriendo saldré detrás de tí hasta que te alcance con los brazos y la boca.

Pero si me dices quédate y me lo dices con tus ojos, si me dices quédate ahí, como se lo dices a tu perro cuando quiere salir contigo a la calle y no es ese el momento. Si me dices que me quede entonces, entonces no salgas corriendo, quédate tú conmigo, quédate aunque me mientas.

foto: gladys-labomba-gladys.blogspot.com

viernes, 19 de septiembre de 2008

en la fiesta

Sansón me miró divertido, con esa seguridad en sí mismo que tienen los seres brutales y que arrastran tras de sí como una sombra, sin admitir a otros semejantes alrededor de ellos, como un perro no permite la presencia de otro perro en su territorio.
Sansón cruzó los brazos y abrió las piernas. Aquel gesto me transportó a los años de las puertas de las discotecas. La presencia tiene sus ritos y sus poses. Tiene sus miradas y fierezas. Sansón quería que los que estaban dentro de aquella sala supieran que él era la autoridad y que estaba dispuesto a hacer cumplir unas normas que nadie sabía hasta dónde llegaban.
Simplemente, todos éramos invitados. Garr era el anfitrión y quien tenía el poder absoluto que lo que allí pasaría. Era el jefe de pista, el maestro de ceremonias, el representante de Baco en la tierra. Él tenía sus propias normas y una cohorte de sátiros infiltrados entre los presentes que tenían instrucciones precisas de qué hacer en cada momento.Sansón era sólo uno de ellos,el alumno aventajado, el ojo que todo lo ve y que maneja el brazo que todo lo puede, el colmillo dispuesto a desgarrar la carne.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Y casi te olvido

Supongo que por fin se tiene lo que se quiere, que se alejen las personas que no nos quieren y que tarde o temprano van a acabar por hacernos daño y eso es como la lámpara de Aladino, cuidado con lo que pides porque no hay vuelta a atrás. Supongo que debe de ser ley de vida, que sobrevivir es elegir, que decir adiós no es decir hasta pronto o hasta otra. Decir adiós es decir adiós. Decir adiós es decir basta.

Todas las noches me prometo cambiar este colchón y su muelle roto. Cada vez que me topo con él es como mezclarme contigo, con la noche en que lo partimos con el alma y los huesos, despertando a los vecinos. A veces lo enmarcaría y otras le prendería fuego con las brasas de aquellos días y de aquellas noches. Y es que últimamente no me sale nada y es que casi no sé ni lo que digo. Eso debe de ser bueno. Voy agotando el vocabulario con el que puede nombrarte eso en lo que me he estado convirtiendo desde que no sé nada de ti. Y es que esta tarde a Aladino, le dije, tomándome un cortado en la terraza de un bar, que quiero olvidarte. Y él dijo que le resultaba curioso que a las personas que acaban por hacernos daño son a las que más queremos, que es una paradoja olvidarlas, que es como tomar una medicina para que no nos cure pero sin saltarnos ni una sola toma y respetando escrupulosamente el horario. Luego se levantó y me tocó la cabeza "Hecho" dijo.

Y casi te olvido. Qué susto.

noche de insomnio en Granada


No puedo dormir y en la tele no hacen nada que valga la pena. La verdad es que tengo un sueño extraño, al mismo tiempo que se me cierran los ojos mi alma se mantiene alerta y me dice que no debería abandomarme a la noche y sus soledades. Es una extraña paradoja porque no hay nada más solitario que una habitación de hotel. Y eso me lleva a la conclusión de que quizá sí pueda dormir y no quiera. Y es me desconcierta y me desorienta.
El mini-bar está repleto de jugosas oportunidades para volver al mal camino pero esta vez soy más fuerte que la costumbre y sólo abro la portezuela para refrescarme las piernas. Hace calor. Quizá el calor sea lo que no me deje dormir. El calor y la sed. Meto los pies en la nevera del mini-bar, sentado en el suelo y se me ocurre que debería aprovechar la postura para hacer unas abdominales. Creo que nunca he hecho abdominales a las tres de la mañana, me felicito por ello y me digo si nunca lo he hecho es por alguna razón que ahora no alcanzo a entender. Decido ser prudente y hacer como que la razón esa no merma en importancia por que yo no la recuerde ahora. Después de un rato con los pies en la nevera me meto en la cama y me los cubro para que entren en calor. Me gusta tanto esa sensación del calentarse los pies fríos... Las tres menos cinco, el tiempo transcurre al revés, no de delante hacia atrás sino boca abajo y yo casi me duermo sin antes agradecerte que estés aquí conmigo. Y me pregunto si no será que a ti también te acosa mi insomnio de ojos cerrados y alma alerta, si no será mejor que te encierres en tu sueño en el que moriría por salir en él. Y sé que pido demasiado pero es que estoy contemplando la posibilidad de que esté soñando despierto y que tú estás leyendo esto en un sueño.
Y es que esta noche moriría por tu cuerpo.

Vídeo: El Canto del Loco - Peter Pan

lunes, 15 de septiembre de 2008

Publiquemos la lista de irremediable

Te cambio las palabras por tu boca, mis manos por tu cuerpo, esta mañana de lunes por el hechizo de lo imposible, la nocturnidad de mis deseos por una palabra tuya (y que al contestarla provocaría el trueque de la palabra por tu boca y en consecuencia y sin remedio, tu cuerpo, el hechizo de lo imposible y de nuevo tu boca y así siempre).
Y siempre es mucho tiempo o es poco, según se mire. La eternidad no es más que una leyenda cuando el presente es lo único que tengo por delante.

Aprendiz de lombriz


Supongo que va siendo hora de que me entregue al olvido, es decir, que el lugar que ocupaba se rellene con cal viva y se dicte un bando que recorra mis neuronas anunciando la abolición de la dictadura tanto tiempo soportada (el corazón ha muerto, viva la nueva bomba hidráulica, viva el progreso que tanto nos da y tan poco nos quita). Supongo que sí, que va siendo la hora de abrir las puertas sin miedo y airear las habitaciones, lavar la ropa blanca, sacar brillo a la cubertería y salir a la calle a recorrer las aceras. Supongo que ha llegado el momento de empezar una vida nueva y tirar la que se puso vieja por desuso, deshilachadas las esquinas de tanto esperar a que llegara el gran día, como si hubiera exisistido, de verdad, una posibilidad de que regresaran los buenos tiempos, antiguos tiempos, los tiempos en que una mirada bastaba para poseer un universo.
Confieso que no sé cómo hacerlo. Confieso que me siento como un campesino arrojado al mar desde un barco, que espero un milagro que no llega, que estoy cansado de chapotear sin dirección, sobreviviendo a la noche, despertando cada mañana como un ser alucinado, incapaz de decir a ciencia cierta ni dónde está ni cómo ha llegado a parar allí.
Y mientras escribo en el blog algunas noches. Y sé que a veces me lees y otras tienes otras cosas mejores que hacer. A veces echo de menos echarte de menos y otras te llamo por teléfono sólo para oír tu voz (tú crees que es para pasear por encima de cosas sin importancia) pero, ¿sabes? necesito tanto escucharla que hasta me da miedo mi reacción cuando me coges la llamada. Y sé que no soy lo mejor, ni siquiera la sombra de lo pude haber sido, pero saber que estás ahí y lees lo que escribo es lo único que tengo.

Y lo único que quisiera tener

sábado, 13 de septiembre de 2008

Alguien podría decirme cómo dejar de soñar?


Y sé que es mejor olvidar que arrastrar, y que es mejor salir que aguantar. Y sé que quizá no lo esté haciendo del todo bien pero ¿qué otra cosa podría hacer? El destino es una tela de araña y ella lo sabía, lo sabía tan bien... Ella era (es) lo mejor y lo peor que me pudo pasar en la vida. Ella lo era todo, la cáscara de una pompa de jabón y la suma de todos los universos que existen, era todo y nada y otra vez todo (y otra vez nada). ¿Qué hubieras hecho tú ante su hechizo?
Y sé que es mejor olvidar, te juro que lo sé, pero no contaba con los sueños, y ahora me pregunto si no será también mejor dejar de soñar.

Dani flaco

viernes, 12 de septiembre de 2008

Encuentro, visita, de paso.


Me dice hola y finge una sonrisa. Le digo hola y reprimo el deseo de tirarla encima de la mesa y hacerle el amor con violencia. Han pasado dos años. Dos años son setecientos treinta días. Setecientos treinta días y la distancia es el olvido.
Mi mira con suficiencia, de sus ojos se precipita una seguridad en sí misma que no la necesita ni siquera a ella. Su mirada me grita que ya no me necesita o que, en realidad, no necesita a nadie. Me gusta ese cambio con respecto a la que era y al mismo tiempo sé que he perdido su alma para siempre, que la que está delante de mí es otro ser diferente, como si durante todo este tiempo, su cuerpo hubiera ido regenerándose célula a célula hasta configurar a otro cuerpo, como si ahora fuese ella hecha de otra materia distinta casi con la misma apariencia. Te has cortado el pelo, le digo. Así voy más cómoda, me dice.
Aparece él. Te presento a... (no me acuerdo, sinceramente). Me tiende la mano y se la estrecho. Es cálida y firme, una mano de verdad. Hubiera dado mi vida para que fuese fría y endeble pero no lo es y me derrumbo. Ella me ha hablado mucho de tí, dice él. Mal, supongo, digo yo. Por supuesto, dice divertido.
Le miro a ella. Me mira fijamente. Su mirada me posee como una niña posee a su muñeca preferida. Se ha dado cuenta que ha habido una rápida comparación entre su hombre actual y el antiguo. Y ha ganado el nuevo, en eso consiste el éxito. Es mucho más todo que yo. Si el mundo se acabara y decidieran salvar a un especímen de la raza humana y tuvieran que elegir, él estaría entre los llamados y yo estaría casi al final de la lista. Sí, su prole heredará una génesis divina (y unas manos cálidas y firmes) que dominarán el mundo.
¿Cómo te va todo? me pregunta. Me tocó la lotería, le miento. Sigues siendo un imbécil, me dice. Ya sabes que no me gustan los cambios, le digo.

martes, 9 de septiembre de 2008

a vida o muerte.

Me muero de ganas de mirarte a los ojos, conectarme de una forma brutal con el animal que eres: de instinto a instinto, de bicho a bicho, de esfinge a esfinge, de lobo a lobo... y a vida o muerte.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La luna es de hierro, los cuerpos son de piedra

Me pregunto qué habrá sido de la pequeña princesa, de su luna de hierro y de su cuerpo de piedra, de la nocturnidad de sus ojos y de la magia de sus hojas, de aquella forma suya, tan dulce y tan fiera al mismo tiempo, de hacer el amor con los espejos. Me pregunto por ella, me preguntan por ella. Les digo que se fue y cada vez siento menos decirlo. Un día saldré a la calle con una camiseta que diga "Se fue" y se irá desgastando con el tiempo y los lavados hasta que haga con ella trapos para limpiar el polvo y los acabe tirando. Así se olvidan las cosas: a base de encontrar otros usos, otras costumbres para los mismos objetos.
Esta mañana, al levantarme, creí que estaba nublado. Luego salí a la calle y hacía sol. No lo entendía hasta que al cabo de un buen rato me encontré preguntándome qué habrá sido de la pequeña princesa, de su luna de hierro, de su diminuto cuerpo de piedra.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Que empice la fiesta

Avanzamos por un largo y estrecho pasillo de paredes enmoquetadas de un color marrón claro, iluminado con bombillas halógenas incrustadas en el techo y con puertas a uno y otro lado. Puertas cerradas. Tal cantidad de puertas (el pasillo debía de tener unos cincuenta metros, pensé) indicaba que en aquella casa habitaban muchos secretos y a pesar del silencio, creí oír el susurro de algunas voces, como de almas en pena, perdidas para siempre entre aquellas paredes. Las puertas cerradas siempre me despertaron la curiosidad y ya desde pequeño tuve por ellas una rara mezcla de atracción y pavor que hacía que me detuviera delante de ellas sin saber qué hacer. El paso ligero de Sansón me arrastraba hacia la última puerta, la del final del pasillo, centrando mi atención hacia ella, sabiendo que allí me aguardaba algo o alguien mucho más importante que lo que encerraban las otras. Sansón caminaba rápido y con determinación, como lo hacen los seres que saben hacia dónde van y qué es lo que encontrarán cuando lleguen. Eso es algo distinto a lo que se podría decir de mí, que iba a remolque de Sansón; y casi cuando llegábamos a la puerta del final del pasillo pensé que, en el fondo, aquella carrera hacia el final era un reflejo de lo que estaba sucediéndome desde que empezara a buscarla: Iba detrás de las circunstancias, sin saber qué es lo que iba a suceder inmediatamente y allí donde los demás me llevaban. Y me pregunté también si al analizar un instante de nuestra vida, una acción aislada (como la de caminar por un pasillo siguiendo a un casi desconocido hacia una habitación en la que no sabes que encontrás) se podría extrapolar una idea más global de en qué momento está tu vida, cómo has llegado hasta allí y hacia dónde es más probable que te dirijas. Como si un instante cualquiera de tu vida pudiera contener la información esencial de quién eres y de cómo te desenvuelves en el mundo.
Pensando en ello llegamos delante de la puerta y la curiosidad se convirtión en excitación. Deseaba entrar cuanto antes y que acabara de una vez toda incertidumbre. Se me pasó, por un instante, la idea de que detrás estaban esperándome para darme una lección pero entonces no tendría sentido lo de la invitación a la fiesta que me hiciera Garr en persona ni los smokings ni la aparente tranquilidad de Sansón. Éste me entregó un antifaz y dijo que me lo pusiera. Él hizo lo mismo. Mi miró para comprobar que me lo había puesto correctamente, se ajustó con una mano el suyo mientras llamaba a la puerta. En seguida nos abrió un tipo con pinta de guardaespaldas (a esa gente se las huele a la legua) que nos franqueó la entrada. Pasamos por el umbral de puerta a un despacho elegante, con aspecto de ser insultantemente caro. Alrededor de la mesa escritorio otras tres personas habían interrumpido una conversación, por la postura que tenían, distendida y cordial. Sólo podía ver al que parecía en anfritión, sentado en un sillón de cuero negro. Los otros dos estaban de espaldas a la puerta, por lo que no podía verles la cara. "Os estábamos esperando" dijo Garr desplegando una sonrisa que me pareció siniestra. "Bienvenidos a la fiesta". Entonces los dos hombres se giraron para mirarnos. Y fue en ese instante cuando tuve una premonición de lo que iba a pasar allí aquella noche y se me fue empezando a helar la sangre, lentamente, en un proceso que duró varios minutos y cada vez más a cada palabra que fue pronunciando Garr. Aquel frío iba a durarme toda la noche y aún hoy, cuando algún lugar (la consulta de un médico, el despacho de un abogado) me recuerda a aquella habitación, empiezo a sentir la misma intranquilidad. Sé que no soy yo, sé que es lo que queda del bicho lo que se sobresalta, pero lo cierto es que creo que aún puedo recordar la cara con la que me miró uno de ellos y lo afortunado que me sentí al llevar puesta la máscara que ocultaba mi identidad y que eso, en cierto modo, era una forma de decir que yo no estaba allí. Y a veces me pregunto si uno está en un lugar si otros no sólo no saben quién eres sino que admiten tu presencia como si fueras un ser sin rostro, sin personalidad, sin nada que te reconozca como un ser humano.