miércoles, 16 de abril de 2008

El destino es inexcrutable


Abrí la puerta del coche y lo ví. Asustado, acurrucado en un rincón, debajo del coche del inquilino del primero segunda. Un conejo, un conejito de campo, inmóvil. Me acerqué. Parecía débil. Me pregunté qué hacía Tambor en un parking en medio de una ciudad y cómo habría llegado hasta allí. Me acerqué con cautela. No se movía. Pensé en dejarlo allí pero me pudo más las ganas de tocarle las orejas. Se dejó porque estaba muy débil o acostumbrado al tacto humano, no puedo saberlo ahora. Tenía los ojos cansados, probablemente tenía hambre de días y no le importaba ya nada de lo que le pudiera pasar. Me vio y salió de su escondite, quizá pensó que a lo mejor... no sé. Lo dejé allí quieto y subí a casa a buscar la jaula donde meto a Ulises o Penélope cuando los llevo al veterinario. No la encontraba y pensaba qué hacer con él. Saqué unos botes de dentro de una caja de cartón que aún quedaban de la mudanza de la nave vieja al piso de encima de mi casa. Bajé y él seguía allí. Me acerqué, se dejó coger y lo metí en la caja. Salí del parking y lo llevé a casa de mis padres, ellos tendrían lechuga u otra cosa para que pudiera comer. En mi casa, Ulises lo hubiera devorado al menor descuido... pero no era por eso, era porque yo solo no me atrevía a tratar de salvarle la vida. PEnsé que mis padres sabrían qué hacer. Subí a casa y lo sacamos de la caja una vez los tres dentro de la cocina. Estaba débil. Apenas se movía. le pusimos un plato con leche que no bebió, lechuga, que ni miró. Se me ocurrió meterle una jeringuilla por la boca y ahí estuvimos un rato. Parecía que se reanimaba. Entonces empezó a boquear y nos temimos lo peor. Entonces mi madre dijo: "Tiene algo dentro de la boca" ¿Qué? Y saqué el botiquín y con unas pinzas y lo extraje... un trocito de porexpán blanco, miré dentro de la caja... había un poquito. Tenía tanta hambre que se había comido el porexpán que había en la caja... le quedaba aún más, en un intento desesperado, le abrimos la boca e intentamos sacarle lo que se había tragado pero no pude llegar tan al fondo... dió un chillido y murió. Se había ahogado con el porexpán que había en la caja en la que lo llevé a casa de mis padres. No estaba tan débil. Técnicamente había muerto ahogado, me pregunto si se hubiera podido salvar si en la caja no hubiera habido porexpán, si hubier bebido leche o comido lechuga... me pregunto qué hubiera pasado si no me hubera fijado en él o qué hubiera sucedido una vez recuperado...
Puede que sea un paranoico, lo confieso, pero vi la naturaleza muerta por la mano no hostil del hombre, he visto lo estúpido que es todo este sinsentido, y he pensado que la vida es una paradoja, que se mata a quien quieres salvar, que haces el mal queriendo hacer un bien. No sé. Me he llevado un disgusto enorme. Ha sido una terrible mueca del destino.
Luego metimos el cuerpecito en una bolsa del caprabo y a otra cosa.

Es esa otra cosa la que a mí me está matando.

1 comentario:

* Sine Die * dijo...

No te lo conté..(recuerdas que ayer te dije que tenía algo que contarte pero no sabía qué?).

El viernes pasado mi madre se encontró un gorrión-bebé (como le llama J) caído en la terraza...Lo recogió...lo metió en una ensaladera repleta de algodón y lo alimentó, durante tres días, con miguitas de pan, leche y arroz..

Al cuarto día y al verlo tan feliz decidió que no podía permanecer en una ensaladera (obvio), así que compró una jaula pequeña..(total lo iba a cuidar hasta que pudiera valerse por sí mismo). La rellenó de algodón y lo dejó allí tranquilito, igual que en la ensaladera.

A las tres horas estaba muerto..

Tres horas duró entre rejas, tres..

No es el destino, t....es la vida y ésta, vayamos con toda la buena voluntad del firmamento, va siempre por libre...