martes, 4 de marzo de 2008

Noctámbula


El bicho estuvo rondando por la habitación toda la noche, entraba en el baño y salía, jugaba con las cortinas, descalzo sobre la moqueta iba y venía, nervioso, pero en silencio. Se acercaba a ella, le soplaba en la oreja. "No te le acerques" le decía yo. Pero el bicho no respondía, me miraba y se reía. Y jugaba con su pelo mientras yo trataba de dormir, de irme lo más lejos que pudiera de esa habitación y de la chica que dormía a mi lado. Cuando el bicho se empezaba a quedar dormido en una pequeña butaca que había en un rincón y a mí me vencía el sueño, la claridad de la mañana vino a fastidiarlo todo. María dormía. Y yo debí de caer entonces en un pozo de brea y quise moverme pero estaba tan pesado... El sol se escondió de nuevo y comprendí que alguien había encendido una luz en alguna parte y aquella claridad era de faro de coche, de farola de calle, de tren nocturno. Miré el reloj: las dos y media. Aún podría dormir tres horas.
Soñé con ella, con su pelo color de oro y su cochazo rojo, soñé que llevaba un anillo en el dedo, que quería cualquier otra cosa en el mundo que verme, que yo era una de esas adicciones venenosas que una vez has superado, no quieres que vuelvan a tirar por tierra todo lo conseguido. No vengo a arruinarte la vida... sólo es que Cris me pidió que le ayudara. No le puedo negar nada a Cris a pesar de no saber si estoy haciendo bien al buscarte. Quizá lo mejor sería que le dijera que no pude encontrarte, que te habías ido sin dejar rastro, tal y como habías planeado. Entonces Cris me odiaría y el bicho que lo habita se lo tragaría. No, no puedes escaparte, Cris te necesita y tú lo necesitas a él; y yo también necesito saber que todo anda bien. Necesito saber que todo fue un contratiempo, un error de cálculo del destino, que no fui yo el culpable de que se lo llevaran, que pude haberlo evitado y ahora queda todo arreglado. Y también sueño con Cris, no el de ahora, sino aquél perdido en una infancia de pequeñas cosas, de juguetes queridos, de cuentos contados al irse a la cama, de miedos que se deshacían cuando yo estaba. El niño con sus preguntas de niño, la inocencia de no saber aún disimular las mentiras, la mano cogida al cruzar la calle, los días de charcos y botas de agua, de esperar a su madre en el sofá hasta caer rendido al sueño, esperando un beso de buenas noches que a veces no llegaba desde los barrios donde ella olvidaba.
Llegó, esta vez sí, la mañana. Y el sol era el sol de verdad que salía en algún lugar del mundo. Yo estaba soñando y no me daba cuenta pero Gustav, el recepcionista, tenía razón: las vistas desde la ventana eran increíbles.
Me levanté somnoliento, el bicho se había ido y tardaría en volver. Empezó el mismo rito: la ducha, la ropa, y, de nuevo, el mundo...

1 comentario:

* Sine Die * dijo...

"Y, de nuevo, el mundo..."

(Uhmmm...)

:)